Por Pablo Moraga
Los violaciones comenzaron durante el pasado otoño en Bugorhe, una agrupación de pequeñas ciudades en el Este de República Democrática del Congo. Las víctimas son niñas de entre unos pocos meses y diez años. Son tan pequeñas que apenas pueden resistir estos abusos sexuales y, a menudo, requieren intervenciones quirúrgicas muy complejas. Sus familias viven por debajo de los umbrales de la pobreza y no pueden ofrecer a las niñas la atención médica que necesitan. A partir de mayo de 2014 el número de casos se ha disparado. Es lo último. Una nueva moda terrible. Un grupo de organizaciones locales, médicos y dos oenegés españolas ya han comenzado a trabajar juntos para frenarlos.