Bolloré y sus prácticas mafiosas en África, ¿habrá justicia?

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Vicent Bolloré fue detenido por la policía francesa y trasladado a las instalaciones de la fiscalía nacional el 24 de abril, acusado de sobornos a funcionarios públicos extranjeros. Estaban en cuestión varias concesiones obtenidas por su filial de transporte y logística. La cual se ha convertido en la primera red integrada de logística africana y es un actor muy importante en la actividad portuaria del continente.

Junto a él también fueron arrestados el director general del grupo Bolloré y el director financiero de la división internacional de la agencia de comunicación Havas, filial de Vivendi, de la que Bolloré es el principal accionista. Se sospecha que este último puso a Havas al servicio de las campañas electorales del presidente guineano Alpha Condé y del togolés Faure Gnassingbé. A cambió consiguió el control del puerto de Conakry y de Lomé, que se suman a los otros 12 que tiene en el continente, entre los que destacan Duala, Abiyán, Cotonú, Tema (Ghana), Tincan (Lagos, Nigeria) o Pointe-Noire (República del Congo).

Los puertos africanos son tan codiciados porque son “fuentes inestimables de poder político y económico: gracias a ellos, a través de las aduanas, muchos estados llenan sus arcas; a través de ellos también, controlamos información valiosa, los flujos entrantes y salientes del continente”, explica Thomas Deltombe, uno de los mayores conocedores de los negocios del grupo Bolloré en África. En el continente, todo entra y sale a través de los puertos.

No solo puertos, el grupo Bolloré ha sido uno de los más beneficiados por la ola de privatizaciones impuestas a los países africanos por las instituciones financieras internacionales en las últimas décadas. De este modo habría conseguido la concesión de infraestructuras estratégicas heredadas de la época colonial como la Société internationale de trasnsport africain par rail (Sitarail) que une Burkina Faso y Costa de Marfil, o la compañía ferroviaria de Camerún (Camrail).

Los puertos africanos son tan codiciados porque son “fuentes inestimables de poder político y económico»

El francés Vicent Bolloré, íntimo amigo del expresidente Nicolas Sarkozy, con el que tendría algunos negocios en común, ha conseguido hacer del entramado que dirige uno de los 500 grupos industriales más importantes del mundo. Aunque está implantado en todos los continentes, parece que en África es donde se encuentra mejor. A través de su amplia red de contactos ha conseguido penetrar sectores muy importantes de la economía del continente. El último capítulo es el de los puertos, que han sido privatizados en fechas recientes. Entre sus relaciones se encuentran algunas que, como mínimo, pueden ser sospechosas; unas pasadas como su gran amistad con el expresidente y señor de la guerra liberiano Charles Taylor, otras presentes, como es el caso de Paul Biya, presidente de Camerún.

Gracias a los lazos con el primero, la compañía Socfin, de la cual Bolloré es uno de los principales accionistas, obtuvo la concesión de una gran plantación de caucho en el mismo momento en el que Taylor llegaba al poder tras un baño de sangre. Esta concesión se mantiene hoy día y se ha ampliado con el cultivo de palmeras de aceite. De igual modo, el apoyo al golpe de estado de Deniss Sassou Nguesso en la República del Congo, también le ha proporcionado importantes contratos en el país.

Durante décadas esta parece haber sido la forma habitual de operar de Bolloré y de tantos otros hombres de negocios franceses: cultivar lazos personales con líderes africanos, en un claro reflejo de la relación de Francia con sus antiguas colonias, y recibir contratos y negocios lucrativos a cambio. Una red de dinero y poder que rige el destino de las excolonias francesas.

No solo con dictadores y criminales hace negocios el grupo Bolloré. Al estar presente en todos los ejes de transporte africano, Naciones Unidas utiliza con frecuencia sus servicios cuando despliega cascos azules en el continente. También intervino en el marco de las Fuerzas de la Unión Europea enviadas a Chad. Y en Sudán, un país rico en petróleo que lleva varios años sumido en la violencia, Bolloré hace negocios al mismo tiempo que con la logística humanitaria con la petrolera, apunta Deltombe.

Este emporio de amistades peligrosas, sobornos y negocios con la ayuda humanitaria no son las únicas armas de este empresario. Desde hace años seguimos las operaciones de Socfin, la filial del grupo dedicada a la agroindustria. Esta no deja de recibir quejas y denuncias en los diversos países africanos donde opera: Camerún, Liberia, Nigeria y Sierra Leona. En todos ellos mantiene enormes plantaciones de palmeras de aceite o de árboles de caucho. Son muchos los informes que avalan las malas prácticas de esta compañía. Uno de los últimos es Socfin’s plantations in Africa: Many places of violence and destruction (Las plantaciones de Socfin en África: demasiados lugares de violencia y destrucción), elaborado por la organización Farmlandgrab. En él queda patente que sus intervenciones en terreno conllevan “usurpación de tierras a comunidades locales, desplazamiento de estas, explotación laboral, destrucción del medioambiente, incumplimiento de promesas, represión por parte de la policía o el ejército, muertes y encarcelamiento de líderes comunitarios y activistas medioambientales…” Y eso a pesar de que en su página web y en distintas comunicaciones realizadas presume de mantener una política de gestión responsable. Sin embargo, la práctica demuestra que esta no deja de ser una fachada publicitaria que no tiene nada que ver con la verdadera política de actuación del grupo. El informe citado deja constancia de la gran brecha que existe entre la denominada gestión responsable y la realidad de violencia y destrucción en torno a las plantaciones que, con la complicidad de los gobiernos nacionales y las autoridades locales, intentan suprimir la resistencia popular.

Sus intervenciones en terreno conllevan usurpación de tierras a comunidades locales, explotación laboral, represión por parte de la policía o el ejército…

Varias organizaciones creadas por campesinos afectados por las operaciones de Socfin en diversos países han creado una alianza. En 2013, esta organizó acciones coordinadas en cuatro países para protestar contra la multinacional y reivindicar sus derechos como comunidades. Como resultado, en octubre de 2014 se produjo un encuentro entre estas asociaciones y Vicent Bolloré en Paris. Pero este no asumió ninguna responsabilidad por los problemas y violaciones de derechos causados por su compañía y las remitió a las filiales que operan en cada uno de los países. Estas tampoco han asumido ninguna culpa ni han variado sus políticas. Por eso, las comunidades afectadas en Camerún, Liberia, Nigeria y Sierra Leona siguen luchando y protestando contra los abusos a las que Socfin las somete.

Todas estas acusaciones vienen tapadas por el aparato propagandístico del grupo Bolloré que presenta a su presidente como un gran filántropo y así lo recogen muchos de los periódicos de los países donde opera. Es normal que editores jefes y directores de periódicos de estas naciones sean invitados a Paris por el grupo, con todos los gastos pagados. Luego son ellos mismos los que hablan de las generosas contribuciones de Bolloré a la Fundación Chantal Biya y otras organizaciones caritativas de la esposa del presidente camerunés, a Réseau éducation pour tous en Afrique (Repta), la asociación Réunir, presidida por Bernard Kouchner, la Fundación Nelson Mandela, o asociaciones y organismos similares.

Son muchas las sospechas que pesan sobre Vicent Bolloré y su forma de hacer negocios en África. El 25 de abril fue puesto en libertad con cargos. Ahora cabe esperar que el caso prospere y sea juzgado. Esto podría aportar un soplo de esperanza para todas las personas afectadas por sus prácticas que llevan años buscando justicia y no la encuentran en sus países.

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