Un encuentro necesario

Editorial de noviembre de MUNDO NEGRO. Desde 2017, los ataques yihadistas en el Sahel, pero también en otras partes del continente africano y del mundo, están oscureciendo la belleza del mundo islámico y la verdadera imagen del islam.

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EDITORIAL DEL NÚMERO DE NOVIEMBRE DE MUNDO NEGRO

Desde 2017, los ataques yihadistas en el Sahel, pero también en otras partes del continente africano y del mundo, están oscureciendo la belleza del mundo islámico y la verdadera imagen del islam. Es muy difícil de aceptar la pretensión de estos grupos minoritarios, radicales y violentos, que buscan el control absoluto de la política, la educación, las finanzas, la cultura y hasta la vida cotidiana de la gente como único camino para imponer su visión del islam. Nos gustaría escuchar más voces –y con más frecuencia–, dentro y fuera del islam, que desacrediten esta pretensión inaceptable. Con la misma vehemencia hay que desenmascarar también todo fundamentalismo cristiano que camine en la misma línea. 

Musulmanes y cristianos expresamos el deseo de compartir nuestra fe y de inspirar a las sociedades en las que vivimos con los valores en los que creemos. Demostrar un cierto empuje misionero es, precisamente, lo que nos convierte en buenos cristianos o buenos musulmanes. El encuentro es necesario, porque ambos trabajamos en el mismo campo, con objetivos similares, y no podemos convertirlo en un campo de batalla. Todo debe llevarse a cabo desde el diálogo, sin violencia y en el respeto mutuo más escrupuloso.

Este encuentro necesario entre cristianismo e islam exige un esfuerzo continuo que debe ser contextualizado, porque se dialoga desde la vida, en lugares y realidades concretas. En muchas sociedades africanas, el diálogo interreligioso es crucial para permitir la estabilidad y la cohesión social. Un ejemplo es República Centroafricana (ver pp. 22-27 del número de noviembre de MUNDO NEGRO). En este país, solo el trabajo paciente y armonioso entre cristianos y musulmanes ha permitido, hasta el momento, mantener a raya al yihadismo que pulula por sus fronteras.

La Iglesia católica ha descubierto muy poco a poco, y demasiado recien-temente, que el diálogo interreligioso forma parte de la Misión. En el caso del diálogo con el islam, nos precede una historia de siglos plagada de guerras y descalificaciones mutuas que no puede ser ignorada, pero sí superada cuando existe buena voluntad, capacidad de escucha y la aceptación por ambas partes de que una auténtica religiosidad solo existe si se conjugan el amor a Dios y al próximo.

El papa Francisco, al igual que sus predecesores, sigue potenciado el acercamiento fraterno a nuestros hermanos musulmanes, consciente de que en el islam y el cristianismo adoramos a un mismo Dios misericordioso, pero también de que se trata de religiones diferentes y no intercambiables. Como escribió en 1963, el islamólogo dominico Jacques Jomier: «El islam rechaza categóricamente las afirmaciones cristianas fundamentales», como el Misterio Pascual o la divinidad de Jesucristo; y el cristianismo –no nos -engañemos– hace lo propio con las afirmaciones islámicas fundamentales. Por eso, en este encuentro necesario entre cristianos y musulmanes, quienes dialogan deben «estar sólida y alegremente enraizados en su propia identidad», afirma el papa Francisco. Solo entonces es posible el enriquecimiento mutuo. Así se entienden las palabras que compartió con MUNDO NEGRO el cardenal Cristóbal López, arzobispo de Rabat, cuando dijo que el encuentro con el pueblo marroquí «interroga mi propia fe, pero no para dudar de ella sino para estimularla y vivirla más profundamente».


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