Las 8 condenas de los presos en Níger

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Por María Rodríguez / Niamey (Níger)

Ilustraciones Angelines San José

 

Cárceles en Níger

 

El hacinamiento, la falta de higiene, alimentos y medicinas, la ausencia de actividades, la estigmatización y la lentitud administrativa para resolver cada caso dificultan la estancia en las cárceles a quienes han cometido un delito en este país africano.

 

 

Lo único que da un poco de alegría al lugar son las esterillas de colores donde duermen los prisioneros. “La vida del hombre no es nada” se puede leer, en francés, en una de las paredes de las celdas, de unos 10 metros cuadrados, donde habitan en torno a una quincena de hombres. Y también Alla ne mai rayawa, en hausa, una de las lenguas locales, que traducido al español quiere decir algo así como “Dios es dueño de la vida”. Paredes repletas de manchas y de polvo que muestran que llevan tiempo abandonadas a su suerte. Y, como esos muros, la mayoría de los que están encerrados entre ellos. Es una de las cárceles de Níger.

Terminar en una de las prisiones de Níger es una dura condena. Y no solo a causa de la que dicta el juez por el delito cometido, sino todo lo que conlleva estar encarcelado en uno de los 38 centros penitenciarios con los que cuenta el país más pobre del mundo: sobrepoblación de las celdas, alimentación insuficiente, descuido de los problemas médicos y de la higiene y, lo que peor llevan los prisioneros, la espera eterna para que se abra su caso, tenga lugar el juicio y se dicte una sentencia que limite el tiempo de encierro.

Según explica Adamou -Bibata Boubacar, directora general de Seguridad Penitenciaria y Reinserción en Níger, dos tercios de los reclusos se encuentran en prisión preventiva y aún no han sido juzgados. “El problema en Níger es que cuando te arrestan, tu dosier no se lee por el juez. Lo clasifican, y si no tienes abogado, que es la persona que puede conseguir agilizar el juicio, pueden pasar dos, tres y hasta cuatro años hasta que el juez te llame”, explica -Augustin -Hounkpé, un sacerdote redentorista en Niamey que intenta mejorar la situación de los prisioneros desde que, en 2011, la diócesis de la capital nigerina le encargara esta tarea. Hay veces que el crimen no merece más que dos meses de prisión, mientras que la -espera es de años. Pero, en un país donde el 43,6 por ciento de la población vive con menos de 1,25 dólares al día, pagar un abogado es un lujo que pocos pueden costear: entre 2.000 y 3.000 euros, según el caso.

En los últimos años, el número de prisioneros en Níger no ha hecho más que aumentar. A la lentitud administrativa se ha unido la inseguridad del país: en el norte de Níger transitan los yihadistas de Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y en el sur Boko Haram golpea con fuerza provocando grandes desplazamientos de población, así como una crisis humanitaria sostenida en el tiempo.

La psicosis ha ganado terreno desde que Boko Haram atacara en territorio nigerino en 2015, y muestra de ello son los cientos de detenidos como sospechosos. Tan solo en una de las cárceles de Níger hay 650 supuestos miembros de este grupo yihadista, así como 60 menores de entre 10 y 17 años a los que se considera también implicados. “Están llegando muchísimos presuntos terroristas o cómplices de Boko Haram que se han unido a los que esperan juicio y a los ya condenados. Así, hay aún más sobrepoblación que antes”, explica Hounkpé. Muestra del hacinamiento en las cárceles es la prisión central de Niamey. Construida para albergar a 350 presos, desde hace años acoge a entre 700 –“cuando no hay muchos”– y 1.000 personas.

 

Sanidad y alimentación

Fue en 1943, con Níger aún como colonia francesa, cuando se construyó este presidio en la capital del país. Entonces se estableció un presupuesto de 300 francos CFA (45 céntimos de euro) para la manutención de cada prisionero. “Tristemente a día de hoy esa cifra no ha sido modificada, a pesar de la promesa en reiteradas ocasiones de las autoridades de que habría una mejoría”, expresa Hounkpé. Con esa cantidad deben tener para comida, sanidad y vestimenta.

El hacinamiento y la falta de medios dan lugar a problemas de higiene, salud y alimentación. Que el Estado solo aporte esa exigua cantidad por prisionero da lugar a que los tratamientos para cualquier enfermedad consistan en proporcionar tan solo aspirinas y paracetamol. Así que “si no tienes familia que te mande otros medicamentos, tienes el riesgo de morir”, cuenta -Hounkpé. Asimismo, “la administración penitenciaria proporciona lejía para desinfectar las duchas tan solo una vez al mes”, dando lugar a que las enfermedades más frecuentes sean infecciosas.

 

 

En cuanto a la alimentación, “los centros de detención están obligados a ofrecer una comida al día, pero quien tiene familia puede comer dos veces. Si no tienes familia que venga a verte y te ayude tienes que hacer pequeños trabajos para los demás y así consigues comer”, explica este sacerdote.

Según Hounkpé, el 80 por ciento de los prisioneros tiene algún familiar que los visita, a pesar de lo cual tienen otra condena: la estigmatización. “El Corán dice que quien ha sido arrestado es porque ha hecho algo malo”, explica Hounkpé. Y en un país donde entre el 95 y el 98 por ciento de la población es musulmana “esto ocasiona que, una vez que se sabe que te han metido en prisión, la gente te evita de todas las maneras posibles”. También remarca este problema la directora general de Seguridad Penitenciaria y Reinserción nigerina, quien señala que “cuando se sale de prisión nadie quiere acercarse a los exprisioneros. Incluso su familia les rechaza”. La reinserción existe en algunas prisiones, pero aún se encuentra en estado experimental e insuficiente.

 

Mujeres y menores

Las mujeres cometen menos infracciones y son menos perseguidas. Sin embargo ellas, junto a los menores, son las más olvidadas porque, al no tener negocios como los hombres, no tienen dinero para pagar un abogado. El motivo del encarcelamiento de las mujeres muestra una parte oscura de la sociedad nigerina. Halimatou Boureima (nombre ficticio) no quiere hablar demasiado de lo que hizo para estar encerrada, pero revela que tiró agua caliente sobre la otra esposa de su marido. Ella no quería que él se casara otra vez. A Halimatou le acompaña uno de sus dos hijos pequeños de poco más de nueve meses. Es esta una imagen muy habitual en las cárceles nigerinas. Como explica Adamou Bibata -Boubacar “las mujeres cometen crímenes cuando el marido se casa o quiere tener una segunda esposa”. “No todas las mujeres están de acuerdo con la poligamia. Incluso estando de acuerdo, si el marido se ocupa de una más que de otra, se crean tensiones y celos que a -menudo desembocan en problemas entre ellas, sobre todo si el marido no tiene una casa para cada una”, apunta Hounkpé.

También hay casos de infanticidio. Este se produce sobre todo cuando se tienen relaciones prematrimoniales. “Estas están mal vistas, y si eres una chica joven y tienes un bebé antes de casarte, se considera un signo de mala moralidad. Tener un marido así es complicado”, cuenta la directora de Seguridad Penitenciaria y Reinserción, quien añade que “cuando hay un embarazo quiere decir que ha habido pecado y hay que deshacerse del feto”. Otro delito es el aborto. En Níger el aborto está solamente permitido por cuestiones médicas. En otras ocasiones el delito es el asesinato del marido, del novio o de la otra esposa. El proxenetismo y el tráfico de drogas son también habituales.

En el caso de los menores, la mayoría, el 95 por ciento, son niños de la calle que han robado. Por el momento no hay reinserción ni escuela, y suelen estar encarcelados entre 3 y 6 meses. Así que cuando salen vuelven a la calle. “Por el momento en Níger hay un centro de reinserción para menores, pero no funciona”, admite el sacerdote.

Los problemas encontrados en Níger no son únicos de este país. Muestra de ello es la Declaración de Kampala sobre las condiciones penitenciarias en África, surgida a raíz del seminario celebrado en 1996 en esta ciudad y en la que se critican “el nivel inhumano de hacinamiento en las prisiones, la falta de higiene, la insuficiencia o la escasa calidad de la alimentación, el difícil acceso a la atención médica, la carencia de educación o actividades físicas para los reclusos y las pocas facilidades que se dan a estos para mantener los lazos familiares”, así como que la “gran proporción de los reclusos permanece, a veces durante varios años, a la espera del juicio”.

Halimatou está sentada sobre la esterilla de su celda mientras observa a su pequeña que se cría en la cárcel. Han tardado tres años en juzgarla: lleva cinco años en prisión. Pero Halimatou se ha acostumbrado a esperar y como aquellos que escribieron en las paredes, se refugia en lo único que le queda, Dios y la oración. Y dice: “Dios ama a los pacientes”.

 

 

 


 

 

Augustin Hounkpé: “Se podría hacer más si tuviéramos los medios”

 

Fotografía: María Rodríguez

Lucien Lompo (nombre ficticio) tiene 36 años y lleva 19 en uno de los centros penitenciarios de Níger. Era un adolescente cuando entró en prisión. A la pregunta de por qué está encar­celado responde que por delincuencia, sin entrar en detalles. El motivo: la falta de medios por la pobreza. Dice que come dos veces al día y que las cosas han mejorado desde que entró: ahora hay ventiladores en las celdas, tienen una pastilla de jabón cada 15 días –en lugar de cada mes– y hay televisión y radio, que hacen el día a día un poco menos aburrido. “Si hubiera habido la posibilidad de estudiar mientras estoy encerrado habría tenido tres o cuatro carreras si hubiera querido”, dice. Pero no la hay.

Muchas de las mejoras de las que habla Lucien, en el caso de las cárceles de Niamey, han sido posibles gracias a Augustin Hounkpé, un sacerdote redentorista responsable de la Pastoral Penitenciaria de Niamey. “Si no estuviéramos ahí, la prisión no funcionaría, sobre todo en salud e higiene”, ­subraya.

Desde 2011 este sacerdote ha conseguido en las penitenciarías de la capital nigerina una televisión para los menores, equipar todas las celdas con ventiladores y lámparas, proporcionar máquinas de coser para realizar talleres de costura, así como hilos y telas. Ha aumentado el espacio en las celdas de las mujeres, pintado las celdas de los menores y construido un depósito de agua en una de las prisiones,  “porque cuando hace mucho calor y se va la luz no llega el agua”. También ha buscado el modo de mejorar la alimentación de los presos convirtiendo en huerto parte del jardín de una de las prisioness. Intenta que tanto los jóvenes como las mujeres realicen deporte dos veces por semana, entre otras actividades. Además, desde 2013, se ofrece una comida en Navidad y otra en Pascua a todos los internos.

Este sacerdote redentorista desvela que la diócesis de Niamey da algo más de 914 euros al año para asegurar el trabajo que realiza en dos prisiones del país. “Es mucho, pero es poco. Se podría hacer más si tuviéramos los medios”.

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