De qué se habla en Bamako

A man reads a newspaper next to a newsstand in Bamako on November 23, 2015, three days after a deadly attack at the Radisson Blu hotel. Mali started three days of national mourning for the victims of the jihadist siege at the luxury hotel that left 19 people dead in the capital Bamako, with neighbouring Senegal, Mauritania and Guinea joining in a show of solidarity. AFP PHOTO / ISSOUF SANOGO (Photo credit should read ISSOUF SANOGO/AFP/Getty Images)

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Texto María Rodríguez desde Bamako (Malí). Fotografías Getty Images

 

En la calle, en los bares, en los taxis… En la capital maliense se debate sobre política, sobre paz, sobre la presencia francesa y, por supuesto, sobre fútbol, aunque esto queda en un segundo plano.

 

Un taxista cuenta que cuando los jóvenes –y no tan jóvenes– se reúnen a tomar el té al final del día, lo que en Bamako se conoce como les grins, suelen hablar de fútbol. Como todas las noches, en la calle pavimentada frente al Palacio de la Cultura de la capital maliense, varios grupos se juntan con una o dos teteras que amenizan el momento compartido. Podría ser como siempre, pero desde el mes de agosto el té y las charlas se disfrutan encima de los escombros. Al pasar por el lugar en la oscuridad se advierte a varios chicos en lo que antes fue el suelo de una pequeña tienda. Otro grupo disfruta de la conversación y de observar a quienes pasan desde donde antes se vendía carne a la brasa y ahora solo quedan las ruinas del horno de barro.

El mes de julio la gobernadora de Bamako, Aminata Kane, ordenó que todos aquellos quioscos construidos en los bordes de las carreteras fueran destruidos. El motivo de las autoridades es que afean la ciudad de cara a la Cumbre Francia-África que se celebrará en la capital maliense en enero de 2017. “Nos avisaron con tres días de antelación”, cuenta un vendedor. Pocos días, un aviso y cuestión de horas para que la vida de mucha gente que subsistía con estos pequeños negocios viviera un punto de inflexión. “La gente dice que la idea viene directamente del presidente”, señala el vendedor, “cuando asistió a la Cumbre de la Unión Africana en Ruanda. La capital le pareció muy bonita y limpia y quiere dar la misma buena impresión de Bamako”.

“Estoy muy desmoralizado” dice otro vendedor. “Vinieron sin avisar, destruyeron la tienda y me quedé sin nada”, continúa, “ahora estoy en el mismo sitio pero en la ventanita de la casa que había detrás, cada vez lo sabe más gente y vienen más clientes pero ha sido un mes muy difícil”, termina. El ambiente en torno a este tema fue bastante áspero en julio y agosto en Bamako y hubo varios incidentes, entre las fuerzas del orden y los comerciantes, que mostraron la frustración de la gente. El tema estaba en boca de todos.

Cuando se piensa en Malí, las palabras que resumen la idea que nos llega de este país son ‘guerra’, ‘terrorismo’, ‘yihadismo’ e ‘inse­guridad’. Desde que comenzara la crisis en 2012 con un golpe de Estado y una nueva rebelión tuareg en el norte –que aprovecharon además varios grupos yihadistas para implantar su ideología– nombrar Malí es evocar esta realidad que atraviesa el país. Y, aunque en la capital parece que no pasara nada, es algo muy real.

Ya la primera noticia internacional del año 2016 sobre Malí anunciaba el secuestro de la suiza Beatrice Stockly en Tombuctú el 7 de enero, y las informaciones han seguido con los continuos ataques de los grupos armados y los yihadistas a la Policía y Ejército malienses, así como a la Misión de Naciones Unidas en Malí, la MINUSMA. Tampoco se pueden olvidar el ataque terrorista al hotel Radisson en enero de 2016 en Bamako, al que antecedieron los del restaurante La Terrasse (marzo 2015) y el hotel Byblos (agosto 2015), este en Sévaré. La violencia aumenta y se extiende hasta el centro del país y, tras el primer aniversario de la firma del acuerdo de paz de Argel, el desengaño aumenta.

Las palabras que resumirían de qué se habla en Bamako serían ‘paz’, ‘acuerdo’, ‘norte’, ‘rebeldes’, ‘IBK’, ‘Gamou’, ‘yihadistas’ y ‘coste de la vida’. “La vida es cara”, “la vida no está fácil”, se escucha decir a los malienses constan­temente. Pero es ‘paz’ la que se ha convertido en su palabra favorita. Este vocablo de tres letras resume lo que esperan desde que en 2013 la Armada francesa, a petición de los propios malienses, comenzara a recuperar el norte de Malí. Entonces, en ciudades tan turísticas como Tombuctú, los nativos pensaban que los extranjeros –que movían la economía– regresarían pronto y que todo volvería a ser como antes. Sin embargo, han pasado tres años desde entonces y la paz no se ve cerca, la inseguridad es real y todo esto impide a quienes quieren conocer esta legendaria ciudad viajar a ella.

 

No son pocos los que consideran que las mujeres tienen la clave para alcanzar la paz en Malí / Fotografía: Getty Images

No son pocos los que consideran que las mujeres tienen la clave para alcanzar la paz en Malí / Fotografía: Getty Images

 

Paz. Fácil de pronunciar y de incluir en los discursos y en la redacción de los proyectos de desarrollo, pero no es tarea sencilla. Según quién hable, ve la solución de un modo o de otro, lo que muestra la falta de consenso ­entre las partes así como la complejidad del conflicto. “Si se respeta lo que está escrito en el acuerdo, las mujeres de los rebeldes volverán a las ciudades en lugar de quedarse en los campos de refugiados. Entonces, los hombres no se atreverán a atacar las ciudades y habrá paz”, señala una vecina de Tombuctú refugiada desde 2012 en Bamako. Para ella, la clave está en las mujeres y en que se respete el acuerdo de Argel firmado por las diferentes partes implicadas en junio de 2015.

Sin embargo, y a pesar de su convencimiento, otras personas en Bamako no piensan igual. Para ellas el problema para obtener la paz es precisamente ese acuerdo. “No es aplicable en la práctica”, señala el activista Mamadou ­Sidibe, “yo no hubiera firmado ese acuerdo ni bajo amenaza de que me corten el cuello. Jamás será posible aplicarlo, entre otras cosas porque el Estado no tiene ningún medio para financiarlo. Para mí, han firmado por firmar. Este acuerdo es bueno para la papelera”.

La falta de confianza en que el Acuerdo de Argel resuelva el problema del norte de Malí se une a la poca confianza que se le otorga al presidente Ibrahim Boubacar Keita (IBK). Con una larga carrera política y conocido por los malienses por haber formado parte de varios Gobiernos, fue elegido en agosto de 2013 en los comicios que se celebraron después de la transición que vivió el país tras el golpe de Estado de Amadou Sanogo, en marzo de 2012. Según cuenta un taxista de la capital, “yo no voté por él y nunca lo voy a hacer. La mayoría de la gente que votó por él pensó que podría tener soluciones al problema del norte. No ha hecho nada, nada en absoluto”.

Buscar a alguien en Bamako que esté a favor de IBK es como buscar una aguja en un pajar. Este descontento se percibe tanto entre los jóvenes como en los adultos y ancianos. Y, según los ciudadanos, para encontrar a alguien a su favor hay que ir a buscarle en sus círculos. Así, según un muchacho que parece rondar la veintena y que gestiona una tienda de telefonía “desde que IBK está en el poder hay trabajo, ¡sí!, ¡trabajamos!”, señala, “pero no ganamos nada, el dinero no se mueve”, concluye. Otro joven asegura que “la población no quiere a IBK, así que si se presenta a las elecciones y gana habrán sido los franceses quienes lo habrán puesto en el poder, no el pueblo”.

 

 

Partido clasificatorio para la próxima Copa África entre Malí y Benín. El fútbol, como en tantos sitios, también es tema de conversación ente los malienses / Fotografía: Getty Images

Partido clasificatorio para la próxima Copa África entre Malí y Benín. El fútbol, como en tantos sitios, también es tema de conversación ente los malienses / Fotografía: Getty Images

 

Descontento juvenil

En la puerta de una agencia de comunicación del barrio de Bamako-Coura un grupo de jóvenes –y algunos no tanto– ponen en común su descontento y los problemas de Malí en los distintos puntos de su geografía, no solo en el norte. Critican las decisiones políticas y buscan organizarse y movilizar a otros jóvenes en busca de reacciones y cambios. “El esclavo que no es capaz de asumir su rebelión no merece sentir lástima por su destino”, comenta uno de ellos, parafraseando a Sankara.

Las críticas a la intromisión de Francia en la vida de Malí también se dejan entrever en los comentarios y conversaciones. “Francia está implicada desde principios de los años 60, cuando comenzó el problema con el norte”, señala otro vecino de Bamako. Con menos delicadeza y sin tapujos habla un periodista local sobre el país galo: “Allí por donde pasan los franceses, lo hacen mierda”. Las frases contra la operación militar francesa Barkhane y la MINUSMA son también una constante y, en este sentido, otro taxista dice: “Ya no entiendo nada, ¿me puedes explicar qué hacen aquí los blancos en una misión de paz que no trae la paz?”.

Al que no critican en Bamako es a Gamou. El general El Hadj Ag Gamou, oficial superior de la Armada y miembro del Grupo de Autodefensa Tuareg Imghad y Aliados (GATIA), se ha ganado el respeto de parte de la población. “Gamou es hoy el hombre más popular de Malí, es una estrella”, señala el periodista. “Yo creo”, dice, “que si se presentara a las próximas elecciones de 2018 las ganaría”.

Cuando los jóvenes se reúnen en les grins, las discusiones no giran solo en torno al fútbol. También comentan lo que se habla en la radio, discuten la situación del país, la gestión de las autoridades, el alto paro que sufren o lo cara que está la vida. “La gente también habla de fútbol”, afirma un ciudadano, “pero lo hacen para olvidarse de los problemas que tenemos en Malí”.

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