Ciudadanos de segunda

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La minoría copta en Egipto

Por Alfonso Masoliver 



Desde las revueltas árabes de 2011, la comunidad cristiana en Egipto se encuentra suspendida sobre una frágil línea cuya seguridad depende más de la propia población que de las políticas del Gobierno.

Conocer Egipto quizá parezca sencillo. En 2019, antes de la pandemia, visitaron el país más de 13 millones de turistas, y parece probable pensar que muchos de ellos regresaron a sus hogares con la idea de que conocieron cada detalle, cada acertijo y jeroglífico inscrito en el anciano país de los faraones. Es fácil convencernos de que conocemos una tierra nueva cuando recorremos, paso a paso, casi al milímetro, los circuitos turísticos de los que pocos visitantes llegan a escapar. Sin embargo, cuando un turista pregunta en Egipto por la situación actual de los cristianos coptos, la respuesta de los locales parece sacada de un guion y pocas veces varía. Nos aseguran que conviven sin problemas, casi a cuerpo de rey, con plenos derechos y libertades como hace cualquier otro egipcio, y afirman con orgullo patrio que el país es un estado laico y que, por tanto, no varía en gran medida la situación de sus ciudadanos con independencia de la religión que profesen. Entonces haría falta escarbar, sacar un pie de los circuitos turísticos, preguntar menos y observar con mayor intensidad para conocer la situación que viven los cristianos coptos desde las revueltas árabes de 2011. 

Un diácono dobla una casulla en la iglesia de San José, de El Cairo. Fotografía: Mohamed El-Shahed / Getty




¿Quiénes son?

El término copto proviene de la palabra griega A…gÚptioj (aigyptios), cuyo significado literal es «egipcio». La palabra se transcribió al árabe como قُبْط (qubt). De esta última procede la denominación utilizada en castellano, por lo que podemos asegurar que la palabra copto, hasta su término actual, se utilizaba en los siglos anteriores para designar a todo el pueblo egipcio, independientemente de la religión que profesara. Hoy en Egipto la población copta (cristiana) se divide en católicos y ortodoxos, siendo estos últimos una amplia mayoría, unos 9,5 millones de habitantes, en torno al 10 % de la población del país. 

Ser cristiano en Egipto desde la llegada del islam en el siglo VII no es una tarea fácil. Pero también debemos comprender que Egipto es un país en transformación permanente, y la situación de los cristianos no fue la misma en el siglo X que en el XV, como tampoco ha sido la misma en 2009, 2013 o 2020. Las posturas hacia ellos de los diferentes Gobiernos han variado de forma habitual, y lo mismo ha ocurrido con la aceptación que reciben de la población musulmana. Para conocer la situación real de los coptos en el siglo XXI, es indispensable realizar un recorrido desde el estallido de las revueltas árabes en 2011 hasta hoy. 



Un nuevo comienzo

Los largos gobiernos de Gamal -Abdel Nasser y de Hosni Mubarak estuvieron caracterizados por un apoyo condicionado y ciertamente caprichoso de las sociedades musulmanas, que se convirtieron en aliados clave para mantener el poder en Egipto. El uso de un islam nacionalista, con bases políticas e ideológicas asentadas con firmeza en la religión musulmana, fueron de gran utilidad para los autoritarismos que dirigieron el país durante la segunda mitad del siglo XX y la primera década del siglo XXI. De esta manera, las sociedades musulmanas permitieron a los dos dirigentes aguantar el poder durante décadas, mientras los presidentes otorgaban a los musulmanes una serie de privilegios de los que no gozó ningún otro grupo religioso. Esto permitió que creciera el poder e influencia de grupos como los Hermanos Musulmanes, que más adelante tendrían un papel clave en la política egipcia y la situación de los cristianos coptos. 

Con la llegada de las revueltas árabes, el mapa político egipcio comenzó a cobrar una nueva forma, cuyas bases todavía hoy se mantienen: quienes participaron en las manifestaciones contra el Gobierno de Mubarak se llevaron más tarde un pedazo del pastel electoral; quienes prefirieron mantenerse al margen, simplemente, perdieron su asiento en el poder. Aunque en los primeros días de protestas fue posible que cualquier sector de la sociedad egipcia participase en ellas, facilitando de esta manera la cooperación entre distintos grupos sociales y religiosos y abriendo, por tanto, la puerta a un Egipto plural y tolerante, diferentes organizaciones de corte nacionalista e islámico se hicieron rápi-damente con el protagonismo. Lo que empezó como un movimiento social se transformó en un pulso político donde no había espacio para las minorías religiosas como los coptos. 

Cinco grupos tomaron el mando de las revueltas: los jóvenes (musulmanes en su mayoría), el grupo Kifaya (nasseristas, musulmanes y marxistas), el Movimiento 6 de Abril (agrupación de jóvenes musulmanes), la Asociación Nacional para el Cambio (un batiburrillo de ideologías sin definir) y los Hermanos Musulmanes (organización islamista catalogada hoy como terrorista por el Gobierno egipcio). Pese a que la unión de estos cinco grupos permitió la caída del presidente Mubarak tras décadas de represión, y sus objetivos primeros fueron dignos de aplauso por parte de la comunidad internacional, no debe escaparse el hecho de que ni una sola de las organizaciones incluía entre sus demandas la mejora de la situación de los cristianos coptos, y los valores del cristianismo no aparecían por ningún lugar. Aunque los coptos se hicieron presentes inicialmente en las manifetaciones contra el Gobierno de Mubarak y tuvieron presencia tanto en el grupo Kifaya como en el Movimiento 6 de abril, no obtuvieron rédito electoral, lo que reafirmó su exclusión dentro de la sociedad egipcia.

El patriarca copto ortodoxo, Tawadros II, durante una celebración en la Navidad de 2020. Fotografía: Str / Getty




Los Hermanos Musulmanes

De los cinco partidos que se presentaron a las elecciones al Parlamento de 2011 tras la caída de Mubarak, dos de ellos eran de corte islamista, y fueron, precisamente los grandes ganadores. Ninguna formación incluía siquiera matices del ideario copto. 

La exclusión de los cristianos coptos en la vida política de Egipto es evidente, pese a conformar un 10% de la población. Aunque no sea en absoluto significativo, figuras políticas relevantes del país norteafricano como Butros Ghali, originario de una familia copta, han llegado a la cumbre de la política internacional. Ghali fue el sexto secretario general de la ONU (1992-1996). A pesar de que la minoría copta ha formado parte de algunas candidaturas independientes o propias en los últimos procesos electorales, su resultado en las urnas no ha sido el esperado. De hecho, en 2011, tres cuartas partes del Parlamento pertenecían a movimientos islamistas, y una cuarta parte a movimientos nacionalistas de corte laico. 

Fuera de la política, la organización estadounidense Open Doors, en su World Watch List 2021, colocaba a Egipto en el puesto 16 en su clasificación mundial de persecución a los cristianos. Según el informe –en el que aparecen los 50 países con mayor nivel de persecución religiosa en todo el mundo–, aunque el Gobierno de Egipto habla positivamente sobre su comunidad cristiana, la falta de aplicación de la ley y la falta de voluntad de las autoridades locales para proteger a los cristianos los deja vulnerables a todo tipo de ataques.

Aunque no debemos adelantarnos a los acontecimientos. Volvamos a 2012, el primer año de la democracia egipcia en las últimas décadas. Enfoquemos la mirada en el primer presidente elegido democráticamente en Egipto, -Mohammed Morsi, líder de los Hermanos Musulmanes, y echemos un ojo a la Constitución aprobada durante su mandato. 

Sobre la identidad del Estado se especificó que «la nación egipcia forma parte de las naciones árabes e islámicas», y sobre la religión se mantuvo que «el islam es la religión oficial del Estado», mientras que «los principios de la sharía son la principal fuente de legislación», aunque -Morsi especificó posteriormente durante un discurso que se mantendría el respeto por los derechos y libertades de todos los ciudadanos. También prometió que una mujer y un copto formarían parte de su Gobierno, promesa que nunca cumplió. 

6 de abril de 2013: cuatro fieles coptos fallecen durante unos enfrentamientos con musulmanes en Al Jusus, al norte de El Cairo. Los choques continuaron al día siguiente durante el funeral, con un resultado de, al menos, otros tres fallecidos.

Tras el gobierno de Mohammed Morsi, que concluyó con el golpe de Estado organizado por el Ejército en julio de 2013, el pueblo egipcio apostó por reorganizar el panorama político con vistas a una integración real de los grupos minoritarios, la libertad y los derechos humanos y, por supuesto, la desradicalización islámica del gobierno de los Hermanos Musulmanes. Podemos encontrar un ejemplo claro de cómo la situación se hizo insostenible para los coptos durante los enfrentamientos que -derivaron del golpe de Estado entre los sublevados y los simpatizantes de Morsi. En ese momento, según informó el periódico USA -Today, hasta 40 iglesias coptas fueron asaltadas y saqueadas por grupos relacionados con los Hermanos Musulmanes. 

Fieles durante una celebración en la catedral copto ortodoxa de El Cairo. Fotografía: AFP / GETTY




Derechos recuperados

A finales de junio de 2013, numerosos egipcios en la calle pidieron el final del Gobierno de los Hermanos Musulmanes, algo que se hizo realidad unos días después, el 3 de julio, con el golpe de Estado y la toma del poder por parte de un Gobierno interino liderado por Al-Sisi. Desde entonces, la postura de los Gobiernos siguientes ha sido mucho más amable con los coptos en comparación con sus condiciones durante el período de los Hermanos Musulmanes, aunque en realidad se ha tratado más de una operación cosmética, ya que se han seguido produciendo atentados contra esta comunidad. El Estado egipcio estableció después nuevas bases de ciudadanía, las cuales estipulan que todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y reciben el mismo trato, que la religión es de Dios y la patria acoge a todos. Asimismo, se han cumplido algunas de las demandas de los cristianos que permanecieron pendientes durante años, como la contribución del Estado en la reconstrucción de las iglesias quemadas por los terroristas –en respuesta al golpe de Estado de Al-Sisi que terminó con el Gobierno de Morsi– el 14 de agosto de 2013, la promulgación de la normativa de la construcción y restauración de las iglesias en 2016, así como el interés del presidente Abdelfatah Al-Sisi en felicitar a los cristianos en sus fiestas. El Gobierno ha autorizado hasta la fecha la legalización del estatus de 1.800 iglesias y edificios de servicios adyacentes. La Constitución aprobada en 2014, aunque sigue considerando al islam como religión de Estado, garantiza la libertad de credo, lo que brindaría cierta protección a las minorías religiosas en el país.

9 de abril de 2017: se producen dos ataques contra la comunidad cristiana copta en Egipto, coincidiendo con la celebración del Domingo de Ramos. Perpetrados en la iglesia copta Mar Guergues, en Tanta, y frente a la catedral de Alejandría, fueron reivindicados por el Estado Islámico y provocaron al menos 53 muertos y 204 heridos. Los ataques a coptos han provocado desde 2016 la muerte de 140 cristianos. 

Sin embargo todavía queda un largo camino hasta que los cristianos coptos vivan en una sociedad efectivamente igualitaria. Al margen de las reducidas políticas del Gobierno, la sociedad musulmana todavía se encuentra muy desligada de la cristiana, y prueba de ello no solo son los atentados que la comunidad copta lleva sufriendo desde el derrocamiento de Morsi. Basta una visita al barrio copto en El Cairo, fuertemente protegido por efectivos militares y de la Policía, vallado, cercado, encerrado en sus calles, para comprender su situación. Casi recuerda a las reservas de nativos americanos en EE. UU. 

En este barrio llegamos al final de este recorrido. Observamos a los protagonistas de nuestra historia allí, en un estado de semilibertad controlada por el Gobierno, temerosos de dar un paso en falso. No es fácil ser copto en Egipto. En 2016, en una explosión de violencia sectaria, una anciana copta fue vejada y arrastrada desnuda por las calles de Karm. Sus agresores nunca fueron condenados.  



Antiguo cementerio copto en Alejandría. Fotografía: Frédéric Soltan / Getty





PARA SABER MÁS



Por Alfonso Armada



Uno de los motivos más inspiradores para los coptos fue la huida de la Sagrada Familia a Egipto, uno de los primeros países donde echó raíces la nueva fe. La originalidad del cristianismo copto, que trata de sobrevivir en un Egipto cada vez más polarizado, fue la mezcla de tradiciones cristianas con las del antiguo Egipto de los faraones. 

La legalización de la Iglesia copta en el Imperio romano se fraguó con los emperadores Constantino I el Grande (313) y Teodosio I el Grande (380). San Pablo Ermitaño y san Antonio Abad son algunas de las más celebradas figuras de la tradición copta egipcia, junto a Catalina de Alejandría (martirizada y decapitada en el siglo IV) o Shenouda (uno de los primeros abades del monasterio Blanco). Para quien quiera adentrarse en el mundo copto en un viaje a El Cairo debería visitar la catedral de San Marcos, en el barrio de Azbakeya, el Vaticano copto. Aunque se trata de un edificio del siglo XX, contiene parte de las reliquias de san Marcos que Pablo VI cedió a su homólogo copto, Tawadros II. También merecen la pena la Iglesia Colgante, originaria del siglo III –con añadidos del XIII y remodelada en el XIX–, o la iglesia de los Santos Sergio y Baco, por no hablar de la catedral de San Marcos, en Alejandría. Reformada a mediados del siglo XX tras numerosas destrucciones, se cree que atesora la cabeza de san Marcos. También destacan monasterios como los de San Antonio Abad y San Pablo, en el Desierto Oriental.

Es recomendable el libro Coptos. Viaje al encuentro de los mártires de Egipto (ed. Encuentro), que se acerca tanto a la actualidad como a la historia «de estos cristianos que (…) a pesar de la persecución, persisten en su rechazo a la violencia». 

En el mundo copto se desató una intensa polémica a causa de la película Ágora, de Alejandro Amenábar, cuya proyección fue prohibida en Egipto por entender la jerarquía copta que el retrato de la matemática, astrónoma y filósofa Hipatia de Alejandría, asesinada en el año 415 por seguidores del obispo y santo copto Cirilo, ofendía sus sentimientos religiosos. La novela Azazel (ed. Turner) reavivó la controversia y varios prelados exigieron su prohibición porque describía más crudamente el final de Hipatia, cómo fue desollada y descuartizada. Su autor, el egipcio Youssef Ziedan, relata las luchas interreligiosas en la Alejandría del siglo V. Ziedan pretendía denunciar la violencia bajo la máscara de la religión.

En el Museo Sackler de Harvard se conserva el pergamino de un códice en miniatura que lleva por título, en lengua copta, El Evangelio de las Suertes de María, la madre del Señor Jesucristo, a la que Gabriel el arcángel trajo la buena nueva. El que persiga con todo su corazón, obtendrá lo que desea. No seas de dos mentes.


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