Por Chema Caballero. Los llamados minerales de sangre, procedentes de países en conflicto, circulan con toda impunidad en los mercados internacionales. Los consumidores los adquirimos, en la mayoría de los casos sin ser conscientes de ello, en cientos de productos de uso diario con lo que nos convertimos en cómplices de los crímenes de guerra y contra la humanidad.