“Hay que mantener una paz podrida para que no se produzca una implosión del sistema”, João Mosca, investigador del OMR

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Texto y fotos Javier Fariñas Martín

 

El Observatorio del Medio Rural (OMR) de Mozambique nació en 2012. El despacho en el que entrevistamos al profesor João Mosca destaca por la ausencia de casi todo. Apenas la mesa y unas sillas. Parece el reflejo del entrevistado: “Bajo la simplicidad escondo la mayor de las arrogancias”, nos dice. 

 

¿Cuáles son las principales líneas de investigación del OMR?

Las políticas públicas relacionadas con la agricultura y el desarrollo rural, los efectos de la penetración del capital en el medio rural y los efectos sociales que este produce. En breve vamos a empezar una investigación sobre los efectos ambientales en el medio rural.

 

¿Cuáles son los principales problemas que detectan desde el OMR?

El desarrollo rural y sus efectos, el acaparamiento de tierras, los movimientos migratorios rural-urbano o rural-rural, o los provocados por la implantación de la industria minera. También hay un tema transversal que se ocupa del papel de la mujer en estos asuntos. Cuando hablamos de desplazamiento de personas también nos referimos a los movimientos forzados y a aquellos vinculados a la conflictividad que sufre el país.

 

¿Tienen respuesta del Gobierno y de la sociedad civil?

No tenemos como función llegar a la gente, nuestro objetivo es que haya cambios en las políticas públicas. Nosotros pretendemos dar instrumentos de análisis y evidencias de la realidad a los responsables de legislar. Promovemos también el debate sobre estos temas en las provincias y en los lugares donde realizamos trabajo de campo. Recogemos la información, discutimos con la población, hacemos encuestas, estadísticas, pero los cambios son muy pocos. La posibilidad de cambio en las políticas públicas es escasa. Puede haber, en algún caso, un cambio de discurso, sin que eso signifique cambio en la realidad.

 

En algunos casos sí han tenido resultados, como con ProSAVANA.

Un gran proyecto, como ­ProSAVANA ha sido suspendido internacio­nalmente por una buena coordinación entre las sociedades civiles de Mozambique, Japón y Brasil. Esto hizo posible que el principal financiador en Japón suspendiera los recursos financieros hasta la revisión completa del concepto, la estrategia o el desarrollo del proyecto. Esa es una prueba evidente de que, en ocasiones, se dan resultados muy importantes.

 

Una mozambiqueña trabajaba el pasado 16 de febrero en un arrozal en Palma, cerca de la zona donde se han descubierto grandes recursos gasísticos / Fotografía: Getty Images

 

¿Ha sido el mayor éxito del OMR ?

Sí, sobre todo por el impacto futuro, por su impacto internacional, por la inversión prevista y por la atención que el Gobierno mozambiqueño daba a este proyecto. En este sentido sí, pero hay otros muchos que también tuvieron buen resultado, como algunas iniciativas sobre reasentamientos o la ocupación de la tierra en cuestiones relacionadas con la minería artesanal…

 

¿Podría citarme alguno de ellos?

Por ejemplo, un tema de tierras en Alto Zambeze, consecuencia de la implantación de nuevos cultivos, como la soja. También podemos hablar del tabaco, donde pequeños productores que vendían a las multinacionales se organizaron para defender sus intereses en cuanto a los precios, a la calidad del tabaco que vendían, a la clasificación de las hojas… Son conquistas muy importantes, porque la gente tiene cada vez mayor capacidad reivindicativa y de protesta. La gente está cada vez más informada sobre lo que puede hacer dentro del marco de la ley.

 

¿Cómo afecta la inestabilidad política de Mozambique en la promoción de estos cambios? ¿Se refiere a cambios en las políticas públicas ?

Sí. La preocupación del Gobierno por garantizar su estabilidad, ¿complica la modificación de la agenda política?
No creo. En muchos casos han reaccionado a estas iniciativas con la policía, con presiones, incluso con torturas.

 

¿A iniciativas del OMR?

No, a iniciativas de la población, de la sociedad civil. Eso significa que ellos están preocupados. Tenemos un estudio en el que decimos que donde hay mayor acumulación de capital hay más elementos de protesta y mayor inestabilidad política. No creo que para el poder sea un tema menor este movimiento que se genera a nivel local. Todo está correlacionado, máxime cuando muchas personas de la sociedad civil reciben presiones y amenazas de muerte. Eso existe. Por tanto, algún efecto tendrá cuando se produce esta reacción. Mucha gente está muy preocupada por su integridad.

 

¿Es su caso?

No, porque no lo sé. Bueno, lo sé, pero no tengo pruebas.

 

¿Cómo inciden actores como China e India en el sector primario mozambiqueño?

No es cierto que China e India estén metiendo mucho dinero aquí. Ni ­India ni China son los principales inversores en Mozambique. China, por ejemplo, practica más la extracción de recursos: madera, alguna mina artesanal y tráfico de cuernos de elefante y rinoceronte. Pero su actuación en estas áreas va por la vía del tráfico y no por la implantación de empresas destinadas a la explotación de esos recursos. Se relacionan con las comunidades locales y la población que, a través de sus élites locales, facilitan la actuación de traficantes, en primer lugar mozambiqueños, a los que luego se unen traficantes de otras partes del continente. Además, China está haciendo algo de infraestructuras y construcción civil. En agricultura, cosas de poca dimensión.

 

 

João Mosca el día de la entrevista / Fotografía: Javier Fariñas Martín

 

¿Qué ocurre con India?

India tiene un gran déficit de grano, de legumbres, y ahora se está exportando mucho allí. A través del incentivo de precios, los campesinos producen más y venden a comerciantes de India y Bangladesh, y a través de ahí, el resto de la cadena lo forman extranjeros. En el caso de los frijoles que se exportan a India, su producción depende del precio del mercado internacional, de la demanda india, y eso afecta tanto a los precios locales como a la emigración de indios y bangladeshíes para la comercialización del producto. Esto es lo que nosotros llamamos extranjerización de las cadenas de producción.

 

¿Cómo influye en el agricultor mozambiqueño?

Al agricultor termina por beneficiarle, porque el precio es mucho más alto que el que ofrece el mercado interno. En este sentido, aumenta la renta de los pequeños agricultores. Además, se garantizan la comercialización, por lo que si tienen mejor precio y hay garantías de comercializar el producto, los campesinos se benefician de esto de forma directa. Sin embargo, también se puede producir un cambio en la estructura productiva que priorice los productos para exportación, dejando en un segundo plano la producción de alimentos para el mercado interno. Eso está empezando a suceder, aunque todavía no tiene un gran impacto. En Tete una multinacional tabaquera incentivó este cultivo. Los campesinos optaron por producir tabaco, que era lo más rentable, pero también garantizaron el principal alimento, que es el maíz. Al principio, bajó la producción de otros cultivos, pero cambiaron la estrategia y optaron por garantizar la alimentación en la zona. En esto hay una lógica coherente que, al final, beneficia también a los campesinos. El problema es que, a lo largo de la cadena, los principales beneficiarios no son los campesinos.

 

¿Qué habría que cambiar?

Estas cadenas productivas enfocadas al exterior no benefician necesa­riamente al país. Como salen, por lo general, productos poco transformados, no generan en Mozambique un valor añadido, no emerge una industria, ni se desarrolla el empleo, no crecen los ingresos fiscales. La factura por la exportación, al ofrecer productos poco transformados, es baja. Es un modelo que reproduce una estructura económica subdesarrollada porque no hay industrialización, los ahorros se van fuera y lo que queda en Mozambique es una parte muy pequeña del valor del producto. Para los campesinos, tomados individualmente, hay algún beneficio, aunque también riesgo, como la sustitución de los productos básicos, así como la volatilidad de los precios. Hay una gran fluctuación de los precios y eso es un riesgo fuerte que hay que considerar.

 

¿Esto provoca movimientos migratorios dentro del país?

Sí, muchos. Los movimientos migratorios se pueden producir por diferentes factores. Primero, la atracción del medio urbano; segundo, la pobreza del medio rural, que es más alta que en el medio urbano y también está el conflicto. Aunque se ha verificado que la guerra civil suscitó un flujo importante hacia las ciudades, después de terminar, este movimiento continuó, aunque en un porcentaje más pequeño, porque las políticas públicas tienen inclinación a favorecer a los ciudadanos de las grandes urbes. La energía, el transporte ­público, la sanidad o la educación están más cerca… En la ciudad existe la posibilidad de abrir pequeños negocios, negocios informales… Pero las desigualdades entre el medio rural y el urbano se están incrementando.

 

¿Influye también la inestabilidad política del país?

La situación política del país es muy compleja porque detrás hay un conflicto militar provocado, a su vez, por muchas razones, no solo por el incumplimiento del Acuerdo General de Paz de Roma (1992), sino también por posibles fraudes electorales. Esto ha provocado que RENAMO no haya reconocido esos resultados. Además, nos encontramos con el agravamiento de la pobreza, que provoca una mayor movilización hacia las ciudades. La crisis económica ahora mismo es gravísima, lo que complica y agrava la situación, en un momento en el que puede haber interés en mantener el conflicto. Todo eso sin olvidar que hay sistemas políticos autoritarios que no están dispuestos a repartir parte del poder.

 

¿A qué se refiere?

Cuando digo parte del poder, no digo solamente una repartición igualitaria del Gobierno, sino también de las provincias, de los distritos, de los delegados del Gobierno en las empresas públicas o con participación de capital público. En todo eso no hay apertura. Además, tenemos un Estado en manos de intereses económicos y políticos, lo que provoca una gran promiscuidad entre política y negocios, entre lo que es privado y lo que es público. ¿Por qué hay verdades ocultas? ¿Por qué no hay paz? ¿Por qué determinadas familias tienen cierto control de los principales negocios de Mozambique? Dentro de las mismas élites de FRELIMO encuentras profundas contradicciones. Si intentas profundizar en el tema de la deuda oculta, hay diferencias entre ellos mismos. Todo el mundo está metido en temas de dinero, de corrupción, asaltos de poder, asesinatos… Hay que mantener una paz podrida para que no se produzca una implosión del sistema. Ese es uno de los grandes problemas de este país: el sistema está corrompido por completo.

 

Trabajos de construcción de un puente sobre el río Nkomati, en Marracuene, a cargo de empresas de origen chino, el pasado 27 de octubre / Fotografía: Javier Fariñas Martín

 

 

¿La sociedad percibe esto?

Las élites y la gente, principalmente en las ciudades, lo perciben, aunque no en toda su profundidad. Pero sí, saben que hay corrupción, que hay acumulación de negocios, que el Estado está raptado… En las ciudades pequeñas ese conocimiento va llegando, los medios de comunicación tienen cierta libertad, aunque con muchas presiones, amenazas…

 

¿No hay libertad de prensa?

Total no. Hay cierta libertad. No se puede comparar Mozambique con Angola, donde no hay libertad. En Mozambique hay cierto margen para escribir, para hablar, para discutir. Si lees tres o cuatro periódicos concluyes que hay cierto margen de libertad de expresión, aunque detrás hay presiones, chantajes económicos… Una publicación que dependa mucho de la publicidad, y aquí la mayoría de la publicidad es del Estado, puede ver que le cortan esa fuente de ingresos. Y eso ya ha acontecido.

 

¿Es posible un Gobierno alternativo a FRELIMO en Mozambique?

Con un sistema electoral transparente hay posibilidades. O, al menos, hay posibilidades de que no tenga mayoría parlamentaria. ¿Si hay posibilidad de que haya un cambio para el que el partido dominante sea otro? No estoy tan seguro de eso. Se dice que el nivel de fraude en las últimas elecciones (en las que ganó Filipe Nyussi) fue muy importante, pero nadie puede concluir cuál sería el resultado sin el fraude. Si hubiera unas elecciones transparentes, con una campaña limpia en la que no hubiera chantajes ni presiones, la posibilidad de que FRELIMO no tuviera mayoría parlamentaria sería muy grande.

 

¿Se entiende la postura de Afonso Dhlakama?
Tiene un 40 por ciento de los votos.
Me refiero a que permanezca en Gorongosa, a que no aparezca.

En clave política no, pero mucha gente sí lo entiende. La gente tiene la percepción de que en este país solo cambian las cosas por la vía de la fuerza. Las cosas no cambian por la vía del diálogo, de las elecciones o de conflictos de baja intensidad. FRELIMO tiene una gran capacidad de adaptarse y de dar la vuelta a la tortilla y seguir con lo mismo. Mucha gente, también entre las élites, cree que debe haber una ruptura en el sistema y que hay zonas del país que son de la oposición.

 

Prácticamente medio país.

No, más de medio país. En población, mucho más de medio país. Lo que ocurre es que FRELIMO en el sur es dominante con el 70-80 por ciento de los votos.

 

Hay quien aventura que en 10 o 15 años este país parecerá otro. ¿Comparte usted esa opinión?

¿En qué sentido?

 

En seguridad de la inversión extranjera, en un crecimiento y desarrollo mucho más sólido que en la actualidad…

Puede ser si los recursos naturales producen lo que deben producir. Primero, el carbón. Su precio bajó de unos 250 a solo 50 dólares por tonelada. Además, su perspectiva de mercado internacional de gran volumen es bastante limitada por las presiones, a causa de la contaminación, que hay sobre China e India. Estos países están haciendo menos contaminantes sus industrias, por lo que la importancia y el volumen del carbón son bastante limitados. ¿El gas? Podría ser una opción, pero la clave es cómo se utilizarán esos recursos. Lo que va a quedar en Mozambique del valor del gas es muy poco, a pesar de lo cual será un montante muy alto. Por ello, habrá que ver si el sistema político es capaz de mudar el modelo de desarrollo y el patrón de crecimiento económico y la distribución de la riqueza. Yo no creo que con este poder sea posible. Pero si hay cambios en el poder dirigidos a un desarrollo más sostenible, más inclusivo socialmente, más participativo, con una mayor redistribución de la riqueza, con la aparición de un tejido industrial nacional, con capacidad competitiva interna y externa, y esto dura muchos años, el gas puede ser un incentivo para todo eso… Entonces sí podremos ver otro país. La duda es si este régimen puede hacer eso. Yo creo que no.

 

[Este reportaje forma parte del Cuaderno Mundo Negro Nº1 sobre Mozambique. Si desea obtener la edición en papel escriba a edimune@combonianos.com]

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