Un lugar para los olvidados

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Centro de Salud Mental Telema, en Kinshasa (RDC)



El 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental. En África abundan los mitos y supersticiones que estigmatizan las enfermedades mentales que, a pesar de su alta incidencia, reciben de los sistemas sanitarios africanos una respuesta muy insuficiente. En este contexto, el Centro Telema de Kinshasa es un oasis de esperanza para los enfermos mentales de la capital congoleña.



Por las calles de Kinshasa vagan a su suerte numerosos enfermos mentales. Es fácil encontrarlos e identificarlos. Caminan solos, medio desnudos, con ropas raídas y sucias y los cabellos despeinados. Estas personas viven de la caridad de la gente y están expuestas a todo tipo de agresiones y enfermedades oportunistas. Si su comportamiento se vuelve violento, pueden desaparecer sin que nadie las eche de menos. En la mayoría de los casos, sus familiares, confrontados a la pobreza crónica que roe la sociedad congoleña, se ven empujados a abandonarlas ante la imposibilidad de hacerse cargo de ellas. Tampoco el Estado es capaz de asumir su responsabilidad.

Kinshasa no es la excepción africana. En muchas otras ciudades del continente se repite la problemática. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 10 % de los africanos sufre algún tipo de trastorno mental, pero el presupuesto que los países destinan a combatir este tipo de patologías es casi inexistente, además de muy raros los servicios de neuropsiquiatría en los hospitales africanos. La OMS recomienda un psiquiatra por cada 5.000 habitantes, pero en muchos países del África subsahariana apenas existe uno por cada 100.000.

En las enfermedades mentales se incluye un amplio abanico de patologías neurológicas y psicóticas. Las primeras afectan a los sistemas nerviosos central y periférico, y entre las más frecuentes están las demencias, el ictus, la epilepsia, la esclerosis múltiple o las migrañas. Los trastornos psicóticos, por contra, causan una distorsión en la percepción de la realidad y se caracterizan por la aparición de ideas y percepciones anormales. Entre ellos se encuentran las depresiones, las fobias, las obsesiones compulsivas, la esquizofrenia, los trastornos bipolares, etc.

Fotografía: Enrique Bayo
Oasis de esperanza

Para aportar esperanza a los enfermos de Kinshasa afectados por estas patologías, las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón fundaron el Centro de Salud Mental Telema, que en lingala significa «levántate». Las primeras hospitalarias llegaron a Kinshasa en 1989 por petición de la Iglesia local, que se veía impotente y quiso ofrecer una solución a los enfermos mentales sin protección que deambulaban por las calles. Dos años después, en 1991, se inauguraba el Centro Telema en el distrito de Matete de la capital congoleña. 

Este hospital especializado en salud mental ya se ha quedado pequeño. Cada año se realizan más de 50.000 consultas, y solo en 2020 se -registraron alrededor de 4.000 nuevos pacientes. Los pasillos y las salas de espera están saturados de personas que aguardan su turno para entrar en alguna de las cinco consultas. La Hna. Christine Laure nos recibe vestida con una bata blanca de los servicios sanitarios de la Comunidad de Madrid. Nos explica que sus hermanas españolas enviaron la bata junto a otras prendas y materiales que están teniendo allí una nueva vida.

La Hna. Christine es camerunesa. Se graduó como enfermera en su país y obtuvo la especialización en Psiquiatría en Burkina Faso. Llegó a República Democrática de Congo en 2005, y desde octubre de 2018 es la directora de Telema. Según ella, el principal problema que afrontan es la falta de conciencia de la gente respecto a las enfermedades mentales. «Cuando alguien manifiesta algún síntoma de trastorno mental, la familia no piensa en primer lugar en venir al hospital. Creen que es un hechizo, un asunto de brujería y van al pastor para que rece y libere al enfermo del mal espíritu, de manera que cuando llegan al hospital se ha perdido un tiempo precioso. Por ejemplo, una psicosis aguda que puede corregirse en seis meses puede agravarse y convertirse en una enfermedad crónica irreversible».

Una hospitalaria elabora las muñecas de trapo cuya venta ayuda a la autofinanciación de Telema. Fotografía: Enrique Bayo
Toma de conciencia

Esta constatación justifica los programas de sensibilización que el centro lleva a cabo a través de un boletín de salud mental, programas de radio y visitas a colegios e iglesias para concienciar a alumnos y feligreses. «El objetivo es evitar la marginación de los enfermos mentales –dice la Hna. Christine–, ayudando a comprender que las enfermedades mentales son como las demás, que tienen sus causas y sus tratamientos eficaces. No nos cansamos de pedir a todo el mundo que traigan al centro a cualquier persona que manifieste síntomas». 

Telema es también un centro multiplicador de salud mental y organiza sesiones de formación para el personal sanitario de otras instituciones médicas de la ciudad, a través de las cuales aportan un valioso conocimiento en neuropsiquiatría.

En Kinshasa existen clínicas privadas de psiquiatría –solo al alcance de pacientes con posibilidades económicas– y también el Centre Neuro Psycho Pathologique (CNPP) de la Universidad de Kinshasa (en la imagen inferior), pero con una actividad muy reducida en la actualidad. Este hecho convierte al Centro Telema prácticamente en el único de la ciudad que se hace cargo de los enfermos mentales. «Nosotras vinimos a Kinshasa para estar cerca de los pobres –afirma la Hna. Christine–. Todo el mundo tiene acceso porque una consulta nunca cuesta más de 3.000 francos congoleños –menos de dos euros–, y cuando las familias no disponen de medios para pagar los medicamentos, las ayudamos también. Ningún enfermo sale de aquí sin tratamiento».

La disponibilidad de medicamentos es precisamente el talón de Aquiles del centro. Las medicinas para las patologías neuropsiquiátricas están muy controladas y no todos los proveedores pueden facilitar su importación. Gracias a la colaboración con el Bureau Diocésain des Oeuvres Médicales de Kinshasa, el CNPP, varias firmas farmacéuticas y numerosos bienhechores internos y externos, la farmacia de Telema consigue hacer frente a las muchas necesidades de sus pacientes. No obstante, la Hna. Christine reconoce que en ocasiones, sobre todo durante la pandemia, se han producido rupturas de stock con consecuencias sobre la salud de algunos enfermos que han visto interrumpido su tratamiento.

Una casa asociada a las hermanas hospitalarias acoge a tiempo completo a varias mujeres y niños con trastornos mentales, pero la prioridad de Telema no es aislar a los enfermos en hospitales o en instituciones de acogida, sino trabajar de manera comunitaria para ayudar a los enfermos a insertarse en la sociedad. Esto supone un trabajo enorme de concienciación de las familias para que aprendan a convivir con sus enfermos y se hagan cargo de ellos, a pesar de que los tratamientos son prolongados y exigen mucha paciencia. «No es fácil, sobre todo cuando la enferma es la mujer, porque fácilmente es expulsada de su hogar y tiene que regresar con su familia biológica. Esto explica en parte que las mujeres se vean más afectadas por los trastornos mentales. También hay una constatación curiosa: los hombres enfermos que acuden al centro suelen venir acompañados por sus esposas, siendo lo contrario rarísimo», señala la Hna. Christine.



Fotografía: Enrique Bayo


Personal y formación

Para asegurar su normal funcionamiento, el hospital cuenta con unos 25 profesionales sanitarios, incluidas las hermanas hospitalarias. Al preguntar a la Hna. Christine sobra la formación específica del personal del centro su respuesta es tajante: «¡Evidentemente! Todo el personal tiene una preparación específica en Psiquiatría. Incluso las personas que trabajan en los talleres ocupacionales han recibido este tipo de formación. Además, exigimos a nuestro personal un mínimo de formación religiosa porque queremos que quien trabaje con nosotras esté impregnado de nuestro carisma y espíritu de trabajo. Cuando vamos a contratar a alguien se lo advertimos y, si no acepta, buscamos a otra persona. Diferente es el caso de los enfermos, aquí todos son acogidos sin ninguna distinción». 

En un ala del centro se encuentra el taller ocupacional, donde una treintena de personas de ambos sexos realizan trabajos manuales de costura, bisutería, bordados y confección de todo tipo de objetos con un doble objetivo: terapéutico y de autofinanciación. Los productos estrella del taller son sus famosas muñecas de trapo. Delphine, una de las personas que las confeccionan, asegura que gustan mucho y que se venden muy bien.

Fotografía: Enrique Bayo
Pionero

El Centre Neuro Psycho Pathologique de Kinshasa, inaugurado en 1973 en el distrito de Mont-Amba, fue el primer centro específico en salud mental de toda África central. Fue construido en diferentes módulos, con capacidad para 500 enfermos internos y con un centro asociado de investigación en enfermedades mentales. Durante bastantes años funcionó muy bien, y las personas enfermas venían incluso de otros países cercanos para recibir tratamiento, pero la crisis congoleña ha afectado enormemente a esta estructura pionera, que ahora apenas recibe financiación. El personal sanitario está mal pagado y el deterioro de sus instalaciones es más que evidente por falta de mantenimiento.

El doctor Simon Bokongo Lokoso, neuropsiquiatra del CNPP, reconoce que el centro funciona apenas a un 10 % de su potencialidad. «Las personas que están internadas en el hospital vienen aquí porque tienen el apoyo de la familia o de alguna asociación que los sostiene económicamente. Es el caso de los militares internados por trastornos mentales producidos por traumatismos de guerra o por los remordimientos que nacen en ellos tras haber matado a otra persona. El Ejército paga regularmente el tratamiento de estos soldados. También los profesores universitarios disponen de una asociación que les apoya, el resto de la gente tiene que arreglárselas por su cuenta». 

El centro Telema y el CNPP son los únicos centros de salud mental que existen en República Democrática de Congo. Su presencia es insuficiente para hacer frente al inmenso desafío de las enfermedades mentales, y ni Kinshasa ni otras grandes ciudades congoleñas han dejado de albergar a personas con trastornos de todo tipo que viven en sus calles. No obstante, la Hna. Christine no quiere dejarse llevar por el pesimismo: «Cuando me siento desbordada me suelo preguntar: “¿Que sería de la población de Kinshasa si nosotras no estuviéramos aquí?”. Seguro que la situación sería mucho peor. Esto me da ánimos para seguir trabajando por el bien de estas personas».   

Fotografía: Enrique Bayo



Factores de riesgo

Numerosos factores favorecen la aparición de trastornos neurológicos y psicóticos en grandes ciudades como Kinshasa. Se pueden citar enfermedades infecciosas víricas como el sida, el ébola y actualmente la Covid-19; enfermedades bacterianas como la tuberculosis; patologías endémicas parasitarias muy extendidas como la malaria y la tripanosomiasis o enfermedad del sueño, que estaba prácticamente erradicada en Kinshasa pero que está reapareciendo. Aunque no siempre y de manera muy selectiva, estas patologías pueden afectar al cerebro y originar trastornos neurológicos.

Otros factores de riesgo son los traumatismos de todo tipo: el bandidismo urbano, la violencia doméstica e interpersonal o los accidentes de tráfico –demasiado frecuentes en grandes ciudades como Kinshasa– originan lesiones con repercusiones en el sistema nervioso.

También se puede hablar del aumento de la longevidad, significativo también en el África subsahariana gracias a los avances de la medicina. Aun siendo un factor positivo, tiene como contrapartida una mayor proliferación de las demencias asociadas a la edad.

Muy importantes son factores sociales como la urbanización galopante y el hacinamiento en infraviviendas que aumentan el estrés de las personas. También la pérdida de identificación y el anonimato al que inducen las ciudades están en la base de numerosos trastornos psicóticos y hacen que este tipo de patologías sean más comunes en las grandes urbes que en los pueblos del interior, donde las referencias culturales y los lazos familiares son mucho más fuertes y están más consolidados. La falta de esperanza en un sistema político que no garantiza el día de mañana y la angustia de la vida causada por la pobreza extrema son también factores de estrés permanentes.

Por último, cabe citar el consumo de alcohol, drogas y otras sustancias psicoactivas. Con frecuencia se trata de prácticas ­autodestructivas que pretenden ser un intento para escapar del estrés que provocan los factores sociales adversos. Se constata un aumento de este tipo de prácticas entre los más jóvenes en ciudades como la capital de República Democrática de Congo, lo que supone un riesgo evidente de trastornos mentales y degenerativos para estas personas cuando llegan a los 45-50 años, e incluso ­antes.



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