Un lugar para la paz

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Asociación AMANI, en Granada

El 17 de enero se celebra la Jornada Mundial de las Migraciones. Una oportunidad para recordar que la hospitalidad es un signo profético y una virtud a proponer y potenciar en las comunidades eclesiales, religiosas y en el ámbito de la sociedad civil. La asociación granadina AMANI es un ejemplo de la cultura de la hospitalidad con las personas migrantes.

Samir el Amrani falleció en un hospital de Granada en la madrugada del pasado 5 de diciembre. Este joven marroquí de 24 años padecía un linfoma y su debilitado sistema inmunológico no le permitió superar una simple infección bacteriana. Samir vivía en Casa KARIBU, uno de los tres pisos que tutela la asociación granadina AMANI. Esa misma tarde, voluntarios de la asociación fueron a visitar a los amigos de Samir. Alguien entonó una oración en árabe: «Pertenecemos a Dios y a Él volvemos. Oh Dios, perdónalo, ten piedad, perdónalo y hónralo». A continuación compartieron un pastel de mermelada de higo con chocolate que alguien había traído. En aquella habitación donde se encontraron personas magrebíes, europeas y subsaharianas para hacerse compañía, charlar, comer y orar juntas, se escribía una página más de la cultura de la hospitalidad impulsada desde AMANI.


Varios migrantes con los que trabaja AMANI.



En agosto de 2018 nacía en Granada la Asociación de acogida y socialización AMANI, una palabra suajili que significa «lugar de paz». La Fundación Fray Leopoldo puso a su disposición un edificio en el centro de la ciudad que fue convertido en un espacio humano y digno para favorecer la integración social de las personas migrantes. Es un centro de día abierto a todas ellas, con independencia de su nacionalidad, religión o procedencia, y donde se busca y se aprovecha la riqueza de la diversidad.

Al no recibir financiación pública, AMANI funciona gracias a los donativos de colaboradores y al compromiso de sus decenas de voluntarios, hombres y mujeres de una gran sensibilidad social. Desde la asociación se ofrecen cursos de español, actividades lúdicas y deportivas, asesoramiento jurídico y médico, pero también algo muy valioso, el tiempo que cada persona necesita para sentirse escuchada y acogida. Y, cómo no, si las circunstancias lo requieren, el discernimiento lo sugiere y las -posibilidades existen, tampoco faltan las ayudas en alimentos o en dinero.


Un grupo de voluntarios.


Hombres de 18 a 35 años

Más de 400 personas han participado en las actividades del centro, en su mayoría hombres de entre 18 y 35 años. Apenas una treintena de mujeres han pasado por AMANI. Más de la mitad de estas personas son -magrebíes, sobre todo de -Marruecos, y el resto, subsaharianos junto a algunos latinoamericanos y asiáticos. Entre los países subsaharianos, los más representados son Guinea, Costa de Marfil, Malí, Senegal, Camerún, Nigeria y Sierra Leona.

La mayor parte de los jóvenes que frecuentan AMANI son musulmanes, pero la religión o las ideas políticas que puedan tener no son importantes para los voluntarios de la asociación, que ven únicamente a las personas que tienen delante e intentan responder a las necesidades que plantean.

Una voluntaria con un joven subsahariano.


Orígenes de AMANI

Mucho antes de 2018, los fundadores de AMANI y los que ahora continúan sosteniendo sus actividades ya trabajaban en red. Algunos son miembros de congregaciones religiosas y otros pertenecen a diferentes colectivos y asociaciones, pero a todos les une el objetivo común de hacer de Granada una ciudad hospitalaria. 

Una de estas personas es el P. Rafael Pérez, un misionero comboniano valenciano de 60 años muy sensible a las situaciones de vulnerabilidad e injusticia que viven las personas migrantes. 



El P. Rafael recuerda muy bien la fría noche del 16 de diciembre de 2017, cuando recibió una llamada de teléfono en la que le informaban sobre la presencia de más de 60 migrantes subsaharianos en la estación de autobuses de la ciudad. Las autoridades civiles les habían dejado sin ningún recurso asistencial ni habitacional. El misionero comboniano cogió la furgoneta para ir a su encuentro y, casi sin pensarlo, tomó la decisión de acoger a 19 de ellos, tantos como tenían capacidad de albergar en la comunidad. Estuvieron allí durante ocho meses, hasta que cada uno fue solucionando su proyecto migratorio. Durante ese período la comunidad comboniana se desvivió para ayudarles en todo lo necesario. «La experiencia fue maravillosa –dice el P. Rafael– porque se anudaron muchas buenas amistades. Desde entonces, siempre compartimos techo y pan con nuestros hermanos migrantes. Actualmente tres viven con nosotros». Y añade: «Humanamente es muy gratificante. Son personas agradecidísimas, que se vuelcan con nosotros porque han encontrado a alguien que les escucha, que les atiende y que no busca una compensación por el servicio que ofrece».



Uno de los jóvenes acogidos por los misioneros combonianos de Granada es Moïse Benitel, de Guinea. Tenía apenas 21 años cuando, la noche del 13 de diciembre, se subió a una patera junto a otras 36 personas para adentrarse en una noche fría y oscura. 11 horas después, fueron rescatados por Salvamento Marítimo, que los dejó en las costas de Almería para, posteriormente, ser trasladados en autobús hasta Granada: «Pasamos dos días abandonados en la calle sin saber a dónde ir hasta que apareció el P. Rafa. La casa de los misioneros combonianos fue mi hogar. Después fui conociendo a muchas personas voluntarias y amigas de AMANI, y mi familia en España se fue agrandando».

Para evitar que se repitiera la situación de aquella noche de diciembre, muchos de los futuros fundadores de AMANI comenzaron un trabajo de incidencia política con la Concejalía de Derechos Sociales del Ayuntamiento de Granada. El resultado fue el Protocolo de emergencia ante la llegada colectiva de personas inmigrantes (PECOL). Mientras estuvo en vigor –hasta las municipales de mayo de 2019, cuando Luis Salvador, de Ciudadanos, sustituyó a Francisco Cuenca, del PSOE– el -PECOL se activó al menos nueve veces para ofrecer soluciones de alojamiento, comida y servicios sociales a decenas de migrantes de primera llegada a Granada.





Casa KARIBU

Animados por el éxito del PECOL, nació la Asociación AMANI. Además de los servicios prestados desde la sede de AMANI, en la calle Ancha de Capuchinos, la asociación ha puesto en marcha varios proyectos e iniciativas. Uno de ellos es el de casas de acogida para personas migrantes que reúnen una serie de condiciones, como carecer de medios para asegurarse una subsistencia digna, haber llegado recientemente a España o ser solicitantes de asilo. Los jóvenes admitidos son invitados a vivir como en una familia. Tienen asignadas tareas para mantener la vivienda en condiciones adecuadas de higiene, limpieza y orden, deben respetar un código de conducta y también se les hace partícipes de las actividades del centro AMANI.

Todo comenzó en enero de 2020 con un primer piso, cedido por las Hermanas de San José, al que se le dio el nombre de Casa KARIBU. Más tarde, en septiembre, se abrió un segundo piso, llamado Casa DUMELA, y a finales de noviembre la Asociación Dar al Anwar ha puesto a disposición de AMANI una tercera vivienda.

En la actualidad, el proyecto alberga a 17 chicos magrebíes y subsaharianos. Noorddine Bagass, un marroquí de 19 años, es uno de ellos: «La convivencia entre nosotros es fraterna, sin conflictos de ningún tipo, y los voluntarios de AMANI son muy buena gente. Gracias a ellos no nos falta ropa, comida o zapatos». Lo mismo afirma Mamadou -Sidibé, maliense de 20 años, quien añade: «He tenido mucha suerte al conocer AMANI, que además de esta vivienda me está ofreciendo la posibilidad de estudiar español. Como el centro está cerrado por la pandemia, hacemos los cursos con el móvil, de lunes a viernes, una hora y media por las tardes».

Familias acogedoras

Otro proyecto interesante son las familias acogedoras, nacido a finales de 2019 para poner en contacto a personas migrantes sin hogar con familias granadinas que quieran acogerlos. Aquí el concepto de familia es muy amplio: familias nucleares, monoparentales, comunidades religiosas o incluso jóvenes estudiantes que quieran compartir su piso. Lo importante es que dispongan de un espacio digno para acoger y que estén dispuestas a proporcionar a la persona migrante un ambiente de respeto y afecto. 

Al principio, cada familia adquiere un compromiso que puede ser de días, semanas o meses. «Está siendo fantástico –y sonríe el P. Rafael al decirlo–, ya tenemos más de 14 familias acogedoras y 16 jóvenes han sido favorecidos por esta generosidad».


P. Rafael y Moïse Benitel apoyando una iniciativa de los Círculos de Silencio.


Inserción laboral

Al declararse el estado de alarma el 14 de marzo de 2020, el centro AMANI tuvo que cerrar sus puertas, pero los proyectos, algunas actividades lúdicas y los servicios de apoyo jurídico han seguido en marcha. Además, aparecieron nuevas posibilidades de ayuda solidaria, como la búsqueda de empleo para los -jóvenes.

Desde la asociación escucharon el llamamiento de los agricultores de Huelva ante la posibilidad de perder la cosecha de frutos rojos y pensaron que, tal vez, algunos de los jóvenes migrantes con los que trabajan estarían interesados en este empleo. Dicho y hecho. Para ello, contactaron con aquellos que disponían de permiso de trabajo y les ayudaron en el proceso burocrático que tuvieron que realizar con las dos empresas de Almonte que ofrecieron los contratos. «Para nosotros –recuerda el P. Rafael– era importante que los chicos tuvieran el alojamiento asegurado y que el salario fuera justo». Y así fue. Dispusieron de diferentes barracones con duchas e instalaciones higiénicas. El salario bruto por una jornada de seis horas y media fue de 42,22 euros al día. Hasta el 30 de junio, 46 chicos trabajaron en el campo onubense, y aunque «algunos volvieron muy cansados porque no se esperaban la dureza del trabajo en el campo, lo cierto es que todos estaban muy contentos y agradecidos con AMANI por esta oportunidad».

Esta experiencia de inserción laboral responde muy bien a uno de los principios fundamentales de la asociación: «No hacer por los jóvenes migrantes lo que ellos mismos pueden hacer». Como explica de nuevo el P. Rafael, «AMANI no es una asociación paternalista, solo ofrecemos ayuda y apoyo, pero queremos que las personas tomen sus vidas en sus manos y sean artífices de su propio progreso. Por eso, cuando vemos que algunos de ellos se van insertando en la sociedad granadina, encuentran trabajo o consiguen regularizar sus papeles estamos muy contentos».


Recesos en la recogida de la fresa en Huelva.


Colegio San Francisco Javier

Aunque no esté directamente vinculado a AMANI, sino a la Delegación Diocesana de Migraciones de Granada, varios voluntarios de la asociación participan en un proyecto del colegio San Francisco Javier, en el barrio de Haza Grande. Se trata de un centro abandonado hace 23 años que se quiere recuperar como espacio de formación y capacitación laboral. Ya se han hecho las reformas pertinentes para acoger en él a jóvenes migrantes, pero también a jóvenes granadinos en riesgo de exclusión. Entre las formaciones impartidas por profesores voluntarios se piensa en cerámica, pastelería o agricultura ecológica, pero podrían añadirse otras profesiones.

Para alegría de los promotores de la iniciativa, el pasado 3 de diciembre, día de la festividad de san Francisco Javier, el colegio Santa Fe –de la Institución Teresiana del P. Poveda– ofrecía una importante donación de mesas y de armarios que ya han sido instalados en el futuro centro de capacitación laboral.




Agradecimientos

En la sede de AMANI hay un lugar donde los jóvenes migrantes pueden escribir sus agradecimientos. Aunque escritos en un castellano circunstancial, es emocionante pararse a leer los textos. «No puedo olvidar AMANI en mi vida te lo juro, gracias a todas las personas de -AMANI»; «Siempre diré gracias a todo el equipo de AMANI, es la familia, es una base fundada para todos sin importar el país o el color, ustedes son nuestras madres, los padres son todos para nosotros, también que viviremos, nunca los olvidaremos»; «AMANI es nuestro consuelo, pedimos a Dios que os de más fuerza para poder ayudar más a los que no tienen voz que se sienten perdidos en la sociedad»… Y la lista es larga.

Otra de esas alegrías que no se esperan es la decisión de Moïse -Benitel de comenzar el catecumenado para ser bautizado. El P. Rafael, que lo acogió en la estación de autobuses hace ya tres años, lo vive con emoción: «De los cientos de jóvenes migrantes con los que entro en contacto cotidianamente, Moïse es el primero que toma esta maravillosa decisión»



 

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