Museveni espera, de nuevo, su turno

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Uno de los países clave en la estabilidad del este africano se coloca ante las urnas. El presidente ugandés, Yoweri Museveni opta a la enésima reelección con muchas posibilidades de lograr el objetivo. No es menos cierta la probabilidad de que obtenga una gran oposición por parte de los ugandeses que desean un cambio que no se produce desde el lejano 1986.

Por María Rodríguez

Pensar en Uganda es pensar en Yoweri Yaguta Museveni, presidente del país desde 1986. Tanto tiempo en el seno del poder ha ocasionado no solo un régimen personalista, sino que además millones de ugandeses no han conocido la alternancia política en el país. En su libro What is Africa’s problem?, publicado en el año 2000, respondía a su propia pregunta diciendo que “el problema de África no es el pueblo, sino los líderes que se quedan más tiempo en el poder”. Para entonces ya sumaba 14 años como mandatario de Uganda. En 2001 afirmó que quería un segundo y último mandato en el cargo y que una de sus tareas sería elegir a un sucesor. En 2005 eliminó el límite de mandatos establecido en la Constitución para poder seguir presidiendo este país. Hoy suma ya 30 años y no tiene intención de moverse del asiento.

El próximo 18 de febrero se celebran elecciones presidenciales en Uganda y el panorama político de este país africano es el más interesante e impredecible en los últimos diez años. Desde el 26 de enero de 1986, cuando Museveni –entonces guerrillero del Ejército de Resistencia Nacional (NRA, por sus siglas en inglés)– hizo el juramento presidencial tras derrocar al dictador Tito Okello, se han celebrado elecciones en 1996, 2001, 2006 y 2011. Con un sistema electoral de dos vueltas, Museveni siempre ha obtenido la mayoría absoluta en la primera. Y no es por falta de opiniones contrarias. Su histórico opositor, y que fuera su médico, Kizza Besigye, ha perdido ya tres elecciones contra el presidente, con porcentajes de entre el 27 y el 37 por ciento de los votos.

En septiembre de 2014 fue despedido el ex primer ministro y secretario general del partido gobernante, el Movimiento de Resistencia Nacional (NRM, por sus siglas en inglés). Meses después de aquel episodio, en junio de 2015, Amama Mbabazi, quien además fue compañero de armas de Museveni y uno de los fundadores del NRM, anunció su candidatura presidencial como independiente.

 

Fotografía: Krzystof Zebik / Mundo Negro

Fotografía: Krzystof Zebik / Mundo Negro

Besigye y Mbabazi no han conseguido llegar a un acuerdo para crear una coalición fuerte que pueda expulsar a Museveni del poder, y la fragmentación de la oposición no ayuda a desbancar al mandatario en un sistema electoral en el que se requiere el 50 por ciento para ganar. Sin embargo, la candidatura de Mbabazi es particularmente amenazante para Museveni ya que su partido debilita al NRM. Perteneciente a la aristocracia política de Uganda y con una amplia red de contactos, es probable que persuada a otros miembros descontentos para unirse a él, lo cual podría desestabilizar la posición de Museveni.

El miedo de Museveni a cualquier forma de oposición es innegable. La campaña de intimidación contra Besigye desde que le declarara la guerra por el puesto de presidente no ha dejado de crecer. Besigye ha sido arrestado y encarcelado en numerosas ocasiones, la última de ellas el pasado 15 de octubre. En julio también fue arrestado junto a Mbabazi después de que ambos mostraran públicamente sus intenciones de desafiar a Museveni en las próximas elecciones.

Pero la represión en Uganda no gira solamente en torno a los candidatos presidenciales. Algunos de los legados de esta legislatura de Museveni son la Ley de Gestión del Orden Público, la Ley contra la Pornografía y la ya derogada Ley contra la Homosexualidad, aprobadas por el Parlamento de Uganda y promulgadas entre agosto de 2013 y febrero de 2014, todas ellas discriminatorias.

Así, la Ley de Gestión del Orden Público, paradójicamente impulsada por el propio Mbabazi antes de salir del Gobierno, ataca el derecho a la libertad de reunión y, como señala la directora adjunta del Programa para África Oriental de Amnistía Internacional, Sarah Jackson, “ha tenido un efecto devastador en la capacidad de organización de la sociedad civil”.

Por otro lado, mientras estuvo en vigor la Ley contra la Homosexualidad, las personas identificadas o percibidas como lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexo (LGBTI) fueron retenidas arbitrariamente, golpeadas, manoseadas por la policía e, incluso, detenidas.

 

Prime Minister of Uganda Amama Mbabazi gives a speech during the second day of the World Economic Forum Meeting on Africa, at the Cape Town International Convention Centre on May 9, 2013, in Cape Town. AFP PHOTO / RODGER BOSCH (Photo credit should read RODGER BOSCH/AFP/Getty Images)

Amama Mbabazi, antiguo compañero de armas de Museveni, y hoy candidato a la presidencia ugandesa ( Fotografía: Getty Images

 

UGANDA-POLÕTICA:NBI01. KYEOTERA (UGANDA), 10/01/06.- El lÌder de la oposiciÛn ugandesa y dirigente del Foro para el Cambio Democr·tico (FDC, en inglÈs), Kizza Besigye, saluda a miles de sus simpatizantes en Kyeotera, en el distrito de Rakai en la frontera entre Tanzania y Uganda ayer lunes 9 de enero. EFE/Mike Odongkara

Kizza Besigye ya se ha enfrentado en las urnas al presidente de Uganda en tres ocasiones / Fotografía: Getty Images

En busca del voto joven

En 2010, Museveni mutaba en rapero e interpretaba Do you want another rap?, como una manera de acercarse a los jóvenes. También los tuvo en cuenta Mbabazi cuando dio a conocer su candidatura a través de Youtube. Y es que el voto joven es decisivo, por eso los tres candidatos coinciden en denunciar su falta de trabajo y oportunidades. En este país –el 42 por ciento del electorado tiene entre 18 y 30 años– el desempleo juvenil es del 80 por ciento.

La figura de Museveni fue muy aclamada y considerada un ejemplo de líder africano por los países occidentales en los años 80 y 90. En este sentido, destacó su política contra el SIDA con la que las tasas de prevalencia cayeron del 18 al 6 por ciento en un momento en que esta enfermedad era un tabú. Sin embargo, desde 2004 el SIDA ha aumentado en Uganda, pasando de un 6,14 por ciento en aquel año a un 7,44 por ciento en 2013, según los datos recogidos por Naciones Unidas.

La violencia contra Besigye y sus partidarios tras las elecciones de 2001 disminuyó el ruido de los aplausos hacia Museveni. Tanto la Unión Europea como los EE. UU. han expresado su profunda preocupación por las detenciones de Besigye en el período previo a las elecciones de este mes. Varios donantes internacionales han cortado su ayuda en forma de protesta. Además, Gran Bretaña y otros países europeos cerraron también el grifo en 2012 por un presunto robo de los fondos de los donantes.

Otro problema de Uganda es la corrupción, un asunto al que, según los críticos, Museveni hace la vista gorda a cambio de apoyo político. Pero las amenazas internacionales parecen no preocupar a Museveni que, tras descubrirse petróleo en 2006, dijo que el país pronto sería capaz de prescindir de “los donantes molestos”.

Uganda es un país que nunca ha sido testigo de una transferencia de poder sin enfrentamientos y, si a algo se teme ahora es a las milicias de jóvenes que están siendo entrenadas para tomar medidas contra la oposición. El objetivo, según el Gobierno de Museveni, es reclutar a personas capaces de prevenir “el crimen”, pero, según señaló en un informe la Comisión de Derechos Humanos de Uganda, “están mal entrenados” y, sin embargo, “se les otorgan poderes para hacer el trabajo policial”.

Además de elecciones presidenciales también lo son al Parlamento, donde el partido gobernante tiene en la actualidad el 72 por ciento de los escaños. Así las cosas, con un presidente que cada vez acepta menos las críticas y responde más violentamente, las encuestas indican que Museveni sigue siendo el favorito.

 

 

Fotografía: Comboni Press /Archivo Mundo Negro

Fotografía: Comboni Press /Archivo Mundo Negro

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