Un río fluye entre Mauritania y Senegal

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Las riberas del Senegal, de escenario de un conflicto a espacio de convivencia



Por Kike Gómez

Hace 31 años la tensión histórica existente entre los dos países vecinos de África occidental explotó definitivamente en un conflicto, justo en la frontera natural que los separa: el río Senegal.

«No sabía lo que estaba pasando, de repente me vi esposado y con los ojos vendados. Me subieron a un camión y me llevaron a la prisión donde iba a pasar los siguientes tres años», recuerda Amadou, soldado mauritano de mediana edad. Él fue uno de los cientos de detenidos en Mauritania en 1987 con motivo de la purga de negroafricanos que realizó el entonces Gobierno de -Ahmed Ould Tayá. Los acusó de preparar un golpe de Estado. Este soldado prefiere mantener el anonimato, por lo que el nombre utilizado en el texto es ficticio. Aún hoy pertenece a la reserva del Ejército que, en cualquier momento, podría reclamar sus -servicios. 

En su casa, situada en un barrio humilde de Nuakchot, habla con calma. Hasta se permite bromear en ciertos momentos al recordar las torturas que sufrió cuando le formulaban preguntas a las que no podía responder porque ignoraba la respuesta. Se acaricia la muñeca izquierda, donde permanecen marcadas en un color negro más oscuro que su piel las cicatrices que le dejaron los grilletes. El Gobierno mauritano no lo sabía, pero con la detención de -Amadou, junto con todas las demás, estaba allanando la base de un conflicto que terminaría por estallar en 1989. 



Moktar Ould Daddah, primer presidente mauritano. Fotografía: ARCHIVO MN


Vínculos en torno al río

«La relación entre Senegal y Mauritania ha sido históricamente un espacio de solidaridad y hermanamiento. El río Senegal nunca ha sido una frontera», explica el profesor Mor Ndao, jefe del Departamento de Historia en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar. «Fue el movimiento almorávide el que conquistó este espacio y el que lo dividió. Ya con la colonización, la frontera se materializó a partir de un elemento geográfico como es el río», argumenta desde su despacho. Ha cerrado la puerta para la entrevista, dejando al otro lado una fila de alumnos que esperan para reclamar sus notas.

A lo largo de su historia, lo que hoy es Mauritania perteneció a diferentes imperios: al de Tékrur, hasta el siglo VIII; al de Ghana, a partir de ese mismo siglo; al de los almorávides, en el siglo XI; entre los siglos XII al XV al de Malí; al de Songhaï, en el siglo XVI… Pero es con los almorávides, como indica Ndao, cuando se inicia el característico mestizaje mauritano. 

Dos hombres en el mercado de ganado de Marbat (Nuakchot). Fotografía: Ozkan Bilgin/Gett



A comienzos del siglo XX, Francia coloniza Mauritania, aunque el territorio formaría una única unidad electoral con Senegal, con un solo representante en el Senado francés. Es en 1946 cuando la Constitución -separa Mauritania de Senegal, dándole un diputado en la Asamblea Nacional francesa. En 1960 se proclama la independencia total de Mauritania.

En ese momento «Mauritania pasó de pronto a tener una identidad autónoma independiente, con la consecuente separación de la población. Esta, que compartía la misma historia, la misma identidad y la misma cultura, de repente quedaba dividida entre dos nacionalidades», expone Mor Ndao. 

En la actualidad, la complejidad étnica de Mauritania es muy grande. Beydán, sudanés, harratines, peúles, wolofs, sonninkés, bambaras… conviven en un mismo espacio con una relación igualmente compleja y muy incrustada en la sociedad. A pesar de estas enmarañadas divisiones, se puede decir que es una sociedad con dos etnias principales, subdividida en tribus y clanes, que durante siglos permaneció anclada en lo que se denominó «la civilización beduina». 

Un grupo de senegaleses deportados desde Mauritania en mayo de 1989. Fotografía: Patrick Robert/Getty



Los dos grupos predominantes son los beydán, de tradición nómada y pastoril, y los sudán, negrodescendientes de tradición más sedentaria y agrícola, especialmente en las dos orillas de la ribera del río Senegal. Entre los dos están los harratines, población negra arabizada que constituye un alto porcentaje de la sociedad mauritana y que, en su mayoría, provienen de familias de esclavos liberados. Los dos grupos mayoritarios, aún hoy, lidian por asimilar a estos últimos, lo que haría inclinar la balanza hacia una población mayoritaria beydán o sudán. O, lo que es lo mismo, que Mauritania pasase a ser un país árabe o un país negro

El primer presidente mauritano, Moktar Ould Daddah, ya tuvo en cuenta este conflicto identitario a la hora de gobernar tras la independencia. En su libro de memorias dejó escrito que «la composición multiétnica de Mauritania es una realidad que ningún dirigente puede ignorar sin correr el peligro de cuestionar la propia existencia del país». Pero, «cuando una población se identifica a través de la raza, la convivencia es muy complicada», indica Mor Ndao, refiriéndose a estas disputas que suponen una fuente de problemas, aunque en menor medida, todavía hoy. 

Los nacionalistas negroafricanos afirman que Mauritania es un país negro sometido por una minoría blanca. Bien es cierto que la presencia de los beydán en las administraciones es predominante, con un mínimo obligatorio del 25 % para los negroafricanos. La presión de los primeros por hacerse con las pocas tierras cultivables del país a lo largo del río fronterizo, tradicionalmente en manos de los negroafricanos, es también cada vez mayor. 

El presidente senegalés Abdou Diouf, que firmó la paz con Mauritania. Fotografía: Archivo MN
Los efectos de la sequía

En los años 70, las fuertes sequías que azotaron al país provocaron el abandono del nomadismo por parte de las tribus árabes, especialmente entre los más pobres. Se produjo así una importante y numerosa migración del campo a la ciudad, donde los antiguos nómadas llegaban para buscar trabajo. La competencia con los que ya estaban allí, esencialmente migrantes senegaleses, y los recién llegados provocó intensos conflictos entre unos y otros. Por otro lado, la reforma económica de 1983 pretendía promover el desarrollo del capitalismo en el campo, aboliendo los antiguos derechos señoriales y comunitarios. Estas medidas provocaron que en la ribera del río Senegal desapareciese la propiedad comunal, dejando vía libre, por tanto, a la adquisición de las tierras por parte de la población beydán. 

La resistencia de la población negra no se hizo esperar, y en 1986 se publicó el Manifiesto de los -Negroafricanos de Mauritania, redactado por el joven Frente de Liberación Africana de Mauritania, cuyos miembros llevaron a cabo también algunas operaciones armadas dentro del país. La aparición de este grupo sirvió de excusa para la purga de miembros negroafricanos en el Ejército mauritano que realizó el Gobierno en 1987, la mayoría de ellos de etnia peúl. 



Varios camelleros dan de beber a su rebaño. Fotografía: Archivo MN


1989, año clave


Todas estas tensiones habían encendido una mecha anudada a una bomba que acabó por explotar en 1989. En esa fecha dio comienzo un conflicto interétnico violento entre los dos países vecinos.

En la mañana del 9 de abril de ese mismo año, un grupo de agricultores senegaleses mostró su malestar por el paso de un grupo de pastores mauritanos, junto con todo su ganado, por las tierras que estaban cultivando. Este tipo de disputas, muy habitual a lo largo de toda la ribera del Senegal, nunca antes había tenido mayores repercusiones. 

Los agricultores siguieron al ganado para evitar que su trabajo se echase a perder, y los pastores se encararon con ellos, pues buscaban el mejor alimento para sus bestias. Lo que diferenció a este enfrentamiento de todos los anteriores fue que, en esta ocasión, militares mauritanos acompañaban a los pastores por territorio senegalés. Dos agricultores senegaleses resultaron muertos y otros 13 fueron tomados como rehenes, encarcelados y torturados.

Las hostilidades no se hicieron esperar y enseguida se produjeron sangrientos linchamientos contra los nacionales del otro país. Ambos Gobiernos rompieron relaciones diplomáticas y se produjeron deportaciones de individuos beydán a Mauritania y de negroafricanos a Senegal. Entre la población negra expulsada no había únicamente senegaleses, sino también otros mauritanos de piel negra. En total se contabilizaron cerca de 250.000 desplazados entre las dos nacionalidades en los tres años que duró el conflicto.  

En este sentido, se acusó a sectores panarabistas de intentar aprovecharse de la situación para llevar a cabo una limpieza étnica planificada, ejecutada por el Gobierno contra los negroafricanos. Las -víctimas en Senegal fueron mauritanos de lengua árabe y, en su mayoría, de piel clara, mientras que en Mauritania fueron negros senegaleses de lengua no árabe. «Los que me detuvieron y me encerraron fueron mis propios compañeros, mis amigos, pero no les culpo. Todo lo que hacían era cumplir órdenes», explica el reservista mauritano Amadou. «Aquello y los problemas de racismo que hay en Mauritania son problemas políticos, no de la gente».

El senegalés Christian -Santoir escribe en Cahiers d’Études Africaines que el choque entre ambas comunidades «no se debe tanto a un problema de piel sino que se trata de un choque de intereses económicos –por las tierras–, políticos y culturales».



Una familia de pastores peúl toma un té en Barkedji, cerca de la frontera con Mauritania, el pasado 20 de julio. Con el inicio de la temporada de lluvias los ganaderos buscan pastos frescos para sus animales. Fotografía John Wessels/GETTY


Acuerdo de paz

El 18 de julio de 1991 el presidente senegalés, Abdou Diouf, propuso la firma de un tratado de paz que fue aceptado por parte del Gobierno mauritano. El 2 de mayo de 1992 se volvió a abrir la frontera mauritano-senegalesa. 

Desde su despacho, el profesor Ndao confiesa que «el pasado es pasado. Ha sido doloroso, con relaciones diplomáticas difíciles», explica, «pero ahora creo que la población es consciente de que la historia y la geografía nos unen. De que estamos obligados al diálogo a los dos lados del río Senegal». 

Con el paso del tiempo, muchas de las víctimas han empezado a movilizarse y organizarse, especialmente familiares de los militares negroafricanos asesinados y los deportados que han ido regresando a su país y luchan por recuperar sus tierras y la legitimidad de una identidad negro-mauritana, como reivindica el movimiento Touche Pas à ma Nationalité

En los últimos meses se han sucedido acuerdos entre los dos países para la cooperación y explotación de recursos naturales como la pesca o el gas. Es una muestra de que las tensiones del pasado se han ido limando. «La gestión de la frontera es un tema sensible por los recursos que ambos países atesoran», expone el profesor Ndao, «pero debe ser un espacio de cooperación y hermanamiento. De gestión común de los recursos». A lo que añade que «además, no hay que olvidar la amenaza terrorista contra la que deben luchar los dos países conjuntamente». 

El primer presidente mauritano, Moktar Ould Daddah, escuchó de boca de un sabio estas palabras, que le parecieron una hermosa imagen de lo que era su país: «Mauritania, con sus negros y sus blancos, es como el ojo. No funciona bien, y no puede cumplir plenamente su papel, más que cuando las dos partes, la negra y la blanca, gozan de buena salud».   

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