Por P. Feliz da Costa Martins
La furgoneta me dejó a un kilómetro del campo de refugiados de la ciudad de Dreij, donde cerca de 80.000 personas intentan sobrevivir. Conozco bien esta zona, especialmente porque está ligada a la capellanía militar, una actividad que han solicitado a la Iglesia algunos grupos de militares católicos, sobre todo los que conforman el batallón de Nigeria. Al pasar por la primera tienda que me encontré pedí una botella de agua. Me respondió tímidamente el niño que vendía detrás del mostrador: “Solo vendemos el agua por vasos”. En ese momento oí a alguien murmurar “¡Cáfir!”, que significa infiel. No veía al que pronunció el insulto. Pensé que debía estar lejos, por lo que no le hice caso; mantuve la calma y lo tomé como una broma.