COVID-19: Alegría congelada

en |

En Kibera, uno de los slums más renombrados de  Kenia,  un mural representa una escena cotidiana: un puesto en un mercado callejero en el que la compradora y la vendedora llevan mascarilla. El arte callejero, como el peinado, promueve la conciencia ciudadana. ¿El peinado? Sí, y también en Kibera. El estilista Mable Etambo ha popularizado el «corte coronavirus», consistente en unas llamativas trenzas de color rosa que adornan las cabezas de pequeñas y mayores.

Todo sirve. Incluso el método tradicional de la protesta. Porque en Kenia los sanitarios amenazan con una huelga de tres semanas si no mejoran sus condiciones para luchar contra la pandemia. Desde que comenzó la expansión del virus han fallecido en el país 30 trabajadores de la salud.

La alegría casi global con la que se ha recibido el anuncio de la eficacia de las vacunas de Pfizer y Moderna no ha superado el escepticismo en el continente africano. Y no es porque el nivel de contagios (más de 2 millones) y fallecidos (rondando los 50.000) se siga manteniendo muy por debajo de los niveles pregonados por los agoreros de la tragedia, sino porque la infraestructura necesaria para mantener las cadenas de frío que hagan eficaces las vacunas se convierten casi en una utopía en la mayoría de los países africanos. Especialmente la de Pfizer, que para su almacenamiento a gran escala debe conservarse a -70°. Desde la primera economía continental,  Sudáfrica,  ya advierten que es «muy poco probable» que esté «ampliamente disponible» en el país. 

La vacuna de Moderna, que sí se puede almacenar a una temperatura de entre 2° y 8°, requiere para su transporte condiciones cercanas a los -20°. Todo un reto para países escasos de infraestructuras.

A temperaturas más elevadas, las vacunas se degradan. Como también lo hace, a marchas forzadas, la economía continental. Mientras que en Sudáfrica el desempleo se ha disparado hasta el 30%,  Zambia  puede convertirse en la primera víctima de la deuda pública en la era Covid-19. El 13 de noviembre, el país incumplió con un compromiso de pago de 42,5 millones de dólares. Su situación, para los analistas financieros, está cerca de ser insostenible, aunque no parece que estemos ante un efecto dominó.

Lo que sí va sucediéndose es el contagio entre la clase dirigente africana. En las últimas semanas el primer ministro de  Esuatini,  Ambrose Dlamini, y el presidente de  Argelia,  Abdelmadjid Tebboune, se han visto afectados por el virus. Mientras que Dlamini ha permanecido asintomático, el sucesor de Buteflika tuvo que ser trasladado a un hospital alemán. 

Las que se prodigan son las reaperturas de escuelas. Las de  Senegal  han sido unas de las últimas en volver a recibir alumnos. Cerradas desde marzo, las aulas de Primaria y Secundaria se dispusieron para acoger a unos cuatro millones de alumnos, aunque no todos se reencontraron con sus compañeros de clase. Según UNICEF, solo uno de cada tres países de África central y occidental han reabierto las escuelas a tiempo para comenzar el curso académico 2020-2021.


Fotografía: World Bank Photo Collection (Creative Commons)


Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto