El bosque animado de Fernando Nguema

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El pueblo fang. La foresta guineana. La creación a partir de la naturaleza. La formación autodidacta. La visión particular del mundo. Todo eso tiene cabida en una muestra del autor ecuatoguineano, que tuvo que esperar a morir, como otros tantos, para ver reconocida su obra.

Murió en la escasez material sin haber sido reconocido en el mundo del arte. Con los bolsillos repletos de historias del bosque de donde salió, aunque empobrecido, el escultor Fernando Nguema es uno de los protagonistas del arte contemporáneo de Guinea Ecuatorial. Formado en la talla tradicional de los fang, se reivindicó como un orgulloso heredero y renovador de la tradición artística y el sistema de representación de esta cultura. Las figuras de Nguema surgen de la naturaleza a través de un proceso creativo y místico. ¿Su modus operandi? En primer lugar hacía gala de su sensibilidad extrema a través de la cual escuchaba a la Pachamama (Madre Tierra).

En comunión con la naturaleza procedía a su siguiente paso: observaba, descubría y descifraba las formas en las raíces y árboles que luego convertía en expresión de inquietudes universales. Lo abstracto frente a Nguema se ve obligado a desnudarse y quedar atónito por la realidad de lo inerte –las ramas secas– que cobran vida.

 

La exposición Raíces y palabras del bosque guineano podrá visitarse en el Museo Nacional de Antropología hasta el 15 de octubre.

 

Ahora, la ocasión para descubrir el talento de este ecuatoguineano desbordará al curioso en el Museo Nacional de Antropología (MNA) en Madrid, donde se podrá visitar hasta el próximo 15 de octubre la exposición Fernando Nguema y su universo fang. Raíces y palabras del bosque guineano, un trabajo que ha sido posible gracias a su responsable Kike León. Organizada junto con la Agencia Española de Cooperación (AECID) y Casa África, en colaboración con el Real Jardín Botánico y el Museo Nacional de Artes Decorativas, esta muestra establece un fecundo diálogo entre las tradiciones de su pueblo y la actualidad contemporánea de Guinea Ecuatorial. Un excelente vehículo para adentrarnos en el conocimiento del propio Nguema y del pueblo fang.

El autor falleció en 2008 sin que su obra llegara a ser adecuadamente valorada. La mayoría de las piezas que realizó fueron adquiridas por su círculo más próximo de amigos, quienes, fieles a su memoria, las han reunido para cederlas, junto a las adquiridas por el Centro Cultural de España en Malabo –que se integra en la Red de Centros Culturales de la AECID–, para esta exposición. Será la segunda muestra del escultor tras la retrospectiva organizada en Las Palmas en 2016. En esta ocasión, además, gracias a las colecciones fang del MNA, las obras de Nguema aparecen contextualizadas dentro de esa tradición cultural que tanto reivindicó y que ahora se sabe que contribuyó a actualizar.

 

La vida de Nguema

Fernando Nguema (Mikomeseng, 1963-Malabo, 2008) entró en contacto con el arte de la talla muy pequeño a través de las enseñanzas de un tío suyo y del escultor Antonio Edu, quienes le instruyeron en el trabajo de los instrumentos tradicionales, en la preparación de máscaras de balele y en otras disciplinas culturales de la tradición fang. En 1979, en tiempos de la dictadura de Macías, Fernando tuvo que emigrar a Gabón, donde conoció al que sería su verdadero maestro y mentor, el gabonés Obiang Djang, con quien evolucionó y creció artísticamente.
Tras este aprendizaje, vuelve a Guinea Ecuatorial, ya con la determinación de ser artista-escultor. Además, por su talante polifacético y multiforme, a lo largo de su vida Nguema también desarrolló su ­pasión por la música, sobre todo por el xilófono o mendjang, el canto y el baile, aunque sin duda, fue como escultor donde más destacó. A partir de 1991, el Centro Cultural Hispano-Guineano, a través de la Cooperación Española, le puso al frente del taller-escuela de talla: fue su espacio para enseñar y crear y donde desarrolló su etapa más prolífica, original y creativa. Es precisamente una parte significativa de ese período el que se muestra en esta exposición.

 

 

Sus obras nacían del bosque

Las raíces, las ramas y los troncos caídos son los que daban forma, sentido y significado a las dolorosas tallas de Fernando, a través de las que plasmaba el sufrimiento, el desamparo, el hambre y la pérdida. También la brujería o las creencias tradicionales eran una fuente de inspiración, pues Nguema era un hombre profundamente sincrético, gran conocedor de su tradición fang. Cuando Fernando entra en el bosque, este le ofrece historias que, a través de una ceremonia mística, recuperando el legado narrativo de sus ancestros, convierte en obras de arte. Esculturas que recrean la historia, las relaciones entre hombres y mujeres, las enfermedades de la sociedad, las guerras y un amplio anecdotario del contexto diario que le rodea. Representan una realidad dura y descorazonadora en la que el hambre molesta y los hermanos lloran por la miseria. Su obra es tradición, pero también denuncia, lírica, diversión, ironía, compromiso o delirio.

Leandro Mbomío, una referencia internacional en las artes plásticas africanas, confesaba que Nguema encarnaba la sucesión natural de su trabajo, ya que aunaba tradición y contemporaneidad. Fernando no conoció la obra de Leandro, nunca accedió a ver trabajos o referencias de otros artistas ni corrientes que hubieran podido nutrir su obra e influir en ella. El entorno en el que le tocó vivir le convirtió en un obligado autodidacta. Esta característica es, quizás, una de las que marca la singularidad y originalidad de su obra.

La exposición del MNA se plantea como puerta de entrada a ese mágico, ancestral y personal mundo que fue capaz de crear sin más ayuda que su determinación y su talento. Se sentía orgulloso de ser fang, un escultor de “arte moderno” –le gustaba ­decir–, y custodio de la rica y ágrafa tradición de su pueblo. El reto que se plantea es atrevido: descifrar su mundo interior a través de sus obras.

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