Una decepción para el espectador

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África ha sido una de las últimas regio­nes en registrar casos de coronavirus en una epidemia global que amenaza las vidas y la economía mundial. Los prime­ros casos en África se registraron en Egipto, Argelia, Nigeria, Sudáfrica, Senegal, Togo, Ca­merún y Burkina Faso, donde se está trabajan­do las 24 horas del día para contener el virus. A medida que Europa se convertía en el cen­tro de la epidemia fuera de China, Corea del Sur y Japón, los medios de comunicación se preguntaban por qué África no tenía el virus.

El contexto de estas informaciones giraba en torno a viejos estereotipos sobre África co­mo lugar de enfermedades. Parecía un mila­gro que África no tuviera noticias tristes que ofrecer. Era como si un África sin coronavirus fuera una decepción para sus espectadores.

Los medios de comunicación deben apren­der que los países africanos tienen diferentes capacidades para responder a este reto; desde personal médico cualificado hasta institu­tos de investigación sobre virus, así como la capacidad de llevar a cabo la supervisión y el control de los pacientes. Y que diferen­tes factores pueden tener un impacto signi­ficativo en cómo se propagan y contienen las epidemias.

Vivo en un país que ha luchado contra va­rios brotes de ébola: el último de gran mag­nitud tuvo lugar a principios de los 2000. Uganda ha contenido en la última década más de cinco brotes de la enfermedad producida por la combinación de los virus Ébola y Mar­burg. Esto brinda a las comunidades y a las autoridades suficiente experiencia para res­ponder a enfermedades altamente contagio­sas, más que la que tienen otros muchos paí­ses que luchan contra el coronavirus. Incluso cuando las infraestructuras sanitarias no es­tán bien equipadas para ofrecer una atención médica decente de forma habitual, el sistema está bien engrasado y listo para actuar cuan­do aparece una enfermedad contagiosa.

En un tiempo en el que resurgen el popu­lismo y el papel de demagogos que desprecian la ciencia en favor de creencias infundadas, y cuando los antivacunas tienen cierta influen­cia, la lección del coronavirus es clara. Algu­nas infecciones atravesarán los muros erigi­dos para alejar a los pobres, el virus pasará del rico al pobre y viceversa. Es el momento de repensar los sistemas de desigualdad. Es hora de repensar las economías que niegan a los enfermos una atención médica urgente y la correspondiente baja por enfermedad.

Uganda se ha adelantado para prohibir los viajes de pasajeros procedentes de Irán, Chi­na, España, Italia, Alemania y Corea del Sur como una medida para detener el coronavi­rus. Este tipo de prohibiciones de viaje en un país como Uganda son extremadamente raras. Vivimos en un mundo en el que los africanos se enfrentan a las peores restric­ciones para viajar, con o sin ninguna amenaza importante para la salud. La paralización de los viajes internacionales de los que estamos siendo testigos debería hacernos reflexionar sobre las restricciones que, a menudo, se im­ponen a los más vulnerables.

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