Todos tienen razón

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La indiferencia popular y el «casi» silencio oficial que ha acompañado la muerte y el entierro de Abdelaziz Buteflika, presidente de Argelia entre 1999 y 2019, dejan claro que sus últimos años de gobierno han condicionado, y mucho, la imagen que ha dejado para la posteridad. Un breve comunicado leído en la televisión pública, un tardío pésame oficial a la familia –ofrecido dos días después del fallecimiento por el ministro de Asuntos Exteriores, Ramtane Lamamra, quien fuera en su momento miembro de uno de los ejecutivos de Buteflika– y las banderas a media asta distaban mucho de los honores con los que Argelia despidió en su momento a Ben Bella, Houari Boumediane o Chadli Benyedid. 

La prensa tampoco ha ayudado a mutar el sentimiento de la opinión pública. Solo el gubernamental Le Courrier d’Algérie optó por ensalzar la figura del expresidente en su primera página: «Argelia pierde a un gran hombre de Estado». Frente a esta cabecera, El -Watan tituló «Un fin sin gloria»; Liberté optó por «En soledad» y Le Soir eligió «Una desaparición discreta». Solo L’Expression equilibró las opiniones de unos y otros y hablaba de «Esplendor y decadencia de un presidente». 

Con aciertos, errores y fallos de cálculo, no hay duda de que la valoración de su ejecutoria se ha visto condicionada por cómo gobernó el país desde 2013, cuando sufrió un derrame cerebral. En 2014, meses después del accidente vascular, se presentó a la reelección, que obtuvo sin pronunciar una sola palabra durante la campaña electoral. Pero un hábil estratega como él, quizás no valoró lo suficiente los indicios del hartazgo de los argelinos que ya se intuían. 

A pesar de haber evitado años antes que las revueltas árabes de 2011 prendieran en Argel, el entramado de poder no impidió que la ciudadanía se opusiera en la calle, con vehemencia y decisión, a una nueva candidatura de Buteflika en 2019, con 82 años y muy mermado. Su imagen de debilidad física e intelectual fue difícil de blanquear incluso para los más contumaces defensores del otrora hábil dirigente. Sentado en una silla de ruedas, sus apariciones públicas o mediáticas fueron escasísimas y muy controladas. Sin embargo, las imágenes que trascendieron de su encuentro con Emmanuel Macron en 2017, con un sonriente presidente francés junto a un hierático Buteflika, fueron difícilmente maquilladas por la fontanería gubernamental. Los argelinos no querían un presidente imposibilitado y manipulado por otras manos. Por eso triunfó el -Hirak –que apuntaba no solo al presidente sino al -régimen–  y Buteflika se tuvo que marchar en 2019 [Abdelkader Bensalah, presidente de la transición tras la salida de Buteflika, falleció el pasado 22 de septiembre a los 80 años]. Y puede que por eso también tras su muerte, a la hora de ponderar méritos y deméritos, estos últimos se vayan imponiendo.

Junto al resto de titulares antes citados, el Quotidien pedía en su primera página «Paz para su alma». ¿Por los méritos contraídos o por los pecados cometidos? Cada argelino tiene una respuesta.



En la imagen superior: Un hombre lee los titulares de los periódicos en la despedida al expresidente Abdelaziz Buteflika. Fotografía: Billal Bensalem / Getty


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