Nakany Kanté: «Intentamos inspirar a la gente que nos mira»

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Afropop-mandinga es como define a su estilo la cantante guineana Nakany Kanté. La oposición por parte de una familia sin artistas no le ha impedido dar los pasos necesarios para desarrollar un talento natural y una carrera musical muy prometedora, que ha fructificado en la grabación en Barcelona de Saramaya, su primer disco. 

Vídeo, texto y fotos: Javier Sánchez Salcedo

Entrevista: Gonzalo Gómez

 

 

 

Sale del sueño. Con los ojos aún cerrados, inmóvil sobre la cama, repite la melodía mentalmente. Le gusta, funciona, suena bien. En medio de la oscuridad alarga un brazo hacia la mesilla y tantea buscando el móvil. Pone a funcionar la aplicación de la grabadora. Tararea bajito –no quiere despertar a su marido– mientras se registra el nuevo germen de canción. Su marido se ha despertado y se ríe. “Hasta lavando los platos se me vienen canciones. En un día puedo hacer diez canciones. Tengo esa facilidad, de componer muy rápido. Y La facilidad de improvisar. Eso me ayuda mucho”.

Cuando Nakany Kanté era niña en Siguiri, localidad de Guinea próxima a la frontera con Malí, se imaginaba siendo doctora. Pero un día descubrió a una famosa cantante de su país y supo que era eso lo que quería hacer en realidad. Tenía ocho años y en su familia no había griots, nadie era artista, lo que significaba que era impensable que llegara a serlo. “En mi familia no me dejaban. Todo el mundo opinaba. Da mucha rabia no poder hacer lo que uno quiere”. Pero se empeñó. En vez de estudiar, en la escuela escribía canciones. Se presentó a varios concursos y llegó a ganar alguno de ellos. Sin ser bailarina, la gente del barrio la invitaba espontáneamente a bailar por el ritmo que tenía en su cuerpo.

 

 

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El descubrimiento

Años después conoció a Daniel Aguilar, percusionista español y actualmente su marido. “Él descubrió que yo podía ser cantante profesional”. Ya en Barcelona buscaron músicos para formar una banda. Ella fue creciendo como artista, y trabajaba con Daniel las composiciones en casa. La Fundación La Caixa la seleccionó para el ciclo Diversons y dio una serie de 25 conciertos por diferentes ciudades españoles. Entonces  tomaron la decisión de grabar un disco. Contactaron con Javi Zarco, director de la discográfica Slow Walk Music, un sello especializado en músicos africanos que viven en Barcelona. “Hay cantidad y calidad más allá de los tambores, que era lo exótico y lo más fácil de vender”, explica Zarco. “Empieza a haber la posibilidad de que artistas como Nakany Kanté puedan tener una vida profesional como músicos, que es el salto que te va a permitir tanto crear como desarrollar tu carrera. Si tienes otro trabajo y vas cantando los fines de semana, cuando puedes, tu carrera profesional puede llegar igual de lejos, pero siempre será más lenta”.

El disco de Nakany, grabado en 2013, tiene como título Saramaya y está compuesto por 12 canciones de lo que ella define como afropop-mandinga, una fusión de la música original del pueblo malinké con sonidos más modernos y con lo que surge de ella misma. “Para mí es importante que estén mis raíces, que cuando la gente escuche mi música piense que viene de Guinea. Pero siempre está bien fusionar, que sea para todo el mundo”. Al preguntarle si hay características que puedan definir a los malinkés, algo que les distinga de otras comunidades del país, Nakany se ríe y contesta que ellos hacen las cosas “a lo bruto”, sin pensarlas mucho. Interactúan muy rápido con la gente y siempre mantienen un carácter positivo que demuestran, sobre todo, cantando y bailando. “En la sociedad europea hay mucho estrés. En África no. Echo de menos que allí siempre hay gente bailando en la calle, siempre hay música. Hay más comunicación y estamos más unidos. Cuando llegas aquí, al principio te sientes sola, la gente no se saluda”. A la pregunta de qué es lo mejor que encontró cuando llegó a Barcelona hace seis años, Nakany Kanté no duda. “Me impactó la luz”.

 

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La clave del éxito

Las canciones de Saramaya hablan de la igualdad, del sufrimiento de las mujeres africanas, del amor y del desamor. Aunque la palabra que da nombre al álbum significa ‘éxito’, “no me refiero al éxito de la fama que lleva a la gente a abusar y creerse superior. Para nosotros el éxito viene del corazón y de la lucha diaria por conseguir tus objetivos”.

La banda que arropa a Nakany está compuesta por músicos africanos, españoles y latinoamericanos, algunos de los cuales han participado en los arreglos de las canciones. Sin embargo es ella en primer lugar, junto a Daniel, quien coge su guitarra y compone. “Hemos descubierto que como compositora es muy buena. Está aprendiendo a tocar instrumentos y es una persona con una profesionalidad increíble, además de poseer una gran musicalidad”, remarca Zarco.

La entrevista con Nakany se desarrolló en una sala de descanso junto al estudio de Radio 3 donde se grabó un directo de la banda que posteriormente se emitió también por la televisión pública. Mientras los músicos tocan durante la prueba de sonido, la cantante nos habla de qué ocurre y qué se siente en sus conciertos. “Intentamos inspirar a la gente que nos mira, para que sientan lo mismo que nosotros, aunque no nos entiendan. Lo disfrutan mucho. Bailan con nosotros, cantan con nosotros. Yo intento siempre transmitir al público, porque el público que viene a verte es mejor que tú. Tienes que inspirarles para que salgan contentos. Doy gracias por estos excelentes músicos que me ayudan a conseguirlo”.

 

 

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Música de allí, grabada aquí

El disco fue presentado el año pasado en Siguiri con mucho éxito, y ha funcionado muy bien en los canales de televisión y en la radio, “lo que quiere decir que es un trabajo hecho aquí que puede tener sentido allí, algo que hace unos años era difícil de conseguir”, afirma Javi Zarco, que lleva más de 20 años en la industria musical internacional. “Cuando presentabas en África trabajos hechos en Europa, con músicos de aquí, que no tienen todo el conocimiento, siempre te llegaba la queja de que les faltaba algo. Pero en este momento, tanto España como otros países europeos, estamos casi de igual a igual”.

Slow Walk Music, que presenta trabajos de otros artistas como Alma Afrobeat Ensemble, Moya Kalongo o Masara Traoré, intenta que sus producciones tengan un nivel alto y, si no lo tienen, trabajan hasta alcanzarlo. “Estilísticamente no queremos poner trabas en el sello, porque si no caemos siempre en el tópico del tambor y de lo más roots (tradicional). Creo que eso lleva a confusiones y hace que caigamos muchas veces en cosas que no tienen la calidad suficiente”. La discográfica ayuda a los artistas en la grabación del álbum, el diseño, la distribución, la promoción, la puesta en escena y a tender puentes con otros artistas. “Intentamos aportar nuestros conocimientos para que le sirvan al artista. No es una ONG. Es una empresa”.

Antes de que comience la grabación del concierto para Radio 3, con todos los técnicos en sus puestos y los músicos preparados, frente a un espejo enmarcado con bombillas blancas Nakany retoca sus ojos y sus labios. Se carda el pelo, comenta algo con la corista senegalesa Mami Mbengue y sonríe. Se aleja tarareando una melodía que quizá se le acaba de ocurrir y que puede que termine convirtiéndose en canción.

 

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