¿Expolia la Unión Europea las aguas de Senegal?

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La gestión de los recursos pesqueros condiciona el futuro de Senegal

Por María Rodríguez desde Dakar (Senegal)

Senegaleses que migran a Europa, pescadores del país africano, activistas y medios de comunicación reiteran que el acuerdo de pesca entre la Unión Europea y Senegal está expoliando sus aguas, obligándoles a abandonar su país en busca de una mejor vida. Todas las miradas se focalizan en el acuerdo mientras que la realidad es mucho más compleja y las responsabilidades de la sobrepesca recaen en los diferentes actores implicados.

«Los acuerdos con la Unión Europea (UE) no nos convienen porque son esos barcos de pesca los que nos empujan a irnos. ¿Por qué Europa no deja de saquear nuestros recursos? Si deja de hacerlo sé que la gente se quedará aquí para trabajar nuestro mar». Quien habla es Mustafa Diouf, presidente de la Asociación de Jóvenes Repatriados de Thiaroye-sur-Mer, localidad periférica de Dakar, la capital de Senegal, desde donde salieron cientos de personas, él entre ellas, en la denominada crisis de los cayucos en 2006 hacia Canarias.

Su discurso es compartido por muchos pescadores senegaleses y personas que llegan a Europa de manera irregular, así como por oenegés medioambientales y de derechos humanos, y se ha expandido en medios de comunicación españoles y senegaleses para explicar por qué decidieron migrar: los pescadores locales no pueden competir con los barcos pesqueros industriales extranjeros, entre ellos los de la UE, que dejan sin pescado las aguas de Senegal, obligándoles a abandonar su país.

No obstante, según los últimos datos recogidos por el Gobierno senegalés –en 2018–, las capturas de la UE en aguas senegalesas representaron un 1,46 % del total. El último informe de la Dirección de Pescas Marítimas de Senegal cifró en casi 525.000 las toneladas producidas ese año por la pesca marítima artesanal e industrial –tanto nacional como extranjera–, siendo el 76 % capturado por la artesanal (398.643 t) y el 24 % (126.209 t) por la industrial. Dentro de ese 24 %, la UE representa, con 7.648 toneladas, un 6 % de estas capturas.


Un pescador tradicional prepara sus redes en el río Casamance. Fotografía: John Wessels / Getty


Acuerdos desde 1979

El primer acuerdo de pesca entre la UE y Senegal data de 1979. Entre ese año y 2006, Senegal le permitía capturar especies pelágicas pequeñas, entre las que se encuentra la sardinela, un pescado muy importante en este país africano, utilizado para la preparación de su famoso plato, el chebuyén. Beatrice Gorez, coordinadora de la Coalición por unos Acuerdos Pesqueros Justos (CAPE, por sus siglas en francés), asegura que estos acuerdos tenían «un enorme impacto para la pesca local». Tras su expirar en 2006, el acuerdo de pesca entre Senegal y la UE no se reactivó hasta 2014, año en que cambiaron las condiciones –que se mantienen en la actualidad– con una reducción en 2020 de las cantidades que los barcos europeos pueden capturar. 

En la actualidad, el acuerdo permite a 45 barcos españoles, franceses y portugueses pescar en aguas senegalesas 10.000 toneladas de atún y 1.750 de merluza negra al año. Del total, solo dos barcos no se dedican al atún –dos arrastreros españoles que capturan merluza negra y representaron en 2018 el 0,2 % (1.362 t) del total de capturas en aguas -senegalesas–, según el Gobierno de Dakar. 

Gorez explica que «el atún no pertenece a Senegal, es una especie que migra por todo el océano y pasa una parte del año, algunos días a veces, en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Senegal. Los barcos europeos pagan a Senegal (el derecho de entrada) para venir a pescar el atún».Ese derecho lo gestiona la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (ICCAT, por sus siglas en inglés), con sede en Madrid, que asigna la cuota a cada país.

En cuanto a los dos arrastreros que pescan merluza negra, Gorez indica que «son solo dos barcos, no es mucho, pero la merluza es una especie compartida también con Mauritania y sobrexplotada», por lo que para la CAPE «siguen siendo un problema». 

Aliou Ba, asesor político de la campaña «Océanos», de Greenpeace África, argumenta que la UE no debería pescar la merluza negra al estar sobreexplotada y porque, al ser pescada por la flota artesanal senegalesa en Kayar, entra en competencia con los pescadores locales. 

El informe de julio de 2018 relativo al acuerdo de pesca firmado por Senegal y la UE, elaborado tras la reunión anual de los comités científicos conjuntos, indica que la media anual de las capturas artesanales de merluza en Senegal en los últimos 10 años es de unas 50 toneladas y que los principales desembarcos artesanales de merluza negra, estimados por el Puesto de Control de Pescas y de Vigilancia de Kayar fueron de 25,5 toneladas en 2016 y de 32,1 toneladas en 2017. Son cantidades pequeñas debido a la profundidad a la que se encuentra esta variedad.

Además, el informe de 2018 de la Dirección de Pescas Marítimas de Senegal indica que la UE pescó 1.246 toneladas de merluza y 115 toneladas de otras especies con tres arrastreros españoles. Según el mismo documento, la flota industrial nacional senegalesa cuenta con cinco barcos dedicados a la merluza que pescaron 4.550 toneladas es mismo año.

La embajadora de la UE en Senegal, Irène Mingasson, explica que «el consumo de la cuota de merluza también se controla con frecuencia, para garantizar que no se repitan los excesos que puedan haber ocurrido en el pasado» y que la cantidad que se pesca –la cuota– se fija sobre las recomendaciones científicas de la Comisión de Pesca para el Atlántico centro-occidental de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO).


Pescadores en Saint Louis piden más licencias de pesca en febrero de 2018, coincidiendo con una visita a Senegal del presidente francés, Emmanuel Macron. Fotografía: Philippe / Wojazer/ Getty


Barcos y cayucos

A principios de 2020, la noticia de que el Gobierno senegalés podría conceder 52 licencias a barcos chinos movilizó al sector pesquero del país africano. Finalmente las autoridades informaron de que habían decidido rechazarlas, pero asociaciones de pescadores y organizaciones como Greenpeace temen que esas 52 embarcaciones, y otras, estén pescando con licencias obtenidas a través de las llamadas sociedades mixtas.

Se trata de empresas cuyo 51 % del capital está en manos senegalesas, por lo que a los barcos se les concede la bandera del país y pueden faenar como si fueran nacionales. «Algunas de esas sociedades son europeas –españolas, francesas e -italianas– y últimamente hay cada vez más barcos con el nombre Fu Yuan Yu, que todo el mundo sabe que no respetan la reglamentación y que han sido sancionados en otros países», asegura Ba. «Es por eso por lo que el Gobierno dice que no hay chinos. Son juegos de palabras», añade.

Pero, además de los barcos de origen extranjero, en Senegal se ha producido en los últimos años una explosión del número de cayucos, como advierte Gorez al explicar que «el fenómeno de desertificación hace que mucha gente se dedique a la pesca como último recurso si no hay trabajo en el campo. Y como el acceso a la pesca artesanal es aún bastante libre, tienes un aumento muy fuerte del número de cayucos».

«En la presión que se ejerce sobre las existencias de peces, los barcos extranjeros tienen una responsabilidad, pero también hay una presión pesquera ejercida por la pesca tradicional, digámoslo con valentía», declara quien fue director de Pesca en Senegal, Ndiaga Gueye, oficial principal de Pesca y Acuicultura de la Oficina Regional para África de la FAO.

Según Gueye, si hace unos 50 años había entre 2.000 y 3.000 cayucos en Senegal, hoy serían en torno a 20.000. Pero el presidente de la Asociación por la Promoción y Responsabilidad de los Actores de la Pesca Artesanal Marítima (-Aprapam, por sus siglas en francés), Gaoussou Gueye, cuestiona la mayoría de las cifras relacionadas con el sector pesquero en su país, y también pone en entredicho la cifra de que el sector pesquero genere en Senegal unos 600.000 empleos, porque lleva escuchando esa misma cifra una veintena de años. También se pregunta si es real el número de cayucos que, según indica, está cifrado en 19.000. Alude al desconocimiento del número real de licencias concedidas a barcos industriales, señalando que solo se tiene conocimiento de los 45 que faenan bajo el acuerdo de la UE; y, finalmente, señala el desconocimiento sobre las existencias reales de pescado.


Un pescador descarga el pescado destinado a la exportación en los muelles de pesca de Hann-Bel Air. John Wessels / Getty

Desconocimiento

«¿Cómo podemos asignar licencias sobre un stock del que no hemos hecho una evaluación precisa para saber qué cantidad hay disponible?», se pregunta Gaoussou Gueye. -Porque el único barco de investigación oceánica del Gobierno senegalés, el Itaf -Deme, lleva desde 2016 sin evaluar los recursos pesqueros por falta de financiación –actualmente esta siendo rehabilitado y recertificado gracias al apoyo financiero del acuerdo con la UE–, y el último estudio acústico en aguas de Senegal fue realizado en 2017 por el buque de investigación noruego Dr. Fridtjof Nansen en colaboración con la FAO.

Ndiaga Gueye asegura que hay un problema de sobrexplotación de la mayoría de las especies a nivel -mundial «y Senegal no escapa a la norma». Bajo petición de -anonimato, un pescador español asegura que «la sobrepesca se nota en la -misma -actividad del puerto» de Dakar. «Aquí no hay control en el desembarco, en Europa sí. Ahora mismo está lleno de asiáticos, de chinos mayoritariamente, descargando, descargando y descargando pescado. Tienen una actividad frenética», asegura.

Preguntado por el acuerdo entre la UE y Senegal, Ndiaga Gueye señala que «contribuye a la presión de la pesca en Senegal, pero decir que la situación actual de la pesca es la que es debido al acuerdo, creo que es una conclusión apresurada».

La embajadora de la UE en Senegal argumenta que «si no hay recursos no es porque los barcos europeos vengan a pescar aquí», sino porque «hay un problema profundo de gestión de este recurso (pesquero) que debería ser objeto de un plan muy detallado y de una -reestructuración de la gestión del recurso y del sector. Y eso es responsabilidad del Gobierno de Senegal, incluyendo al conjunto de actores implicados».

No obstante, en este contexto, chirría que los acuerdos de pesca de la UE con terceros países se denominen «Acuerdos de asociación de pesca sostenible». «Es incomprensible que la UE firme los llamados “acuerdos de pesca sostenible” sobre recursos que actualmente no se explotan de forma sostenible. Hay una contradicción», argumenta el asesor político de Greenpeace África. «¿Cómo se puede decir que hacemos pesca sostenible si no está gestionada?», se pregunta Gorez al señalar que a pesar de que lo intenta, y aunque no es culpa suya, la UE no hace lo suficiente para asegurar que los países implicados intenten gestionar los recursos. 

Por su parte, Mingasson dice que son sostenibles en el sentido de que «crean efectivamente un marco sostenible para la gobernanza de la pesca, entre otras cosas por la especial atención que prestamos a la investigación pesquera, la transparencia de los datos sobre nuestras actividades y las medidas de protección de los recursos y las pesquerías locales».


Dos trabajadores se toman un descanso en el puerto de Mbour. Fotografía: John Wessels / Getty

Migración y sobrepesca

Preguntada por la relación que se establece entre los acuerdos pesqueros con la UE y la migración irregular, a Mingasson le parece «una conclusión apresurada y desafortunada que no ayuda a resolver la situación».

Para Gorez «está claro que hay una relación entre la falta de pescado, la disminución de los recursos y la migración», pero «es difícil crear un vínculo directo entre la presencia de barcos europeos y la migración».

Pero Gaoussou Gueye, cuya asociación tiene sede en Mbour, un importante puerto pesquero senegalés en la región de Thiès, sí siente que hay un aumento en la migración entre los pescadores en las últimas tentativas para llegar a Canarias desde las costas de Senegal a finales del año pasado.

Según un estudio publicado en enero de este año por el Observatorio Senegalés de Migraciones, situado en Saint Louis, de 1.072 personas interrogadas tras ser arrestadas en las costas de Senegal entre septiembre y noviembre de 2020 al intentar migrar de manera irregular, 714 eran pescadores y 79 pescaderos, es decir, el 74 %. Aly Tandian, presidente del Observatorio, asegura que esto no ocurrió en la crisis de los cayucos de 2006, cuando «la presencia de pescadores era mínima».

Daouda Ndiaye, pescador y animador de una radio comunitaria en Mbour en la que se dedica a informar y sensibilizar sobre la pesca, asegura que las zonas de pesca están cada vez más lejos y que «ahora los peces que tirábamos nos los comemos, nos comemos todo». 

Sin pelos en la lengua, responsabiliza de la falta de pescado a las malas prácticas en el sector, también en la pesca artesanal, como el uso de redes con las que se atrapan peces juveniles. Indica que no hay una cuota, «todo el mundo puede hacer lo que quiera. Un agricultor o un ganadero puede venir a pescar, no hay reglas». «Hay falsas licencias, también hay quienes han entrado de manera ilegal. Las cifras exactas son difíciles de conocer», añade.

«La verdad, no son los europeos. Son las sociedades mixtas o los chinos, que pescan en condiciones que ignoramos», añade al indicar que «hay desinformación y muchos no comprenden», y que cuando lo explica en la radio no le creen que la UE haga «pesca selectiva» y le acusan de estar pagado por la UE para decir eso.

«Esto es lo que hace que los jóvenes pescadores vayan a Europa a buscar un Dorado que no existe –concluye–. Se debe a nuestros Estados y a la mala gestión de nuestros recursos pesqueros».  

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