Liberia: Johnson-Sirleaf, premiada

Ellen Johnson-Sirleaf

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[Fotografía: Javier Sánchez Salcedo]

 

Ellen Johnson-Sirleaf rompió un grueso techo de cristal al convertirse en 2006 en la primera presidenta de un país africano, Liberia, aunque no se han colado muchas más mujeres después. La política, ya sustituida en la presidencia por el exfutbolista George Weah, ha sido ahora reconocida con el Premio Mo Ibrahim de Liderazgo Africano, que se dirige a jefes de Estado o de Gobierno democráticos que hayan dejado el poder en los tres años previos a la concesión. La fundación que dirige el magnate británico-sudanés, Mo Ibrahim, pretende así promover la democracia en África para lo que unge las expresidencias de una dignidad –y cinco millones de dólares– a la que parecen tener alergia un puñado de dirigentes con vocación de perpetuidad. Desde su creación, el Premio ha quedado desierto en seis ocasiones de 11 posibles, lo que no devuelve un bonito reflejo de la gobernanza en el continente. Mo Ibrahim lo justifica en que para tenerlo no basta con hacer un buen trabajo sino que debe destinarse exclusivamente a liderazgos «excepcionales y transformadores».

¿Es entonces Johnson-Sirleaf una líder excepcional? La Nobel de la Paz 2011 ha sido alabada por conducir su país hacia la reconciliación tras una virulenta guerra civil. Sin embargo, fracasó en su prometida lucha contra la corrupción y ha sido acusada de nepotismo: nombró a uno de sus hijos vicegobernador del Banco Central de Liberia y a otro, presidente de la Compañía Nacional de Petróleo. Entre sus críticos está Leymah Gbowee, activista liberiana que compartió con Johnson-Sirleaf el Nobel por su papel en la reconstrucción de la paz y la defensa de las mujeres. Ni en su propia formación (el Partido de la Unidad) ha encontrado Johnson-Sirleaf un resguardo; en enero, la liberiana fue expulsada con otros por haberse «inmiscuido» en las elecciones y «saboteado» a su partido. Tras 12 años de Gobierno, deja un país débil en infraestructuras, con discretos resultados en la lucha contra la pobreza y con la ­desigualdad en aumento. Eso sí, no sería justo juzgar este legado sin tener en cuenta el destrozo que supuso el Ébola, que golpeó al país entre 2014 y 2016.

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