“¿Qué mayor violencia que la carencia de derechos?”

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Entrevista a Javier Brandoli, periodista y autor de El Macondo Africano

 

Por Elena Sánchez Novoa

 

Javier Brandoli se levantó una mañana y se dio cuenta de que estaba viviendo en Macondo. Corresponsal de El Mundo en África desde 2010 hasta 2015, tuvo la posibilidad de recorrer muchos países del continente y de vivir en Sudáfrica y Mozambique. Recientemente, ha publicado su segundo libro, El Macondo Africano, en el que narra sus vivencias y retazos del viaje.

 

Ejércitos de muertos que vagan por los bosques, comedoras de arena, agitadores de colas de hipopótamos… En su libro afirma que empleando únicamente su cabeza para comprenderlo todo, la vida le sería ajena más allá de su sombra. ¿Es la emoción la clave para entender ese Macondo tétrico, cruel, deshumanizado pero a la vez exótico y onírico que se encontró en África?

Nunca lo había meditado desde ese punto de vista, pero creo que, sin duda, es un lugar en el que usas los sentimientos para razonar. Al faltar tantas cosas de tus hábitos que necesitas para identificarte, al tener que usar tanto la imaginación y al sentirte tan lejano en ocasiones de ciertos criterios culturales suyos, acabas, o acababa, decidiendo a veces con el estómago. En todo caso, más allá de los fáciles tópicos, África me pareció un lugar especialmente emocional y especialmente divertido.

 

Cita a Kofi Annan:“Para mucha gente de otras partes del mundo, la mención de África evoca imágenes de disturbios civiles, guerra, pobreza, enfermedad, problemas sociales. Desafortunadamente, esas imágenes no son ficción. Reflejan la realidad en algunos países africanos, aunque no es eso todo”. ¿Hay un esfuerzo en Occidente por mantener una visión estereotipada, y también paternalista, del continente africano?

Desde luego creo que existe un paternalismo que generalmente propagan los que especialmente, creo que con buena intención, más dicen amar esta tierra. Es además mediática y socialmente, en estos tiempos de redes sociales, muy políticamente correcto perdonar todos los pecados del africano al que se le considera como el buen salvaje de Rousseau. En el otro lado, hay una crítica feroz y un cúmulo de estereotipos que no permiten entender las diferencias y que el mundo no es homogéneo.

 

¿Qué espacio tiene África en los medios de comunicación?

En los medios de comunicación españoles África no existe. Hay buenos periodistas sobre el terreno, muy buenos, que sobreviven a malas empresas y una masa de lectores desinteresada que fuera de los grandes reportajes de enfermedades, indígenas o miserias, no le interesa lo más mínimo, por ejemplo, la economía o la cultura africana.

 

¿Es África rentable a nivel mediático?

África no es rentable, supongo que no en el gran público, pero veo que hay una curiosidad creciente y un público fiel que, a través de viajes iniciáticos, se va enamorando del continente y va demandando más información especializada. Los medios anglosajones llevan años abriendo informativos con historias de allí. En España el planeta se reduce a la UE, EE. UU., Oriente Medio y América Latina.

 

 

 

 

¿La cooperación está libre de intereses o pretende crear una dependencia beneficiosa para los donantes? ¿Necesita la cooperación un replanteamiento?

El debate de la cooperación es histórico y eterno: cerrar todos los proyectos y marcharse para dar autonomía, dar créditos para que no sea gratis la ayuda, imponer criterios democráticos… Yo creo que no funciona, sin lugar a duda, en África. El continente ha recibido el 70 por ciento de las ayudas a nivel mundial y no termina de despegar. En muchos casos las ayudas benefician más al donante que al donado. Desde luego, tener medio millón de cooperantes (englobando todo) en un continente me parece una locura. Por supuesto que hay cooperaciones valiosísimas (especialmente en emergencias como hemos visto con el Ébola), pero también existen cooperaciones burocráticas que no aportan nada que no sean los sueldos de mucha gente. Preparar una enfermera en Malaui con dinero de la cooperación para que acabe trabajando en un hospital de Londres por la mitad de sueldo que una británica no ayuda en nada a Malaui, más bien le quita su poca mano de obra cualificada (aunque la enfermera está encantada). Cuando regalamos una camiseta que llega a África no nos preguntamos cómo afecta al productor local, ni a sus plantaciones de algodón… ¿Construir escuelas y pequeños hospitales con fondos de cooperación no es algo que pueden hacer muchos gobiernos? ¿No se pervierte la democracia y se le quita responsabilidad a sus gobernantes? ¿De qué sirve levantar una escuela cada diez kilómetros si no hay profesores ni material para dar clases?

 

¿Cree que la cooperación es uno de los factores que más contribuye a la presencia de la corrupción, tal y como señala la economista zambiana Dambisa Moyo?

El libro de Dambisa Moyo, Dead Aid, me pareció especialmente interesante al ser una africana que habla sin complejos sobre su tierra y no se centra solo en el quehacer de Occidente. La cooperación fomenta a veces la corrupción y ahí tienen mucha culpa los donantes y también los donados.

 

Afirma en un pasaje del libro que la corrupción (concretamente en Mozambique, pero extrapolable a buena parte del continente) era tan endémica como el paludismo. ¿Tiene Occidente legitimidad moral para denunciar la corrupción en África?

Los complejos de Occidente en este campo son, en mi opinión, un buenismo basado en igualar a dos no iguales y en dar titulares muy sociales de quien no ha vivido allí. La corrupción en España es desde luego vergonzosa, pero cuando vives allí entiendes que está muy lejos de la que soportan los africanos. La corrupción africana se extiende a sus policías, agentes de aduanas, médicos, registro de inmigración… y escala hasta sus ministros y presidentes… Eso le afecta a ellos. El bajo sueldo de un agente aduanero le hace más fácilmente sobornable. En todo caso, los países que miran a otro lado cuando les conviene y hablan de derechos humanos solo donde no sacan recursos naturales, pierden legitimidad para criticar después. Pero bueno, eso es aplicable a nuestra visión de Arabia Saudí o China, por ejemplo.

 

“No participé en la revolución para ser pobre”, afirmó Smuts Ngonyama en 2007, portavoz del Congreso Nacional Africano (ANC), partido que gobierna Sudáfrica desde 1994. Otros políticos africanos, aunque no la verbalicen, comparten (y llevan a la práctica) esta máxima. ¿Hay esperanza para la llegada de la democracia real y el abandono de las instituciones extractivas?

Hay una revolución imparable y que va a arrasar con todo: el móvil e Internet. Cuanto más avance, cuanta más gente haya informada, sepa lo que hacen sus gobiernos, sepa cómo viven sus políticos y pueda valorar sus acciones, antes llegará una democracia real. Y ahí, la mayoría de la población africana tiene ya un teléfono móvil y se comunica con su hermana que vive en la capital o su hijo que salió a otro país. Mientras, hoy en día, en la gran mayoría de países que yo viví o visité en África, la democracia era una pantomima. Entendiendo como democracia el voto libre de cada persona con la suficiente información y sin presiones externas.

 

Represión política, violación de los derechos humanos, fraude electoral, expropiación de tierras, genocidio o debacle económica son algunos de los fantasmas que envuelven la polémica figura de Robert Mugabe. ¿Qué imagen y qué mensaje transmiten su reciente presidencia de la Unión Africana o la entrega del Premio Confucio de la Paz durante el año 2015? ¿Cómo valora este reconocimiento?

Penoso e intolerable. Mugabe es un racista y un gobernador déspota acusado de un genocidio que, con la nueva Constitución, se aseguró de que nunca será juzgado, ni él ni sus generales. Mugabe no le robó solo las tierras a los blancos, eso es casi lo de menos aunque sea lo que salió en las noticias occidentales; mató a 20.000 ndebeles. África no puede tener como cabeza a un tipo así.

 

África es una tierra diversa, llena de matices. Según sus palabras, la pobreza del mundo rural de Sudáfrica le impactó especialmente por el contraste con las áreas más desarrolladas del país. ¿La presencia internacional alimenta la disparidad en el desarrollo?

No en Sudáfrica. La desigualdad sudafricana se basa en el apartheid y en los gobiernos postapartheid, bastante corruptos, que han servido para crear una minoritaria nueva oligarquía negra. Hay democracia, hay más justicia y hay demasiada pobreza y violencia. Ahora, decir que con el apartheid el país funcionaba mejor y había menos violencia es olvidar que el 80 por ciento de la población carecía de derechos y vivían recluidos en townships. ¿Qué mayor violencia que esa? Que te den un plato de comida, agua y luz no deja de ser denigrante si te encierran y te quitan tus derechos, aunque hoy ya no tengas ni la comida, ni el agua ni la luz.

 

 

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“Yo no acepto órdenes de un negro”. Estas palabras, en tu historia, las dice un trabajador de raza negra. Doctrinas como la supremacía blanca o el clasismo han calado en cada estrato de la población. ¿Está lejos un futuro sin discriminación racial en países como Mozambique o Sudáfrica?

El mayor problema, y ese es internacional, no es de racismo, es de clasismo. En un club de alto standing ves negros, blancos, chinos o marcianos sentados en una mesa sin problema. El dinero es el mayor racismo. La estúpida frase que mencionas es solo un acto cretino, fácil y cínico. En todo caso, cada cosa mala que hace un africano no es siempre culpa de un blanco malvado que se la enseñó antes, pese a que las décadas de supremacismo blanco es evidente que han dejado un poso en la población.

 

“África funciona principalmente por las mujeres”. ¿Cómo se puede empoderar a este colectivo que sufre una doble discriminación?

Educación y cambios culturales que conllevan otro problema, el de la globalización cultural. A mí francamente me traen sin cuidado, en este caso, los valores culturales. Muchos estaban en Europa hasta hace nada y, en parte, se derribaron tras una dura lucha de siglos por conquistar derechos naturales. Yo estoy a favor de acabar, a través de la educación, con arraigos culturales que doblegan a la mujer africana. Para los africanos quiero lo mismo que para los gallegos, los japoneses y los guatemaltecos. Hay valores universales en los que creo por encima de todo.

 

¿Tienen diferente naturaleza las relaciones comerciales con África que establece China en comparación con Occidente?

El chino no tiene complejos, no le impresiona la pobreza que ya tiene por millones en su país, no tiene una opinión pública que le critique por abusos y le importan muy poco el sida y la malaria. Lo que ofrece es concreto, ya que tiene mucho que ver con la cultura africana del hoy. Quieren una carretera, la hacen, y ellos se llevan dos bosques permitidos y tres que no. Además, cuentan con una red de negociantes que no tiene problema en malvivir en una montaña o en medio de una zona mala de la ciudad. Un occidental, hablo en general, llega a un hotel o casa de lujo, busca alguien con contactos que le cierre sus negocios si hace falta con mordidas y a los seis meses se va un tiempo a su tierra porque le agobia mucho África y sus carencias tras hacerse un safari. Y también, por lo que yo vi en general y por ser justos, el occidental tiene mucha más sensibilidad con los derechos humanos que el chino.

 

Dedica un capítulo a Gorongosa, cuenta el esplendor del parque y su abocamiento a un declive tan“macondiano”. La estupidez humana devastó la riqueza natural del parque en tiempos de guerra y necesidad. ¿Es Gorongosa una metáfora del devenir de algunos países del continente?

Lo fue y ojalá lo sea del futuro porque es un parque maravilloso, bellísimo y que está renaciendo con un fabuloso trabajo que, en este caso, cuenta con dinero de un filántropo norteamericano sin el que nada sería posible.

 

Por último, ¿cuál será su próximo proyecto literario?

No lo sé, quiero hacer un libro de fotografía de los numerosos parques nacionales que visite en muchos países de África junto a cuentos tradicionales de cada tierra, pero la labor de recolección de los cuentos es muy difícil. Me gustaría juntar la belleza que ven muchos turistas con la cultura africana propia que quizá no vieron.

 

Hay muchos Macondos. Quizá esta entrevista se haya centrado en el Macondo más corrupto, más decadente, más frágil… en el Macondo más mediático. Sin embargo, Javier insiste, de manera obstinada, en reclamar la atención para ese otro Macondo, palpitante y diverso, rebosante de luz y de vida: “El libro y África están llenos de lugares lindísimos, de expresiones artísticas singulares y de calidad, de rutinas divertidas y tristes, de tribus con historia, de animales que viven en libertad, de ciudades caóticas en su tráfico y de desiertos por los que no pasa nadie. Hay todo un vivir normal en África que pretende contar el libro y que les corresponde a ellos. Yo fui un habitante en África e intento contar cómo me introduje en su día a día en este Macondo Africano”. Por fortuna, África sí tiene quien le escriba.

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