Espera

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Pasa el día esperando la llegada de aviones al pequeño aeropuerto de su ciudad con la esperanza de que alguno de los viajeros o turistas le contrate como taxista. «Es casi como mendigar. Tienes que pelearte con muchos compañeros para ser el seleccionado y eso no está bien», comenta.

Antes de la pandemia las cosas no eran así. Trabajaba para una agencia y también tenía clientes fijos que le avisaban cuando llegaban. Él les organizaba la estancia: hotel, safaris, visitas…

Los turistas están regresando poco a poco, pero nada que ver con lo que Arusha era años antes. Una ciudad que vivía en torno al turismo, especialmente el de safaris. Miles de personas acudían a esa ciudad del norte de Tanzania para comenzar su cita con la naturaleza y los animales salvajes. Las grandes agencias que han sobrevivido ponen a punto sus camiones y land cruisers a la espera de que las hordas de extranjeros vuelvan a demandar sus servicios. Los conductores, guías, mecánicos, cocineros, ayudantes para montar los campamentos… viven con la esperanza de que sus antiguos jefes vuelvan a contratarlos. Los ojeadores y guías de caza sueñan con que su negocio también se reactive. Aunque parece que los cazadores son más fieles que los turistas y su tráfico ha sido más constante.

Arusha es una ciudad que vive con el aliento retenido, a la espera de que todo cambie, de que en los próximos meses sus calles vuelvan a estar plagadas de grandes vehículos camino del Tarangire, Ngorongoro, Serengueti, lago Victoria… Que la vida vuelva a ser lo que fue, aunque para muchos nunca más regresará esa oportunidad. Demasiado tarde.

La pandemia ha destruido la normalidad de esa ciudad porque, a pesar de que el país negara la existencia de la enfermedad, el flujo de visitantes se cortó. Muchas personas que vivían del turismo perdieron sus trabajos. «Son muchos los que no han tenido más remedio que regresar a sus aldeas y volver a trabajar la tierra. Para empezar la nueva vida tuvieron que vender sus coches, por lo que ya no hay marcha atrás para ellos», comenta Penda mientras sortea el tráfico de su ciudad. Eso son los más afortunados, porque al menos tenían algo con lo que conseguir un dinero que les permitiera iniciar una nueva vida, pero la mayoría no tenía esa suerte y sin empleo y sin medios de vida han caído en una pobreza que nunca antes habían vivido. 

«Yo rezo todos los días y mi dios es poderoso, por eso he podido sortear la crisis y, aunque lo he pasado mal, aquí estoy. Dios es grande y nunca abandona a los suyos», explica Penda con una sonrisa de oreja a oreja mientras Diamond Platnumz invade el vehículo de bongo flava. «No ha sido fácil, he tenido que hacer cosas que antes nunca habría pensado hacer, como pelearme con mis compañeros por conseguir un cliente. Eso no está bien, pero tengo que pensar en mi familia».

En la imagen: Varios vehículos cruzan la zona del Ngorongoro (Tanzania). Fotografía: Getty


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