Revisionismo constitucional

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En lo que llevamos de siglo XXI, no pocos gobernantes africanos han intentado modificar las constituciones de las que se dotaron sus respectivos países a finales del siglo anterior. Unos con más éxito que otros. 

La constitución de un país es un texto de gran valor (material e inmaterial), porque bajo sus normas fundamentales el Gobierno, los poderes del Estado, las instituciones y los ciudadanos encuentran definidos el ejercicio de los derechos y deberes que les son inherentes y que, a su vez, les comprometen. Y, por tanto, tiene una vocación de permanencia y de perdurabilidad.

Si bien la estabilidad constitucional es necesaria para garantizar la seguridad jurídica de cualquier Estado, no es menos verdad que las constituciones deben adaptarse a las circunstancias de cada momento. Cada nación tiene derecho a revisar, reformar y cambiar su constitución. Y las naciones africanas también.

Sin embargo, lo más llamativo de la fiebre revisionista de las constituciones en el continente africano radica en que esas revisiones se suscriben a unos pocos artículos, fundamentalmente los referentes al mandato en la magistratura suprema; y no nacen de una demanda social ni tampoco cuentan con el respaldo mayoritario de la población; es decir, son reformas impuestas por el gobernante de turno.

Para captar lo que está sucediendo, habría que remontarse a la XVI Conferencia de Jefes de Estado de África y Francia celebrada el 20 de junio de 1990. Ese día, Francia ligó, en el contexto del fin de la Guerra Fría, su ayuda a la implementación del multipartidismo y al proceso democrático, lo que desencadenó una ola de supuesta democratización en África. A regañadientes, los presidentes africanos convocaron conferencias nacionales y aprobaron nuevas constituciones con limitaciones del número de mandatos para evitar que los gobernantes se eternizaran en el cargo.

Pero esas limitaciones cayeron rápidamente en desgracia, empezando por Togo en 2002, seguido en 2005 por Chad y Uganda. Francia se dio cuenta de que su nueva doctrina le estaba privando de aliados fieles y se retractó. Desde entonces, las reformas constitucionales se encadenan con el objetivo de permitir al dirigente de turno continuar en el poder.

En Burkina Faso, la intención de Compaoré de modificar la Constitución para presentarse a un nuevo mandato generó un levantamiento popular que le obligó a exiliarse a finales de octubre de 2014. En Nigeria, la victoria de Muhammadu Buhari en las presidenciales de marzo de 2015 constituyó la primera alternancia democrática en el país.

A pesar de ello, todo apunta a que África vivirá todavía un largo invierno de involución democrática. Y es poco probable que los cambios en Burkina Faso y en Nigeria se extiendan a otras partes de África en 2016, sobre todo teniendo en cuenta que la comunidad internacional, con Francia a la cabeza, ya no ejerce suficiente presión sobre los regímenes dictatoriales africanos para que cesen con las modificaciones partidistas. Ahora tocan seguridad y lucha contra el yihadismo.

 

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