Editorial: Una nueva humanidad

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Publicamos en el número de julio-agosto una entrevista con la periodista y colaboradora de MUNDO NEGRO Lucía Mbomío, que nos presenta su novela Hija del camino. Entre biografía y ficción, la protagonista es una española con antepasados guineanos que vive en la encrucijada de las identidades y que afronta situaciones de discriminación racista. Es una lacra a la que España no es ajena: lo vemos en la explotación de migrantes en los campos, en el acoso que sufren los centros de menores no acompañados o en la penosa situación de las cárceles disfrazadas de Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), que esperamos que sean cerrados definitivamente.

La entrevista se hizo antes del asesinato del afroamericano George Floyd, asfixiado bajo la rodilla de un policía blanco en la ciudad estadounidense de Mineápolis. Las imágenes de este crimen han despertado una comprensible ola de protestas contra la discriminación y la violencia policial e institucional que sufren las personas negras en Estados Unidos y en otras partes del mundo. Desde África tampoco han faltado las denuncias.

El racismo es fruto de la ignorancia, de la ceguera humana, y constituye una manifestación más de la crisis que padecemos. Crisis ecológica, en un planeta que no soporta más nuestra depredación y consumismo; crisis de valores morales y sociales, que tienen en la indiferencia hacia el prójimo una de sus expresiones; crisis democrática y política, con un aumento de los extremismos; crisis cultural y de pensamiento; crisis eclesial también. En definitiva, crisis de humanidad en un mundo violento y egoísta, fundado sobre la separación y la competencia, que se está manifestando insostenible. A pesar de los innegables avances técnicos en medicina y en muchos otros campos, puede que esta sea una de las sociedades más desiguales de la historia, en la que cohabitan la obscena opulencia y el despilfarro con la miseria de millones de personas. Con la diferencia, además, de que ahora lo sabemos y tenemos los medios para evitarlo. ¿Qué pensarán las generaciones futuras de este mundo desquiciado, donde la guerra es una alternativa? El temor es que seremos juzgados severamente. Hemos creado un sistema perverso que funda el bienestar de pocos en la miseria de muchos, con un discurso hipócrita en materia de lucha contra la pobreza. ¿Realmente Europa, Estados Unidos o China quieren que África se desarrolle?

Lejos de todo pesimismo, la buena noticia es que somos más conscientes de la insostenibilidad de nuestro mundo. La crisis sanitaria que estamos viviendo ha acelerado, sin duda, este posicionamiento. Necesitamos una mirada nueva, más fraterna, un mundo diferente donde podamos respirar, donde actitudes como el racismo no tengan cabida y donde el compartir prime sobre el acaparamiento.

No conseguiremos esta nueva humanidad maquillando el sistema actual. Necesitamos una revolución radical, pacífica y entusiasta de la que surja una cultura de auténtica colaboración y fraternidad. Tampoco lo conseguiremos sin una espiritualidad que nos desvele que somos más que materia consciente. Las auténticas tradiciones espirituales del planeta nos empujan en este sentido. Para los cristianos es Cristo el fundamento de esta espiritualidad de comunión que se opone a la unificación globalizante que, en ocasiones, uniformiza sin proteger las culturas minoritarias. La espiritualidad de comunión es unidad en la riqueza de la diversidad y el respeto al otro. En Cristo nos descubrimos hermanos y hermanas poderosamente unidos por el bien común, desde la casa común y por un futuro común donde nadie se quede atrás.

Ilustración: 123RF/ Mundo Negro



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