La experiencia de un secuestro

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La Iglesia y la sociedad colombianas se están viendo profundamente sacudidas por el testimonio de la Hna. Gloria Cecilia Narváez, una religiosa misionera que fue secuestrada en Malí por un grupo de hombres armados afiliado a Al Qaeda, que la retuvieron en su poder durante casi cinco años.

La odisea de la Hna. Gloria, colombiana y perteneciente al instituto de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, comenzó el 7 de febrero de 2017 en Koutiala, al sur de Malí, donde desarrollaba su labor misionera cuidando a niños huérfanos junto a otras dos religiosas colombianas y una burkinesa. Varios integrantes del movimiento yihadista Nusrat al Islam wal Muslimin (grupo de apoyo al islam y a los musulmanes), activo en la región del Sahel, asaltaron la misión. Al no encontrar el dinero que buscaban, los terroristas optaron por llevarse a la más joven de las religiosas con el objetivo de pedir un rescate por ella, como ya habían hecho con otros misioneros y cooperantes europeos en la zona del Magreb. La Hna. Gloria, que era la superiora y directora del orfanato, convenció a los secuestradores de que se la llevaran a ella en lugar de a su compañera.

Durante cuatro años y ocho meses se supo muy poco de la religiosa secuestrada. Sin embargo, los servicios diplomáticos y de inteligencia de varios países –incluidos Italia, el Vaticano y Colombia– trabajaban para lograr su liberación.

El día 9 de octubre de 2021, los captores dejaron en libertad a la Hna. Gloria Cecilia Narváez. Todavía no está claro si la liberación fue consecuencia del pago de un rescate o de algún otro tipo de contraprestación.

La misionera, de 59 años, llegó a Roma al día siguiente de su liberación y se encontró con el papa Francisco en el Vaticano. Tras unas semanas de reposo y atenciones médicas en Italia, el 16 de noviembre regresó a su país natal.

Desde su llegada a Colombia, la religiosa no ha dejado de testimoniar ante los medios de comunicación y en encuentros con grupos eclesiales la experiencia vivida en Malí y su pasión por la vida misionera.

La religiosa no oculta que durante su largo cautiverio sufrió constantes malos tratos e insultos por parte de los yihadistas. La amarraban a un árbol con cadenas en los pies para que no huyera y le redujeron a la mínima expresión tanto la comida como el agua, que muchas veces le daban mezclada con gasolina. La llamaban «perra de la Iglesia» y le aseguraban que la iban a matar por ser cristiana.

La religiosa también afirma que encontró, entre sus carceleros y la gente de los poblados que atravesaban, personas que le mostraron compasión y trataron de socorrerla. Estas personas la ayudaron a mantener su fe en la humanidad.

En su testimonio, la misionera deja claro que la clave de su resistencia en medio de tanto sufrimiento fue su comunicación con Dios en la oración. Solía escribirle cartas en la arena del desierto o en un papel con un trozo de carbón, expresando su total e ilimitada confianza en Él. En sus intervenciones, la Hna. Gloria deja claro su firme compromiso misionero con los más pobres y necesitados, que la dura experiencia del secuestro ha contribuido a fortalecer. 



Fotografía: AFP

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