La reparación imposible

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EDITORIAL DEL NÚMERO DE SEPTIEMBRE

Cinco siglos de encuentros y desencuentros entre europeos y africanos han transformando por completo a las sociedades africanas y las siguen condicionando hoy. Un ejemplo es el genocidio cometido por Alemania en la actual Namibia a principios del siglo XX. El gesto plausible de Alemania de reconocer los crímenes cometidos y de indemnizar económicamente «no es suficiente» y jamás podrá compensar el sufrimiento infligido.

Muchos aspectos positivos se podrían salvar de las relaciones entre los dos continentes, pero la tríada «esclavitud-colonialismo-neocolonialismo» en que se suele enmarcar la historia africana deja en mal lugar a los europeos.

África fue devastada por la esclavitud. Europa y el mundo árabe –apoyados por colaboradores locales– son los principales responsables de este infernal mecanismo de exportación de personas. Su abolición abrió las puertas al colonialismo, que supuso la ocupación de los territorios africanos para la explotación económica de sus recursos, aunque se justificara con el propósito de civilizar, e incluso de cristianizar, a los pueblos colonizados.

El Parlamento Europeo reconoció en marzo de 2019 las estructuras históricamente represivas del colonialismo y del comercio transatlántico de esclavos, e invitó a los Estados miembros a tomar medidas para «reparar de forma significativa y efectiva las injusticias del pasado y los crímenes contra la humanidad –habida cuenta de sus efectos duraderos en el presente– cometidos contra las personas de ascendencia africana». Es necesario seguir avanzando en esta línea como deber de justicia.

El discurso sobre la reparación es muy complejo porque es delicado juzgar el pasado con la mentalidad del presente. Las leyes cambian y no se pueden aplicar retroactivamente, como tampoco es posible condenar a las personas por los delitos de sus antepasados. Además ¿con qué criterios se tasan los crímenes contra la humanidad? ¿Quién gestiona las indemnizaciones? Por otra parte, reducir todo a una compensación económica puede convertirse en una trampa que agudice en los africanos la mentalidad de considerarse víctimas eternas. Hay quien aboga por cancelar la deuda externa de los países africanos como reparación por la esclavitud y el colonialismo, pero sería un error vincular ambos aspectos. La deuda es fruto de la forma actual de explotación, el neocolonialismo, y debe cancelarse inmediatamente porque es injusta en sí misma. Deben continuar los estudios que arrojen luz sobre la esclavitud y el colonialismo y sus consecuencias, y se deben animar encuentros –como los protagonizados por Namibia y Alemania– para elucidar responsabilidades y fijar compensaciones, sabiendo que la reparación es imposible y que es necesario ir más allá.

Como cristianos y misioneros, estamos convencidos de que solo desde el espíritu de fraternidad, que desenmascara la falacia del racismo que hizo posible la esclavitud y el colonialismo, la reparación total será posible. Solo desde esa perspectiva será posible recorrer el camino del perdón. Y además, como escribe el misionero italiano Kizito Sesana, «un perdón pleno, que nace del corazón de las personas que han entendido e interiorizado su historia, los terribles sufrimientos que esconden, y hacen de ello no una razón de inferioridad o de victimismo, sino de grandeza y superación. El perdón no es fácil. Pero es el único camino digno y el más liberador que los africanos pueden recorrer en este momento de su historia».



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