Cuatro días para alumbrar un país

TOPSHOT - Former president Yaya Jammeh the Gambia's leader for 22 years, looks through the window from the plane as he leaves the country on 21 January 2017 in Banjul airport. Yahya Jammeh, the Gambia's leader for 22 years, flew out of the country on January 21, 2017 after declaring he would step down and hand power to President Adama Barrow, ending a political crisis. An AFP journalist at the airport saw Jammeh board an unmarked plane heading for an unspecified destination, seen off by a delegation of dignitaries and soldiers. / AFP / STRINGER (Photo credit should read STRINGER/AFP/Getty Images)

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Yahya Jammeh, exiliado en Guinea Ecuatorial

 

Por José Naranjo

 

Omar tiene 23 años y es músico. “Hoy es el día más feliz de mi vida, esto es como el paraíso en la Tierra”, asegura con una sonrisa. Es 22 de enero por la noche y Omar, junto a cientos de gambianos, se encuentra justo delante de la puerta del Palacio Presidencial de Banyul, rodeado de blindados y soldados senegaleses que han sido recibidos con vítores y aplausos, como héroes, como libertadores. Yahya Jammeh ya es historia y la alegría se vuelve contagiosa en este pequeño país que, en cuatro frenéticos días, ha hecho posible que el club de dictadores africanos pierda a uno de sus miembros más ilustres.

El 19 de enero amaneció soleado en Gambia. Justo ese día se cumplía el plazo dado por la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) al dictador Yahya Jammeh para abandonar el país. En distintos puntos de Senegal próximos a la frontera gambiana, tropas bajo mando de la CEDEAO, unos 7.000 soldados senegaleses y nigerianos aguardaban la orden de actuar, pero aún faltaba un último detalle. El ganador de las elecciones de diciembre y por tanto presidente electo, Adama Barrow, tenía que jurar su cargo para que Jammeh quedara, definitivamente, fuera de la ley. Esa tarde, la ciudad de Dakar se convertía en el inesperado escenario de la toma de posesión del nuevo presidente de Gambia, un hito rocambolesco e inédito.

Ni cinco minutos después de que Barrow, vestido con su habitual bubu blanco y con una seriedad a tono para la ocasión, levantara su mano derecha y jurara sobre el Corán, las tropas senegalesas comenzaron a avanzar y penetraron en suelo gambiano. Para entonces, el régimen de Jammeh estaba en pleno proceso de implosión tras el abandono y la deserción de ministros, oficiales, policías, funcionarios y hasta la vicepresidenta del país. En cuanto la CEDEAO comenzó a soplar, la casita de paja se vino abajo con estrépito. La mejor prueba fue que esa misma noche el jefe de las Fuerzas Armadas, el general Ousmane Badjie, celebró y bailó en las calles de Banyul la investidura de Adama Barrow.

20 de enero. A las once y media de la mañana, un avión procedente de Mauritania aterriza en la pista del aeropuerto de la capital gambiana. A bordo, el presidente guineano, Alpha Condé, y su homólogo mauritano, Mohamed Ould Abdelaziz. Son la última esperanza de mediación enviada por la CEDEAO. Las tropas senegalesas, que el día anterior habían traspasado la frontera gambiana, se repliegan a Senegal y aguardan el desenlace diplomático. Jammeh, más acorralado y solo que nunca, les recibe en el Palacio Presidencial.

La reunión dura toda la tarde y es aquí donde se discuten los últimos detalles de la rendición. Pese a su posición de debilidad, el dictador logra arrancar un acuerdo que respeta todos sus derechos civiles y políticos, que protege sus bienes y propiedades y que le permite regresar a Gambia “cuando lo desee”. La CEDEAO quiere evitar cualquier enfrentamiento y acepta. Esa noche, Abdelaziz emprende el camino de regreso a Nuakchot con la satisfacción del deber cumplido. Las calles de Banyul siguen desiertas. La partida de unos 45.000 gambianos y de miles de turistas en los últimos días, así como el cierre de bares y comercios, han convertido a la capital en una ciudad fantasma.

El 21 de enero otro avión aterriza en Banyul. En este caso es un pequeño Falcon del Gobierno de Guinea. Llega para recoger al presidente Condé, que había pasado la noche en el hotel Coco Ocean. Durante todo el día, los rumores sobre la inminente partida de Jammeh recorren la ciudad. Decenas de periodistas hacen guardia sobre la pista del aeropuerto hasta que, pasadas las ocho y media de la noche, llega la comitiva presidencial que ha tenido que escuchar abucheos y gritos de ‘Bye bye Jammeh’ a su paso por las calles de la ciudad. En el aeródromo, sin embargo, un grupo de partidarios del expresidente le despiden con llantos y gritos de alabanza. Sin demasiada ceremonia y tras escuchar el himno de su país, el dictador sube al Falcon y, desde la escalerilla, Corán en mano, devuelve el saludo a sus seguidores.

Tras hacer una primera escala en Conakry, el presidente y su familia vuelven a subir a un avión enviado hasta allí por Teodoro Obiang y parten hacia Guinea Ecuatorial, el país finalmente escogido por el propio Jammeh para vivir su exilio. Aunque en un principio se barajó Mauritania, Marruecos (la esposa de Jammeh es de origen guineano-marroquí) y hasta Nigeria (el Parlamento ofreció asilo al dictador, pero este no se fiaba), la opción escogida finalmente fue la antigua colonia española, donde reina otro tirano como él. La intención de encontrar un lugar seguro fuera del alcance de la justicia internacional es evidente.

Apenas unas horas más tarde, el 22 de enero por la mañana, el acuerdo alcanzado entre Yayah Jammeh y la CEDEAO, que recogía de manera explícita el fin de las operaciones militares en suelo gambiano, salta por los aires. Los soldados senegaleses vuelven a avanzar, en esta ocasión con la orden de llegar hasta Banyul. Entran por varios frentes, desde Farafenni, Seleti y Karang, y acceden a la capital sobre las cinco de la tarde. Su destino es el Palacio Presidencial, donde cientos de personas les reciben con vítores, aplausos y bailes. Su objetivo es garantizar la estabilidad y sentar las bases en materia de seguridad para el regreso a Gambia del presidente Adama Barrow.

Al mismo tiempo, la coalición ganadora de las elecciones, de la que saldrá el futuro gobierno de Barrow, hace público su rechazo al acuerdo alcanzado con Jammeh y asegura que no se contempla ninguna inmunidad hacia el ex presidente. Las tres primeras tareas anunciadas por el nuevo presidente serán la revisión de las cuentas públicas para evaluar si se ha producido algún tipo de robo de dinero público en la huida de Jammeh, la creación de una comisión de la verdad y la reconciliación y la restitución de la confianza de los gambianos en un gobierno que pretende “devolver a Gambia al mundo”.

Según el investigador y director ejecutivo de Africa Vanguard, Jeffrey Smith, solo dos cuestiones clave explican lo sucedido en Gambia. En primer lugar, la determinación de la CEDEAO a la hora de echar a Jammeh del poder; en segundo lugar, y no menos importante, la unidad de toda la oposición en torno a un solo candidato. Pero hubo algo más: la paciencia y la firme convicción de buena parte de la sociedad gambiana que supo aguardar el momento sin forzar la máquina para ver salir por la puerta al dictador que oprimió a este país durante 22 años. Un nuevo tiempo comienza para Gambia.

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