La Cumbre del Clima de París (COP21): ¿acuerdo histórico o farsa?

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Un “acuerdo histórico que hasta da “ganas de saltar —es el caso de la ministra de Medio Ambiente sudafricana, Edna Molewa— o un “fraude”, que en el mejor de los casos se queda en “pantomima. Sacar conclusiones en términos de éxito o fracaso de la cumbre climática de París (COP21) es tarea complicada, ya que los expertos y comentaristas especializados no se ponen de acuerdo. En general, es notable el optimismo entre los representantes políticos participantes –no podía ser de otra manera después de llegar a un texto consensuado por 195 países–. En opinión del portavoz del grupo africano, el maliense Seyni Nafo, se trata en general de un buen acuerdo para África, pero mantiene ciertas demandas no satisfechas por las que habrá que trabajar en la próxima cumbre climática (la COP22, se celebrará a finales del 2016 en Marruecos).

El acuerdo

El acuerdo se reafirma en el objetivo de que la tierra no supere por más de 2ºC las temperaturas medias de los tiempos preindustriales, e introduce una nueva meta más ambiciosa: limitar esta subida a 1,5ºC. Actualmente, sin embargo, ya se habría producido un incremento de 1ºC y parece difícil que se pueda contener la cifra a corto y medio plazo. Por otra parte, se ratifican acuerdos anteriores de crear un fondo que alcance, en 2020, los 100 mil millones de dólares anuales, dedicados a ayudar a los países menos desarrollados en la reducción de emisiones (mitigación) y en la lucha contra los efectos del cambio climático (adaptación). Además se establece que esa cantidad debe ser un mínimo revisable al alza. El acuerdo también supone una mejora en los mecanismos para desarrollar los compromisos nacionales de emisiones que, considerados de manera conjunta, deben servir para cumplir el gran objetivo de limitar la subida de temperatura. El pacto se detiene en el impulso al desarrollo de las energías renovables sin mencionar a los combustibles fósiles. Abre la puerta al protagonismo de las tecnologías de captura de carbono al tiempo que anima a que las países y empresas realicen una transición hacia una economía más verde. El acuerdo, que como tratado internacional tiene carácter vinculante —aunque los compromisos concretos de mitigación y financiación quedan fuera de la obligatoriedad jurídica— entrará en vigor en 2020 y sus objetivos serán revisados cada cinco años a partir de 2025.

 

COP21

África

Uno de los éxitos africanos en la cumbre es haber conseguido que la Unión Europea, Suecia y el G7 comprometan 10 mil millones de dólares con la Iniciativa de Energía Renovable Africana. Según el ya citado Seyni Nafo, este dinero permitirá que el desarrollo de las energías verdes en el continente se produzca el doble de rápido. El tratado introduce también el concepto de pérdidas y daños, muy importante para los estados insulares y para el África, cuyos ecosistemas sufren ya las consecuencias del cambio climático. Sin embargo, queda esto de momento en una declaración de intenciones a desarrollar en futuros encuentros. Actualmente, los países desarrollados aportan anualmente, según un estudio de la OCDE 62.000 millones de dólares a los países en vías de desarrollo para el clima. La COP21 ha dotado el fondo verde climático —propuesto ya en 2009, en Dinamarca—con 100 mil millones. Sin embargo, tres cuartas partes del dinero se dedica a la mitigación. África, que contribuye con poco más de un 2% a las emisiones mundiales antropogénicas de CO2, obtendrá, por tanto, una cantidad discreta de ese dinero a menos que esto se revise satisfactoriamente en la cumbre de Marruecos. La Alianza Panafricana de Justicia Climática, plataforma medioambiental que integra numerosas organizaciones civiles, se lamenta de que, tal como esta ahora, “el acuerdo no conseguirá mantener el mundo por debajo del 1,5ºC, lo que se traducirá en inundaciones, sequías, aumentos del nivel del mar y conflictos en África”. Predicciones no muy distantes a las elaboradas por el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Naciones Unidas. La propia COP21 no ha sido ajena a otros asuntos como el tema migratorio, vinculándolo también con el débil acceso a la energía y con aspectos climáticos que hacen a África especialmente vulnerable.

Conclusiones y críticas

Casi todas las organizaciones ambientalistas se ponen de acuerdo en que son positivos el hecho en sí de haber alcanzado un acuerdo, la mención explícita al grado y medio —que sugiere una mayor ambición que en anteriores cumbres— y que es el primer acuerdo climático de verdadero carácter internacional, lo que en cualquier caso puede interpretarse como un primer paso. Un aspecto positivo es también el establecimiento de evaluaciones sobre la consecución de los objetivos cada cinco años. Sin embargo, bastantes organizaciones señalan que para salvar el acuerdo se han producido concesiones en aspectos cruciales. Una de ellas —en deferencia a los países productores de petróleo y gas natural— es que se haya evitado la mención a las emisiones de los hidrocarburos, centrándose en el balance entre emisiones y sumideros; otra, para favorecer en este caso la firma estadounidense y evitar problemas a Obama con el partido republicano fue que las limitaciones de emisiones nacionales no tuvieran un carácter jurídico vinculante. Para los descontentos con el resultado, el texto es vago y poco realista, ya que pretende cumplir un gran objetivo sin atreverse a formular y emprender una serie de acciones necesarias como, por ejemplo, asegurarse de que la mayor parte de los combustibles fósiles permanecen en el subsuelo.

Habrá que esperar a la próxima cumbre en Marruecos que —sobre territorio africano— deberá servir para profundizar en los conceptos de reparación por daños y pérdidas, la adaptación, o el desarrollo de las renovables en un continente con millones de personas al margen de los sistemas eléctricos. Tendremos más pistas entonces para evaluar los sucedido en diciembre de 2015 en París.

 

Gonzalo Gómez

Fuente imágenes : COP PARIS y Ron Mader

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