«La Iglesia misionera será la Iglesia del futuro»

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Mons. Martin Waïngue, obispo de Doba (Chad)
La diócesis de Doba fue erigida el 6 de marzo de 1989, y su primer obispo fue el misionero comboniano Michele Russo. Ahora, las riendas de la sede las lleva un sacerdote diocesano, Martin Waïngue, que afronta los retos de la pobreza, la falta de educación y la llegada de refugiados procedentes de la vecina RCA. De todo ello habla en esta entrevista concedida a MUNDO NEGRO.

 

Fue ordenado obispo en febrero de 2017, por lo que le tocó participar en uno de los encuentros de formación que la Santa Sede organiza para los obispos nombrados en los últimos meses. En la Audiencia con el Papa, el propio Francisco les emplazó a trabajar, a no sentirse como príncipes y a no cansarse de estar cerca de la gente. La invitación fue muy concreta.

Durante la audiencia, el Papa nos dijo que el obispo tiene que ser, en primer lugar, una persona de oración, una persona que anuncie la Palabra de Dios, puesto que el anuncio es el primer ministerio de nuestro servicio pastoral como obispos. También nos pidió que seamos personas de comunión, de comunión con la Iglesia, pero sobre todo que estemos cerca de los fieles.

El curso de formación coincidió con una semana especialmente complicada para la Iglesia por diversas noticias relacionadas con abusos sexuales cometidos en Alemania y Estados Unidos. ¿Les dijo algo el Papa sobre este ­asunto?

No, el Papa no dijo directamente nada de eso cuando se dirigió a nosotros, porque no puede en un discurso abordar todos los asuntos. Sin embargo, durante el curso sí se trató el tema de los abusos a menores. El Papa está llevando este tema con una gran seriedad, ya que se trata de un crimen contra la infancia que compromete gravemente la misión de la Iglesia. Las mismas vocaciones van disminuyendo porque, a causa de estos abusos, la gente tiene miedo de que los sacerdotes entren en contacto con jóvenes y niños. Debido a la gravedad de la situación, el Papa ha convocado para el próximo mes de febrero a todos los presidentes de las conferencias episcopales para tratar este problema, porque compromete gravemente la misión de la Iglesia.

 

Dos seminaristas ugandeses. Fotografía: Getty

África es un continente con una población joven y una Iglesia creciente. ¿Este problema puede salpicar a África?

La Iglesia africana ha puesto su atención sobre este problema. El abuso de menores está afectando espe­cialmente a América y a Europa, ­pero nosotros no podemos cerrar los ojos, no podemos pensar que este problema no afectará a otros lugares. También se da en África, dentro de la Iglesia africana. Estamos en un mundo en el que las noticias circulan con rapidez, y los jóvenes conocen casos que se dan en otras naciones, además de lo que ellos mismos observan en sus propios países. En la Iglesia africana consideramos este problema como algo muy serio.
Además, en nuestro continente hay un problema con los sacerdotes que tienen mujer. Eso es algo que se da dentro del clero. Hay sacerdotes que viven con mujeres y tienen dificultades con su sexualidad y, evidentemente, esto afecta a las vocaciones y a la misma misión de la Iglesia.

Gran parte de las vocaciones del mundo proceden del continente. ¿Cómo afrontan este reto?

Sí, las vocaciones son abundantes en África, pero son muy frágiles. Yo mismo he sido rector en el seminario mayor y veía la situación: ingresaban unos 20 jóvenes, pero finalmente quedaban muy pocos. La Iglesia tendría que invertir mucho más en la formación de los aspirantes al sacerdocio para discernir su vocación y mejorar su formación. Como medidas especiales, creo que lo más importante es la formación espiritual y la formación humana. Puede que se haya insistido mucho en su formación intelectual, pero falta la formación humana. Muchos seminaristas proceden de familias ­desestructuradas que no tienen la posibilidad de ofrecerles una formación de base, por lo que la nuestra tiene que completar esta carencia. Hay que insistir en la formación humana y espiritual. La Conferencia Episcopal de Chad ya ha detectado la fragilidad de las vocaciones.

Es usted el primer obispo de Doba que no procede de ningún instituto misionero presente en la diócesis. ¿Qué supone este cambio?

Yo lo dije durante mi ordenación episcopal: hemos recibido la herencia del primer obispo de la diócesis, que fue un comboniano italiano, con el cual se crearon las estructuras pastorales y físicas de la diócesis. Ahora hay que encontrar la manera de continuar con ellas. Hay estructuras, como un hospital, que requieren una gran responsabilidad. Tenemos que progresar en la autofinanciación sin depender de fuera e implicar mucho más a los fieles, algo que no es fácil.

 

Una comunidad en la diócesis chadiana de Doba. Fotografía: Archivo Mundo Negro

El caso de Doba es similar al de muchas comunidades africanas: la evangelización corrió a cargo de misioneros extranjeros pero, poco a poco, el clero y las comunidades religiosas locales van ocupando un papel cada vez más relevante. La impresión es que, en convivencia con los misioneros llegados de otros lugares, la Iglesia en África será africana o no será.

Está claro, no hay otra opción, aunque no se trata únicamente del punto de vista del personal, sino también de los desafíos a los que se enfrenta la Iglesia. No vamos a construir otra Iglesia: será la de Jesucristo. Tendremos que desarrollar estructuras eclesiales a partir de nuestra cultura y nuestros valores, pero no se trata de crear una Iglesia independiente; será siempre una Iglesia en comunión con el Papa. Es verdad que tratamos de enraizar la Iglesia por medio de la inculturación, y también tratamos de avanzar hacia una mayor autonomía, no solamente desde el punto de vista financiero, sino en el sentido de prestar un servicio de acuerdo a nuestra idiosincrasia africana, comprometiendo cada vez más a la gente. Pero, eso sí, será siempre un Iglesia comprometida con la Misión, porque si no existe el compromiso misionero, la Iglesia morirá. La Iglesia misionera, en comunión con la Iglesia universal, desde su enraizamiento cultural africano, será la Iglesia del futuro.

Habla usted de una Iglesia misionera. El Papa se ha referido a las periferias del hombre. ¿Qué periferias existenciales tiene la Iglesia de Doba?

¿Cómo hablar de las periferias de nuestra Iglesia? Nuestra Iglesia es joven y ha crecido en un ambiente específico: los pobres están ahí; los que no tienen medios para defenderse, ni gente que los defienda de la opresión y de la injusticia, están ahí; también los que no conocen a Jesucristo, que son muchos, y a los cuales la Iglesia tiene que defender trabajando por la justicia y la reconciliación… Luego están los jóvenes que no reciben educación alguna… Estas son las periferias en las que nuestra Iglesia tiene que centrarse para desarrollar su misión.

 

Dos operarios trabajan en 2002 en el oleoducto que lleva el petróleo chadiano hasta Camerún.

En su diócesis hay grandes reservas de petróleo. En teoría Doba es una zona rica.

Sí, tenemos petróleo. Doba es una diócesis asentada sobre petróleo, pero es también una diócesis con mucha pobreza. Con la explotación petrolífera la región se ha transformado; el país se ha transformado, aunque si vienes a Doba verás cuán pobre es. Organizaciones internacionales como el Banco Mundial la sitúan entre las más pobres de Chad. El petróleo no ha traído nada al país. Las reservas han ayudado mucho al Gobierno pero nada a la población. Cuando se terminó el trabajo no cualificado en la empresa extractiva, los agricultores que abandonaron sus cultivos tuvieron que volver a trabajar la tierra. Además, la gente ha perdido el dinero que recibió al comienzo de las prospecciones. Se encontraron con grandes sumas de dinero que no han sabido gestionar, y el resultado es que la gente se encuentra en la miseria. A todo esto se añade la crisis producida por la caída del precio del petróleo. El Gobierno se ha dado cuenta de esta situación, y ha llegado a la conclusión de que no se puede sustentar el futuro del país sobre la explotación petrolífera.

Le pregunto como ciudadano de Chad, ¿qué siente al ver cómo las multinacionales sacan los recursos de su país y el rédito de los mismos no llega a la población?

Es un gran problema, no solo de Chad, sino de todos los países africanos. Hay que denunciar que África se haya convertido en una reserva de materias primas, algo que afecta a todas las relaciones bilaterales, no solo a las económicas, porque hay relaciones políticas que se basan en esta concepción de África como reserva de materias primas sin beneficios para la gente. Esta relación tendría que beneficiar a ambos. Se tendrían que crear estructuras para transformar las materias primas en el país de origen y así poder dar trabajo a la gente. Mientras no se cambie esta relación, no será beneficiosa para la población.

 

Una niña centroafricana refugiada en Chad.

Volvamos a su diócesis, ¿qué importancia tienen los jóvenes para la Iglesia de Doba?

Esta es una gran preocupación para la diócesis. Los jóvenes son la población con la que contamos para el desarrollo del continente, pero hay que proporcionarles las dos cosas más importantes para ellos: formación y trabajo. Aunque nos encontramos con problemas, ya que las escuelas no funcionan como deberían y la gente no tienen la posibilidad de dar una formación que prepare a los jóvenes para el mercado laboral. Lo que la Iglesia hace, con sus escasos medios, es colaborar en la tarea educativa.

En cuanto al trabajo, más del 60 % de los jóvenes no tienen empleo, algo inquietante, incluso para aquellos que pueden estudiar aquí o en el extranjero. Cuando obtienen su título, no logran trabajar.

RCA está viviendo en los últimos años una situación muy complicada, que se traduce en una violencia permanente. Analistas y personal sobre el terreno repiten con cierta insistencia que tanto Chad como Sudán pueden ser, en cierta medida, corresponsables de la situación por sus injerencias en el país vecino. ¿La Iglesia en estos tres países ha abordado esta realidad?

La situación es muy compleja. En el año 2017 los obispos de África central tuvimos un encuentro en Yaundé, la capital de Camerún, donde compartimos nuestra preocupación por la situación de sufrimiento que vive la gente. En Chad estamos recibiendo a muchos refugiados procedentes de RCA. Sin embargo, desde la Iglesia somos conscientes de que no poseemos los medios suficientes para resolver esta situación. Además, me gustaría aclarar una cuestión. En RCA la evangelización llegó a todo el territorio, por lo que no es correcto indicar que el norte es musulmán y el sur cristiano. La opinión que trasladan los medios de comunicación es esa, pero en realidad no es así. Se han desplazado hasta el norte poblaciones musulmanas para justificar esa división religiosa dentro del país, pero donde se dice que hay una mayoría musulmana, lo cierto es que hay muchos cristianos.

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