Profesor

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A las seis de la mañana sale de casa con su moto. Va bien enfundado porque dice que hace frío a esa hora. Al llegar al cruce encuentra el primer cliente. En Yaundé la vida comienza temprano. Son muchos los que madrugan para llegar a tiempo al trabajo. Las distancias y los atascos de tráfico son grandes. Urbain sortea los coches con habilidad. Al acercarse a la zona de La Poste, en pleno centro de la ciudad, debe tener cuidado. Los niños de la calle se amontonan junto a los semáforos. Venden pañuelos de papel al mismo tiempo que sus hábiles dedos buscan distraer cualquier objeto de los bolsos y bolsillos de transeúntes y viajeros. Finalmente, deposita al pasajero en su destino. Inmediatamente, otra persona solicita su servicio. Y así hasta las 10, cuando va al colegio privado donde imparte seis horas de clases a diario. 

Por la tarde la rutina es similar. Tras pasar rápidamente por casa y comer algo, vuelve a salir con su moto. Recoge clientes, zigzaguea entre el tupido tráfico, esquiva viandantes, niños y vendedores y llega rápido a su destino. Los mototaxis son muy solicitados porque hacen más corto el trayecto entre los atascos, los sortean mejor y el cliente ahorra tiempo en sus desplazamientos. 

Urbain terminó hace años la universidad. Las horas de enseñanza que ha conseguido no le proporcionan los ingresos que necesita para vivir. Por eso debe doblar como taxista. Con este negocio tampoco gana mucho. Las tarifas no son muy altas, la gasolina es cara y los policías se quedan con gran parte de las ganancias. Las fuerzas de seguridad siempre están atentas al paso de taxis, furgonetas y motos con pasajeros. Los paran continuamente. No disimulan como hacen en los puestos de control de las carreteras pidiendo los papeles del vehículo. En la ciudad van directamente al grano. Es lo que tiene la capital, todo son prisas y no hay tiempo para los saludos de cortesía, ni para las viejas fórmulas que camuflaban las mordidas. 

Urbain se queja de lo difícil que es salir adelante en su país. Muestra los grandes todoterrenos de última gama que exhiben los ricos, «los amigos del régimen», comenta. «Solo unos pocos viven bien en este país. Ellos se reparten todo y no dejan nada para los demás», continúa. Él, como tantos otros jóvenes que han invertido tiempo y dinero en la educación como puerta hacia una mejor vida, se encuentra atrapado sin vislumbrar una salida. «Todo pasa por un cambio de régimen. Esta gente lleva gobernando para ellos mismos más de 40 años y elimina a todo aquel que intenta oponerse a ellos, así no hay manera», concluye.

Urbain, solo imagina la solución a su situación en la migración. Quiere salir del país de forma legal. Busca una beca para estudiar en el extranjero «pero únicamente las dan a los hijos de los ministros y de los miembros del partido. No tengo opciones. Solo me resta seguir compaginando trabajos para poder comer».


En la imagen suprioer: Un mototaxi con un pasajero en Camerún. Fotografía: Ann Johansson / Getty


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