Literatura infantil africana: Antídoto para la liberación

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En los últimos años, la literatura infantil africana ha florecido tanto en su continente natal como en Europa, creciendo en popularidad como nunca antes. De hecho, muchos dicen que el género está disfrutando de un renacimiento en países como Ruanda, Ghana, Nigeria, Malí, Benín, Burkina Faso y República Democrática de Congo donde existe un verdadero movimiento del género.

¡Que nos roban!
¡Que nos están robando!
Se lo llevan todo.
¡Llamen a la poesía!
Y si no viene, inventen historias infantiles.

Es el secuestro más sorprendente de todos los tiempos y de manera irreductible se muestra tan desnudo y constante que es imperceptible. “Lo esencial es invisible a los ojos”, escribía Antoine de Saint-Exupéry en El Principito. No hay estadísticas que lo constaten, pero cada día cientos de niños y niñas dejan de serlo para saltar al vacío de la adolescencia –con suerte– o de la madurez forzada –con alevosía–. Sí. Es como si al adentrarnos en un lugar con niebla nos percatáramos de la torpeza de querer conocer el futuro. Y esos mismos niños harían de ella un paisaje japonés o un destello fugaz de algún superhéroe. ¿Quién sabe?

literaturainfantil-04“Si hay un libro que desea leer, pero no se ha escrito todavía, entonces usted debe escribirlo”, subrayó Toni Morrison, ganadora del Nobel de Literatura en 1993. Imagínese un mundo sin Aslan, sin el Doctor Who, sin Blancanieves o la Cenicienta, mitologías y cuentos donde se ama, se odia o se galardona la audacia y el esfuerzo. Sin embargo, la narrativa predominante en los libros infantiles para África suele representar realidades desagradables, ficciones donde las viviendas son sombrías o la pobreza rural es sórdida. Historias que se parecen más a las estadísticas que a la realidad contada a una niña de 8 años que juega en las calles de arena en Bamako. “Es que claro, no tenemos lugares así en esta zona y no podemos venderlos”, podría decir un librero. Que no tenga hobbits locales o magos no sería un problema para el comercial, ya que son ficciones. El verdadero problema radicaría en que la literatura infantil que se ha escrito tradicionalmente para el continente africano no se ajusta a la realidad y los niños y niñas no aparecen representados. Más bien, son cuentos escritos para ellos en los que paradójicamente resultan invisibilizados.

Las nuevas narrativas

Apostar por una empresa de literatura infantil, con precios al alcance de todos los bolsillos, y donde las lenguas locales tengan protagonismo, parece un proyecto suicida. Sin porvenir. Sin embargo, hace más de 20 años que Agnes Gyr-Ukunda, al frente de la editorial ruandesa Éditions Bakame, crea y produce historias de calidad que beben de la cultura local y en la lengua nacional kinyaruanda.

Otro ejemplo. La insistencia de su padre para que aprendiera el oromo, el cuarto idioma más hablado de África, y referencia en Etiopía, Kenia, Somalia y Egipto tuvo sus frutos. Toltu Toba, de padre etíope y madre turca, creció en Australia y, a cinco kilómetros de Melbourne, impulsó la primera editorial para imprimir libros para niños publicados en su totalidad en oromo con Afaan, su línea editorial. La australiana, de madre africana, no podía tolerar que no se explicaran los cuentos tradicionales que su padre le susurraba antes de ir a dormir. Un guante que recogió la nigeriana Chimaechi Ochei quien en 2008 inició Kio Global, una empresa que distribuye recursos multiculturales y multilingües para los niños de su país. Y lo mismo le ocurrió al regresar de una universidad de EE. UU. a Deborah Ahenkorah. Ella se dio cuenta de lo mucho que durante su infancia en Ghana había sido influenciada por la cultura occidental y decidió hacer algo al respecto. Estableció el Golden Baobab, un premio literario panafricano para fomentar a los escritores africanos a crear historias de buena calidad para niños y jóvenes. El objetivo era transformar la industria de la literatura infantil en África y el de asegurarse que los más pequeños tuvieran un maná constante de libros en los que pudieran identificarse.

 

literaturainfantil-03El espejo de los niños

A pesar de que parece que este género literario en África es el pariente pobre de la novela para adultos, en realidad es el ejemplo del árbol que no se puede apreciar porque está oculto por el bosque. Ejemplos como el del congoleño Zamenga ­Batukezanga, que ha vendido más de 50.000 ejemplares de sus libros en RDC, o el éxito de libros como Leuk le lièvre, escrito por el que fuera primer presidente de Senegal, Léopold Sedhar Senghor –del que todavía se siguen demandando ejemplares en las librerías senegalesas– son una prueba del enorme potencial económico de la literatura infantil.

El crecimiento de editoriales independientes en el continente como Kwani? (Kenia), ­Modjaji Books (Sudáfrica) o Cassava Republic Press (Nigeria), sumado al aumento de revistas literarias, talleres de escritura, concursos y premios, así como a la introducción y adopción de los contenidos digitales y dispositivos de lectura electrónicos, han estimulado un gran interés por esta literatura en el continente.

En medio de lo que podría denominarse un renacimiento literario, se ha producido un giro de la trama, donde los mundos de fantasía creados en Occidente para explicar el sur han sido devueltos. Ahora, los nuevos guiones hablan de frente a sus interlocutores y les explican que ellos son el futuro porque, en realidad, los niños no traen un pan debajo del brazo: traen un espejo.

 

La escritora más joven del continente africano, escenario para nuevas realidades

literaturainfantil-06Con siete años, Michelle ­Nkamankeng, una niña sudafricana, ha hecho historia al convertirse en la escritora más joven del continente y colarse entre los diez mejores escritores noveles del mundo. Su primera obra, Esperando las olas, forma parte de una serie de cuatro libros, de los que los dos primeros los escribió cuando tenía seis años, según ha explicado su madre. Toda una proeza que refuerza la idea de que la literatura infantil es uno de los vehículos más dinámicos, gratificantes y prometedores a los que se debe dar prioridad en el sistema educativo de un país. Es un reflejo de la sociedad en la que vivimos, de la cultura en constante cambio, del lenguaje y de las preocupaciones de los niños y adolescentes.

Los niños africanos solo pueden ser conscientes de su historia y cultura a través de los libros. En este sentido, se deberían priorizar las lecturas sobre su propio país antes que comenzar a explorar otras narrativas; aunque a veces el solo hecho de desearlo se convierta en un acto elitista. La BBC publicaba un reportaje en mayo en el que se podía leer que un libro de literatura infantil en Kampala (Uganda) costaba casi lo mismo que un salario medio. El marco que rodea a la literatura infantil en África es la de una ausencia crónica: pocas bibliotecas bien surtidas, poca promoción fuera de las ferias y poca información sobre libros de reciente publicación. Un estudio publicado en EE. UU. evidenció que si los niños de determinado origen no leen nada acerca de sí mismos en los libros tienen mayores posibilidades de tener una baja autoestima. Por lo tanto, si los dirigentes africanos pretenden tener éxito en su lucha por el desarrollo, una de sus prioridades tiene que ser la de ganar la batalla en el campo de la literatura infantil. El África del mañana depende de la forma en la que aparezcan representados los futuros dirigentes. Michelle puede ser la regla y no la excepción.

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