La Iglesia, faro moral en República Centroafricana

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Por Mons. Jesús Ruiz Molina



El pasado 10 de marzo, el papa Francisco me nombró obispo titular de la diócesis de Mbaiki, en República Centroafricana (RCA), de la que tomaré posesión el próximo 25 de abril. Acojo esta nominación con agradecimiento, como una concreción de mi vocación misionera comboniana, pero soy consciente de la carga pastoral que me espera. Llevamos ocho años y medio inmersos en un conflicto terrible, y como Iglesia estamos viviendo este sufrimiento junto al pueblo, no solamente con los cristianos, sino junto a todo el pueblo centroafricano. La Iglesia es un faro moral en el país, uno de sus puntos de referencia. En todos los sitios nos hemos quedado en medio de la guerra, desbordados por la impotencia, allí donde la gente sufre. Tal vez el pueblo centroafricano ha percibido esto, porque en Bangui, la capital, se han triplicado las personas que piden iniciar el catecumenado para bautizarse.

Como Conferencia Episcopal centroafricana tenemos muy claros tres aspectos. El primero es la reconstrucción del tejido social. No la reconstrucción de los hospitales que nos han destruido o las escuelas que nos han quemado –eso vendrá después–, ahora es tiempo de reconstruir los corazones, curar sus heridas y desgarros, porque en casi todas las familias lloran por personas que han sido masacradas: el país está lleno de fosas comunes y se ha creado un odio terrible. Tampoco debemos olvidar al millón y medio de desplazados internos y de refugiados que tienen que regresar a sus hogares. Todo esto va a exigir un trabajo pastoral inmenso.

En segundo lugar está la justicia. Nunca habrá una paz auténtica sin justicia, y ahora mismo la impunidad es total en RCA. Los asesinos de miles de personas han sido nombrados consejeros ministeriales, a pesar incluso de que algunos están perseguidos por el Tribunal Penal Internacional (TPI). El 15 de noviembre, en Alindao, fueron asesinadas 150 personas, entre ellas el vicario general de la diócesis y el párroco. Desde la Conferencia Episcopal interpusimos una denuncia que ha sido aceptada por el TPI. La justicia no es venganza, las víctimas necesitan ser escuchadas porque de lo contrario nos encontraremos con una paz que cohabitará con unos corazones terriblemente heridos.

Exterior de la parroquia de Mongoumba (RCA), donde trabajó el nuevo obispo de Mbaiki. En la imagen superior, el nuevo obispo de Mbaiki, Mons. Jesús Ruiz Molina, saluda al papa Francisco. Fotografías: Archivo personal de Jesús Ruiz.



Por último, nos encontramos ante la misericordia, que debe llevarnos hasta la reconciliación y el perdón, pero que va a necesitar tiempo hasta que pueda sanar todas las heridas. Desde la Iglesia hemos recordado muchas veces que los musulmanes centroafricanos tienen derecho a estar en su país, y esto nos hace impopulares. Al cardenal -Dieudonné Nzapalainga lo han llegado a insultar por predicar la reconciliación y que cristianos y musulmanes podamos vivir juntos. En mi parroquia de Mongoumba me llamaban «el Chadiano» por haber defendido a los musulmanes. Cuando, en 2017, celebré allí una eucaristía de acción de gracias por mi ordenación episcopal, fui abucheado durante la homilía por mi propia comunidad cuando les dije que hasta que los musulmanes que habían huido del país no regresaran, no seríamos el pueblo que Dios quiere. Por eso es fundamental la reconciliación, en el sentido de la fraternidad universal, que la Iglesia siempre ha anunciado y que es específica de ella.

En pocos días comenzaré mi servicio pastoral en Mbaiki, una diócesis extensa, de 20.000 kilómetros cuadrados y unos 300.000 habitantes, de los cuales un 20 % son católicos. Contamos con 10 parroquias, siete sacerdotes diocesanos y una docena de sacerdotes religiosos, además de una treintena de religiosas, casi todas congoleñas. Contamos con muy poco personal, pero estamos muy apoyados por los catequistas y por muchos laicos comprometidos. Entre todos tendremos que concretar en la diócesis la reconstrucción, la justicia y la misericordia. En Mbaiki no ha quedado ni un solo musulmán, sus negocios han desaparecido y todas las mezquitas han sido destruidas. No podemos eludir esta situación y tendremos que hacer todo lo posible para que puedan regresar.

Un aspecto que me toca el corazón es el pueblo pigmeo, presente en todas las parroquias de la diócesis. A pesar de su número, son entre 15.000 y 20.000, componen una minoría aplastada por el resto de la población. Nuestra diócesis también deberá dar una respuesta positiva a estos hermanos nuestros. Ya tenemos algunas escuelas y otras iniciativas específicas para ellos, pero yo sueño con un plan pastoral específico para este pueblo.

Tampoco podemos eludir la cuestión ecológica. Nuestro territorio está dentro de la cuenca del río Congo y sufre una explotación forestal a gran escala –se tala noche y día sin ningún control– que está acabando con la selva. Todo ello está unido a la explotación de los recursos mineros. La empresa rusa Lobaye extrae oro sin miramientos, contaminando todo el entorno sin contar los efectos que esto tiene para la población local. Nuestra pequeña Iglesia no tiene mucha fuerza, y todavía no sé cómo abordaremos todo esto, pero tendremos que trabajar en red y denunciar estas situaciones. Además, deberemos potenciar nuestro centro catequético para la formación en Justicia y Paz. De momento, me aferro a mi lema episcopal: «Me amó y se entregó por mí», porque la experiencia misionera nace de sentirse amado por el Señor, así que si consigo amar a mi pueblo, todo sacrificio valdrá la pena.




Nombre propio
Mons. Jesús Ruiz Molina, obispo electo de Mbaiki

Mons. Jesús Ruiz nació en La Cueva de Roa (Burgos) en 1959. Estudió en el seminario de Burgos hasta que acabó Teología e ingresó en los Misioneros Combonianos. En París se licenció en Pastoral Catequética antes de ser ordenado sacerdote en 1987. Su primer destino misionero fue Chad, país en el que estuvo 15 años, y del que guarda buenos recuerdos. «La Iglesia chadiana comenzó en los años 50, yo conocí a los primeros cristianos. Fue una gozada, una Iglesia bajo los árboles, veíamos crecer las comunidades cristianas que respondían masivamente al anuncio del Evangelio».

Tras un paréntesis en España, que dedicó al acompañamiento de jóvenes y como responsable nacional de los Laicos Misioneros Combonianos (LMC), en 2008 fue destinado a República Centroafricana (RCA). Allí inició la presencia permanente de la comunidad comboniana en la parroquia de Mongoumba, en la diócesis de Mbaiki, donde ya estaban los LMC. Junto a ellos y sus otros compañeros de comunidad desarrolló su labor pastoral apoyando, sobre todo, al pueblo pigmeo. 

En 2017 fue nombrado obispo auxiliar de la diócesis centroafricana de ­Bangassou. Su consagración episcopal tuvo lugar el 12 de noviembre de ese año.

El pasado 10 de marzo fue nombrado por el papa Francisco nuevo obispo de ­Mbaiki.

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