Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
Compartir la entrada "«Se ve más cine africano en Europa que en África»"
Está vinculada a la mirada de quien programa. Ahora tengo una visión menos paternalista que cuando empecé. Creo que conozco mejor las realidades africanas, y hemos logrado que se impongan criterios de calidad, abandonando una mirada condescendiente hacia las películas africanas. Hay que ser exigente con las obras africanas, como hacemos con las que proceden de otros lugares. Así se valora a sus creadores, creemos en su potencia creativa y en su capacidad de rivalizar con otros creadores.
Al ser un festival de cine africano, nos centrábamos en lo que podía gustar a un público africano, pero con los años me di cuenta de que no era una buena estrategia. Siendo europea, no puedo pretender ser lo que no soy, por eso ahora creo que una obra de calidad tiene la posibilidad de gustar a todo el mundo, sin importar su origen. También existe una producción audiovisual muy golosa para un cierto público local –pienso en Nollywood– pero que es difícilmente exportable. No es el cine que defendemos.
La clave es juzgar la película africana basándonos en criterios de calidad cinematográfica más que en la temática o en nuestra curiosidad.
Sí, y de hecho el público ha cambiado mucho también en Tarifa. Las comedias que hacían reir hace 15 años, no por ser comedia sino porque mostraba hábitos fuera de nuestras costumbres, hoy en día ya no hacen reir tanto.
Nuestro papel es difundir parte de la producción cinematografía africana para un público español. Debemos atraerle y saber lo que le puede interesar. Ponemos al cine africano al mismo nivel que el europeo. Buscamos un lenguaje innovador, original, intentamos apartar las películas de narración ultraclásica y conocidas, y prestamos mucha atención a la parte artística, como nos ocurrió el año pasado con la película Mother, I am suffocating, del lesotense Lemohang Jeremiah Mosese. En África también se investiga el lenguaje cinematográfico.
Tristemente, todavía se ve más cine africano en Europa que en África, excepto en Nigeria con Nollywood. Pero los grandes festivales de referencia para el cine africano son Cannes, Berlín, Rotterdam, Toronto, Venecia, y luego están el festival de Durban, Fespaco, las jornadas cinematográficas de Cartago y el nuevo festival El Gouna en Egipto. Estoy convencida de que hay joyas que se quedan en la sombra, que no llegan a los festivales. Las obras cinematográficas se proyectan poco en África porque hay muy pocos cines. La mayoría cerraron en los años 90 por los ajustes estructurales del FMI y BM, que incitaron a muchos Gobiernos a dejar de apoyar la cultura en general.
Se viaja a festivales durante el año para captar títulos interesantes y lanzamos una convocatoria abierta en otoño. Las retrospectivas se deciden con la dirección teniendo en cuenta la actualidad. Este año queríamos organizar un ciclo con el cine sudanés porque han surgido bastantes películas premiadas en festivales importantes como Talking about trees que cuenta lo que ocurrió con el cine sudanés bajo el régimen de Omar al Bashir, desde su edad de oro, en los 60, hasta la dictadura, que terminó con la producción audiovisual.
Otras dos retrospectivas: una dedicada a la cineasta martinica Sarah Maldoror, en colaboración con el Museo Reina Sofía; y otra sobre el humor en los cines africanos –vinculado al humor y la tradición, el humor en el cine de Mambeti, el humor y el lenguaje…– que pensábamos hacer junto al Instituto Francés de España.
Cada vez tenemos más problemas con los formatos porque Tarifa es una ciudad pequeña y no hay salas equipadas con el sistema DCP. Ya hemos tenido que renunciar a tres películas que no podemos programar porque no nos quieren dejar otro formato para visionarlas. También se programa cada vez más cine africano en festivales internacionales que exigen estreno nacional. Y estamos viendo que prefieren que no sea un festival especializado en cine africano porque consideran que eso quita valor a su película. Les parece más interesante estrenar en un festival internacional que hacerlo en uno africano, y en una ciudad pequeña como Tarifa. Yo tengo mis dudas sobre este punto, porque a veces pasan desapercibidas. Y la última dificultad es que cada vez hay más vendedores internacionales que quieren encontrar distribuidores españoles que compran los derechos para una zona amplia como Europa y luego intentan colocar la película en cada país. Es un interés más económico que artístico o de reconocimiento, prefieren que les compre la película un distribuidor nacional.
En largometrajes habíamos previsto una cinta sudafricana muy interesante sobre la presencia de China en África, pero no desde el aspecto económico. Budha in Africa trata de una nueva política expansionista china que consiste en extender el budismo por el África austral. La película muestra un centro budista en Malaui, donde van recogiendo huérfanos en los pueblos de la zona y los inscriben en esta escuela, donde aprenden esa religión, a hablar chino o practicar kung fu para luego mandarles a China a estudiar. Y también destacaría Moffie, de Oliver Hermanus, que habla de la represión entre jóvenes blancos por su homosexualidad en el Ejército, durante el apartheid.
Creo que sí. Lo ven como un bien de primera necesidad en la medida en que es un arma de expresión fundamental. Hace un par de años tuvimos muchas películas en competición vinculadas a estos movimientos sociales en RDC y en otros países. Muestran sus reivindicaciones y la necesidad de cambio.
El festival tiene un historial un poco complicado porque hubo una época en la que disponía de más fondos, luego casi murió, resucitó, y poco a poco estamos volviendo a subir la cuesta. Es fundamental retomar la parte más profesional. Hay que dar un paso más en nuestro papel de ayuda al desarrollo de las industrias audiovisuales africanas.
Creo que hay un respeto. Durante muchos años hemos sido el único en España. La mejora en la programación es digna y es verdad que nos faltan fondos para ayudar a que se produzcan películas en el continente, como hacen en Berlín o Venecia, pero para eso necesitamos apoyos institucionales, para involucrarnos en la coproducción o posproducción de películas africanas, en ayuda al desarrollo de guion… Pero esperamos lograr algún día la colaboración con otros proyectos. También queremos reforzar la parte marroquí, porque el FCAT está en dos continentes. Antes de aplazar el festival, las fechas coincidían con el Ramadán en Marruecos y habíamos previsto actividades socioculturales en Tánger, Chefchauen y Tetuán, junto con algunas proyecciones, pero… ya se harán.
Lleva 14 años decidiendo –junto al equipo de dirección del FCAT– las películas, cortos, retrospectivas y actividades, que se ejecutan durante los 10 días que dura el certamen. Licenciada en Historia del Arte y Cine, máster en Dirección de Proyectos Culturales por la Universidad Paris-Sorbonne Nouvelle, pasó por la Filmoteca Española antes de especializarse en cine africano. Entre otras instituciones y publicaciones, Berger ha colaborado con Casa África en la coordinación y redacción de los Cuadernos Africanos dedicados al cine del continente. Jurado en festivales cinematográficos internacionales, imparte conferencias en festivales y universidades, todo con el objetivo de acercar lo que ocurre en la gran pantalla al otro lado del Mediterráneo.
Compartir la entrada "«Se ve más cine africano en Europa que en África»"