Los 50 años de ‘África milenaria’

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gerardo_gonzalez      Por Gerardo González Calvo

 

Se cumplen ahora cincuenta años de la publicación por la editorial española Ferma del libro África milenaria, escrito por el documentalista y escritor italiano Folco Quilici. Se había editado en Italia dos años antes con el título de I mille fuochi (Mil fuegos). Es un volumen de 406 páginas con 226 fotografías del propio autor. En una relación de las imágenes, al final de la obra, Quilici especifica con qué cámara hizo cada fotografía, la mayoría de ellas con Hasselblad y Rolleyflex, que eran entonces la envidia de los reporteros fotográficos.

Folco Quilici estuvo en África en varias ocasiones entre 1952 y 1964, pero no para escribir un libro de viajes, sino para realizar expediciones cinematográficas con el objetivo de rodar documentales y diversas películas. Cuando fue a África por primera vez tenía 22 años, para filmar escenas submarinas en el Mar Rojo para la película Sexto continente, y la última con 34 años. Acaba de cumplir los 86 años y ha obtenido en su dilatada carrera como documentalista y cineasta infinidad de galardones tanto nacionales como internacionales. Rodó también en 1959 una película titulada De los Apeninos a los Andes, 21 años antes de que la compañía Nippon Animation divulgara la serie de dibujos animados Marco, de los Apeninos a los Andes.

Sin embargo, su libro I mille fuochi o África milenaria ha pasado bastante desapercibido. Los que nos iniciamos en los años sesenta en el conocimiento de África, leímos este libro con gran interés, junto a El África negra ha empezado mal del agrónomo francés René Dumont y África abandona la selva de Gisela Bonn; poco después llegaría en una sencilla edición de Alianza Editorial Breve historia de África de Roland Oliver y J. D. Fage.

Estas obras nos introdujeron, de una u otra manera, en el fascinante mundo africano. Por lo que atañe a Folco Quilici, su narración es vibrante y minuciosa. Es evidente que tomó muchas notas. Sus descripciones son ágiles y retratan las costumbres de la época en los territorios visitados, algunos cuando todavía no eran independientes. Los contenidos tienen un buen bagaje etnográfico.

Quilici no suele hacer muchos juicios de valor, aunque en el libro hay un epígrafe titulado “¿Qué le pasa al África negra?”. Este era el título de un análisis del periodista y ensayista sudafricano  Colin Legum publicado en la revista Jeune Afrique en 1964. Asegura que “se ha supuesto, un poco a la ligera, que el desarraigo de la dominación colonial en África implicaría también la conquista en el interior de cada país de la libertad política y del bienestar social. Nada más falso… La democracia y el progreso social no son un regalo transferible, sino una meta cuyo logro requiere una andadura lenta sin andaderas ajenas”.

Esta afirmación no era políticamente muy correcta en los años sesenta, porque daba a entender que las independencias concedidas a los países negroafricanos eran demasiados precipitadas, cuando no indeseadas. Si los pueblos africanos no han alcanzado en los últimos cincuenta años el deseado nivel de bienestar económico, social y político no se debe solo ni principalmente a sus problemas internos, sino a la injerencia de las viejas metrópolis. Lo que el propio Folco Quilici llamó “las andaderas ajenas”.

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