Victor Ochen, fundador de la African Youth Initiative Network, Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2015

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El Premio Mundo Negro a la Fraternidad, que anualmente otorga esta revista, ha recaído este año en el ugandés Victor Ochen por su trabajo a favor de la paz y la reconciliación en su país natal, donde Joseph Kony, uno de los criminales más buscados del planeta, campó a sus anchas durante años sin fin. Ochen pasó por Mundo Negro el pasado mes de septiembre , y esta semana estará en España para participar en el XXVIII Encuentro África ‘Antropología y Misión’, que se celebrará en Madrid del 5 al 7 de febrero. Después, compartirá su testimonio en Granada y Barcelona.

 

 

 

No sabemos qué habría dicho Pophia Alum si alguien del futuro se hubiera presentado el 16 de septiembre de 1981 en Lira (Uganda) a decirle que el segundo de los gemelos que acababa de parir iba a ser nominado al Nobel de la Paz en 2015; probablemente le habría sido tan difícil dar crédito a la llegada del viajero del tiempo como al contenido de su mensaje. Hijo de agricultores, Victor Ochen pasó su infancia rodeado de violencia: la del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), la de los ladrones de ganado y la del propio Ejército ugandés.

Las enfermedades –no solo las balas– acechaban y ponían en riesgo la vida de Victor y las de sus otros nueve hermanos. Rara era la ocasión en la que podían comer más de una vez al día. En esas circunstancias, su madre tuvo que esforzarse para inculcarles una disciplina que les mantuviese lo menos cerca posible de todos los peligros –estar lejos, entonces, no era una opción–. La señora Alum hizo prometer a Victor que nunca aprendería a usar las armas, que siempre optaría por  trabajar en  favor de la paz, por complicado que fuera el contexto que le tocara vivir.

Cinco años tuvo que vivir Victor recluido en un campo de refugiados. Cinco años en los que la educación que recibía en la escuela primaria se vio interrumpida. Cuando retomó sus estudios lo hizo con ganas: en solo cuatro años completó los siete que le faltaban para acabar Primaria con las mejores notas. Fue entonces cuando Victor tuvo que hacer y vender carbón vegetal para poder continuar con su escolarización. “Reconozco que he contribuido a la deforestación de mi región cortando árboles para obtener un beneficio económico. Cometí una injusticia social, pero hizo posible que fuera a la escuela”, reconocía Ochen en una entrevista a Mundo Negro hace solo unos meses.

En el campo de refugiados, Victor trabajó como limpiador en la radio local para poder ayudar a su familia. Tampoco se conformó. En poco tiempo llegó a ser uno de los principales presentadores. La experiencia frente al micrófono le sirvió después para trabajar como productor y locutor radiofónico de la mano de una fundación dedicada a la sensibilización sobre salud reproductiva. No fueron estos sus únicos puestos de trabajo. A pesar de su juventud, Victor tuvo que desempeñar las más variopintas ocupaciones para completar la Secundaria y realizar después estudios sobre liderazgo y desarrollo. Sin embargo, Ochen no pudo acabar sus estudios universitarios, ya que se vio obligado a abandonarlos tras un ataque del LRA a su hogar –su hermano y su primo desaparecieron y aún no han sido encontrados–. Su padre le pidió ayuda, y Victor respondió a la llamada.

En el año 2005, Victor Ochen comenzó a desarrollar AYINET, la ONG que le ha llevado a conseguir la mayoría de sus logros. Cuando la inercia de lo vivido empujaba a formar parte del engranaje de la violencia, la alternativa que Victor inventó fue crear la African Youth Initiative Network (AYINET), dedicada a la promoción de la paz. Todavía hoy –más que nunca tras el reconocimiento alcanzado por Victor y su iniciativa–, AYINET persigue la implicación de los jóvenes y de sus comunidades para responder a las consecuencias de los conflictos. Para lograrlo ofrece programas de asistencia psicológica, tratamientos médicos a los discapacitados por la violencia y desarrolla programas de liderazgo centrados en la paz y la tolerancia.

El pasado 2015 fue el año de Victor. Así lo vio, por ejemplo, la revista Forbes, que le situó entre los diez hombres más influyentes del continente. “Victor es una de nuestras nuevas esperanzas para África. Es potencialmente el nuevo rostro para representar en África la paz y la reconciliación”, dijo la revista, sumándose así a múltiples reconocimientos públicos entre los que se cuenta el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2015. Por supuesto también la nominación al Nobel de la Paz 2015, que obtuvo finalmente el Cuarteto para el Diálogo Nacional Tunecino. “Es ya una victoria”, dijo Ochen refiriéndose a la nominación. “Siento que nuestro trabajo no es un error. Nuestra elección de permanecer en la comunidad y centrarnos en la gente vulnerable no es un error”, se reafirmaba el activista en una entrevista en The Guardian.

Si lo tuviéramos que definir con palabras elegiríamos estas u otras semejantes: fortaleza, valentía y compasión. Sin embargo, la vida de Victor Ochen se muestra mejor con los hechos, sin necesidad de adjetivos. Se muestra con lo que ha conseguido. Y lo que ha logrado Ochen –él mismo lo dice en la entrevista que Alberto Eisman le hizo para Mundo Negro– no proviene de títulos o estudios, sino que es el resultado de su experiencia: crecer donde creció, ponerse sus primeros zapatos a los 14 años, trabajar como zapatero, cocer ladrillos y respetar siempre, por encima de todo, a sus padres y a sus mayores.

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