Publicado por Lucía Mbomío en |
Compartir la entrada "«Aguantando» solo un rato"
Al principio, yo contestaba con un simple «¿Por qué?», pero luego me di cuenta de que las palabras que utilizaban eran algo así como el siguiente capítulo de una historia que comenzó tiempo atrás. La falta de libertad, de elección, de transformación y la tremenda frustración diaria acaban por manifestarse así, como una especie de afonía que afecta a buena parte de la sociedad, y no porque sus habitantes nazcan sin voz, sino debido a que se les atrofian las cuerdas vocales, puesto que jamás les dejaron quejarse ni gritar –tampoco a sus padres, a sus abuelos o a sus bisabuelos–. Al final, algunos acaban por olvidarse de que tienen la capacidad de hablar. Únicamente aguantan.
La primera vez que lo escuché me sorprendió y quise saber más acerca de esta expresión. Fue como si mi interlocutor llevara años esperando a que alguien le prestara atención. Se deshizo en un relato de penurias cotidianas, de estrecheces de bolsillo, de carencias y de ausentes a los que se extraña y de los que se espera una ayuda que nunca llega.
Tras narrarme sus incontables pesares, aquel hombre continuó caminando, arrastrando los pies, con la carga del «aguantando» sobre los hombros. La misma que trasladó a sus hijos antes de que nacieran y a sus nietos no alumbrados, la misma que cayó sobre él sin que nadie le preguntara, la misma que, al principio, le costó sudor y sangre soportar y que ahora ya no nota porque lleva demasiado tiempo sobre él, hasta el punto de haberle deformado la clavícula y los omóplatos.
El «aguantando» solo debería durar un rato, pero hace siglos que está acomodado en lo que hoy es un país, más atrás una colonia, y cuando entró en contacto con los europeos, simplemente un territorio al que expoliar en términos humanos y de materias primas. Ojo, el latrocinio se mantiene, y los cacos provienen de todos lados.
Aguantar no debería ser un estado permanente, una forma de vivir o de sentir, ni siquiera un «mientras tanto». Instalarse en la resignación es sumergirse en el vientre de una depresión nacional, es como asumir que siempre tendrás los brazos caídos y solo podrás levantarlos para saludar o loar a quien te los cosió a las caderas. Porque sabes que después de eso los dejarás caer de nuevo.
Cuando vives aguantando, se te encorva la espalda y te conviertes en un anciano desganado, aunque seas joven, aunque tengas 20 años. Y asumes que la vida es eso y solo eso. Y dejas de soñar. Y tú misma te cortas las alas, porque un día te das cuenta de que se te ha olvidado volar. Y la rabia se ahoga y se entierra la ilusión. Hasta esas palabras desaparecen de tu vocabulario, ya que salvo en ocasiones muy contadas, sabes que no las vas a utilizar.
Sin embargo, si aguantas es porque un día sentiste emoción. No obstante, te sedas mirando la televisión, bebiendo alcohol malo que te deja peor, caminando por carreteras nuevas vacías o transitadas por coches viejos que contrastan poderosamente, ominosamente, con lujos de cuatro ruedas, tan grandes, tan altos, tan nuevos que la comparación da asco y vergüenza. E impotencia.
El «aguantando» solo debería durar un rato, pero lleva vivo décadas. Y mientras vive, mata. Y mientras mata, crece.
Fotografía: Jorge Álvaro Manzano (Creative Commons)
Compartir la entrada "«Aguantando» solo un rato"