Libre de ébola, la R.D. de Congo se enfrenta al coronavirus

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Kinshasa, con más de 11 millones de habitantes, es una ciudad con atascos eternos y mucha gente hacinada. Quien la conoce se da cuenta de que algo está pasando estos días. Las calles no están desiertas y se ven pasar algunos coches, pero este escenario no es el normal.


Desde hace una semana reina la psicosis y el miedo se apodera de la gente cada mañana cuando escuchan que se han registrado uno, tres o cuatro casos más de coronavirus. De momento, el ministro de Sanidad, Eteni Longondo, ha confirmado que en todo el país hay 81 casos, ocho fallecidos y tres personas curadas. En realidad, hablar de todo el país significa hacerlo solo de Kinshasa, donde se registran la mayoría de los casos. El resto del país, hasta el momento, está prácticamente limpio.

Se han cumplido ya diez días desde que el presidente, Félix Tshisekedi, anunciara las medidas para contener el impacto del COVID-19 en República Democrática de Congo (RDC), un país que, paradójicamente, está a punto de ser declarado libre de ébola. Porque, en efecto, el 3 pasado de marzo fue dada de alta la última paciente del Centro de Tratamiento de Ébola de Beni, una de las ciudades más golpeadas por esta epidemia que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afectó, desde mayo de 2018, a 3.444 personas y provocó 2.264 muertos. Las últimas tres semanas no se ha registrado ningún nuevo caso, lo cual es esperanzador. Se espera que el 12 de abril 2020, es decir, 42 días después del alta de la última paciente, la OMS declare oficialmente a RDC libre de ébola.

Aunque lento, el Coronavirus progresa en RD Congo

El 1 de marzo, toda África registraba 12 casos de personas contaminadas por coronavirus. Egipto, Argelia y Sudáfrica eran los más afectados. En RDC, la pandemia era considerada como algo ajeno, especialmente de chinos y europeos, ya que no había ningún caso registrado en este país de África central. Seis días después, el ministro de Sanidad, Eteni Longondo, anunció el primer caso: un congoleño procedente de Bélgica. En Kinshasa la gente entró en pánico y reclamó a las autoridades una buena gestión del caso para evitar que la epidemia se extendiera. Mientras tanto, las noticias que llegaban de China y Europa sobre la expansión del virus y el número creciente de muertos eran alarmantes. Las autoridades congoleñas llamaron a la calma y aseguraron que la situación estaba bajo control.  

Saltó la chispa de nuevo cuando, la semana siguiente, falleció por coronavirus el jefe de gabinete de la ministra de Economía. Era, también, un caso importado: acababa de llegar de Francia. Luego, fallecieron otras dos miembros destacados de la Administración, entre ellas un abogado cercano al presidente. A finales de la semana pasada se conoció el fallecimiento, también por coronavirus, de una antigua vicealcaldesa de Kinshasa que, la semana pasada, llegó de Bruselas. Ese mismo día murió el jefe de Misión del presidente que, probablemente, acababa de llegar de Europa. De momento, la mayoría de los casos son importados. El propio ministro de Sanidad, confirmaba la pasada semana que de los 51 casos registrados –hasta entonces–, solo 17 se contaminaron en RDC, lo que significa que, de momento, el virus se está cebando con los que tienen más medios y pueden viajar a Europa, la mayoría de los cuales viven en La Gombe, una barriada de clase alta, en la ribera del río Congo, con campo de golf.


Un joven se lava las manos con el agua y el jabón el 27/03/2020 en Kinshasa. Foto: Lwanga Kakule Silusawa.


Kinshasa, epicentro de la pandemia

El 24 de marzo, Félix Tshisekedi decretó por televisión el estado de emergencia y el aislamiento de Kinshasa del resto del país, ya que todos los casos estaban, hasta entonces, concentrados en la capital. Asimismo, decretó la «interrupción de los viajes hacia las provincias y de las provincias hacia Kinshasa para permitir el confinamiento de la ciudad, epicentro de la pandemia». Antes de esta decisión, ya se habían levantados voces por parte de algunos miembros de la clase política, especialmente del interior del país y de algunos miembros de la sociedad civil, que reclamaban la cuarentena de la capital para salvar las provincias tan pronto como fuera posible. Ahora la capital está aislada del resto del país y, de momento, solo se ha anunciado un caso en la provincia de Ituri, del que quedan por determinar las circunstancias de su contaminación.

Mientras, en las provincias, hasta ahora a salvo del COVID-19, las autoridades intentan hacer respetar las normas establecidas el 18 de marzo por el presidente: el cierre de todas las escuelas, universidades, bares, restaurantes o cafés, la suspensión de todas las actividades religiosas, deportivas, culturales, así como de los vuelos provenientes de los países considerados de alto riesgo, entre otras.

Declaraciones oficiales a tientas

La comunicación por parte de la Organización de Respuesta contra el Coronavirus en RDC comenzó mal. El ministro de Sanidad anunció que el primer caso era de un ciudadano belga, aunque al día siguiente tuvo que rectificar para confirmar que se trataba de un ciudadano congoleño residente en el país europeo que acababa de llegar a la capital congoleña. Lo mismo pasó cuando el gobernador de Lubumbashi declaró que se habían detectado dos casos en su ciudad. Esta información fue rectificada al día siguiente por el Ministro de Sanidad. Era una falsa alarma, pero eso no sirvió para frenar el pánico en la segunda ciudad del país, cuyo alcalde ya había ordenado su confinamiento durante 48 horas.

La noche del 26 al 27, Eteni Longondo declaró que se había detectado un primer caso fuera de la capital, en la provincia de Kivu Norte, sin más precisión sobre el lugar y las circunstancias de la contaminación. Al día siguiente, tras la rectificación del gobernador de esta provincia, el ministro precisó que ese caso estaba localizado en la provincia de Ituri. Por su parte, el alcalde de Kinshasa, Gentiny Ngobila, el 26 de marzo anunció el confinamiento total –pero intermitente– de tres semanas para la ciudad a partir del 28 de marzo, un día antes de la puesta en vigor de la medida, pospuso la para un fecha todavía sin determinar alegando el «alza injustificada de los precios de los bienes de primera necesidad y algunos comportamiento tendentes a poner en riesgo la seguridad de las personas».

Los analistas y algunos líderes políticos han criticado las continuas rectificaciones de las autoridades. Da la impresión de que las estas emplean demasiado tiempo en hacer declaraciones sin contrastar lo suficiente la información. Además, todavía no está claro el protocolo de actuación y de comunicación dentro de la organización de respuesta contra el coronavirus.

Mientras, se alzan voces dentro de la sociedad civil, que aboga por el endurecimiento de las medidas para ayudar a los ciudadanos a tomarse en serio la pandemia contra la que la OMS, en varias ocasiones, ha pedido a los países africanos prepararse a conciencia y tan pronto como sea posible.

Que el virus haya golpeado hasta ahora sobre todo a la clase pudiente ha hecho que parte de la ciudadanía se tome la situación con calma y baje la guardia en relación a las medidas indicadas por las autoridades: salen a la calle sin que sea necesario o, simplemente, para tomar el aire; no respetan la distancia exigida entre individuos para evitar el contagio…

Una agente de salud mide la temperatura a un joven taxista en noviembre 2018 en Butembo (Kivu Norte), segunda ciudad más golpeada por el virus Ébola. Foto: Lwanga Kakule Silusawa .


«Moriremos de coronavirus o nos matará el hambre»

Teniendo en cuenta el contexto social del país, las medidas tomadas para frenar la propagación del virus son difíciles de cumplir, especialmente en la ciudad de Kinshasa. Junto a la laxitud en el cumplimiento de algunas medidas preventivas, como la citada distancia de seguridad, esta es imposible de cumplir en algunos sectores como el transporte público, uno de los puntos débiles de esta ciudad, donde conviven buses, minibuses o taxis colectivos.

Además, como la mayoría de la gente vive en la pobreza y las medidas de seguridad del jefe de Estado no están acompañadas de medidas económicas a favor de los más pobres, los ciudadanos se sienten obligados a salir a la calle para ganarse el pan de cada día, lo cual aumenta el riesgo de contagio. Este fin de semana, el Gobierno anunció que suministrará gratuitamente agua y electricidad durante dos meses para reducir el impacto de la crisis en las familias. Pero estos gastos afectan a una porción de la población muy pequeña. Además, los precios de los bienes de primera necesidad, especialmente la comida, están subiendo a diario. Todo ello obliga a la gente a buscarse la vida. De hecho, ayer me encontré con una señora de unos 50 años que vendía ropa usada en la calle. Resignada ante la situación actual, me dijo: «Moriremos de coronavirus o nos matará el hambre».

Europa, que tiene sistemas sanitarios avanzados y sofisticados, todavía no ha logrado contener la cadena de contagios y de muertos. Frente a la información que llega del Viejo Continente y la incógnita que suscita el coronavirus en RDC, el deseo de muchos congoleños es que se aleje este cáliz, que se anuncia amargo. Con un sistema sanitario precario, la falta de personal, de estructuras y de materiales necesarios, de agua potable, o de electricidad, el país aguantaría muy poco contra este virus que se expande muy rápido y que ya ha provocado la muerte de más de 25.000 personas en el mundo desde que apareció en noviembre de 2019 en Wuhan.

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