«La libertad de prensa para mí es como un hijo al que tengo que cuidar»

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Rosana Almeida, periodista


Rosana Almeida es una de las periodistas más reconocidas de Cabo Verde, con una trayectoria marcada por la defensa de la democracia, la igualdad de género y la libertad de prensa. MUNDO NEGRO conversa con ella frente a la playa de Quebra Canela (Praia), sobre periodismo, migración, turismo o el empoderamiento de la mujer, una preocupación que la empujó a presidir el Instituto Caboverdiano de Igualdad de Género.


Dicen que usted es la periodista en la que más confían los caboverdianos. ¿Es así?

Tengo 15 premios de periodismo. En Cabo Verde se hace un sondeo anual sobre el periodista de confianza en el país y tengo ocho reconocimientos en este sentido. En 2021 fui condecorada por el rey Felipe VI por mi labor profesional y como presidenta del Instituto Caboverdiano de Igualdad de Género. Durante esta etapa conseguimos aprobar la ley de paridad en el Parlamento, una gran victoria que obliga a que haya mujeres en la Administración. Pero el periodismo es mi mundo, donde me siento completa. Y no tengo miedo, me gusta desafiar a los políticos. Me apasiona tanto el periodismo político como el social. En un país pobre como el nuestro necesitamos periodistas que fiscalicen la democracia y yo siento que tengo esa responsabilidad.



¿Hay motivos para que los periodistas tengan miedo en Cabo Verde?

Somos una referencia para los países africanos lusófonos y estoy orgullosa de ello. Que un periodista tenga miedo o no depende mucho de su capacidad. Algunos se autocensuran porque no se sienten fuertes o porque se encuentran con condiciones laborales precarias. Pero, en general, tenemos una prensa libre y eso es mérito de los caboverdianos. Claro que hay tensiones, porque no hay una democracia perfecta. Hace poco, el secretario general de un partido presentó una queja contra un periodista, pero tenemos una asociación que funciona y, cuando hay ataques, recurrimos a Reporteros Sin Fronteras o a la Federación Internacional de Periodistas. Estamos atentos a cualquier político que quiera recortar la libertad de prensa. Fui una periodista que con 18 años, antes de la apertura política en Cabo Verde, recogí firmas en la calle para que cayera el artículo 4 de la Constitución y hubiera libertad de expresión y apertura política [en septiembre de 1990 se modificó el Artículo 4 de la Constitución y se dio paso al pluralismo político]. Estoy orgullosa de este recorrido. La libertad de prensa para mí es como un hijo al que tengo que cuidar. Tengo la misión de estar siempre con los ojos atentos para que no tropiece y caiga.



¿Cuántos periodistas trabajan en Cabo Verde?

Cada vez hay más. Antes teníamos que estudiar en el extranjero, ahora hay universidades aquí que ofrecen formación en comunicación. Somos un país pequeño, no hay muchos medios privados, pero hay sangre joven y con ganas. Necesitamos un periodismo menos institucional, más activo y más orientado a la sociedad.

Una panorámica en el interior de la isla de Santiago. En la imagen superior, retrato de Rosana Almeida el día de la entrevista. Fotografías: Javier Sánchez Salcedo



¿Cómo ve a las nuevas generaciones de comunicadores?

Tenemos muy buenos periodistas jóvenes, formados en Cabo Verde, que quieren demostrar que están a la altura. Es una generación con potencial. Por supuesto, hay de todo, como en cualquier país, pero confío mucho en ellos.



¿Qué valores y transformaciones destacaría en la construcción de Cabo Verde como país desde su independencia?

Cabo Verde es un país muy pequeño: tenemos mar, piedras, viento… y poco más. Nuestra mayor riqueza son las personas. Cuando logramos la independencia nos dijeron que éramos un país improbable: sin agua, sin educación, sin salud… Y aun así, apostamos por plantar árboles, por la desalinización, por la educación para todos, por la salud pública. Apostamos por la planificación familiar. Muchas madres solteras criaron médicos, ingenieros… Apostaron por la educación. Hoy tenemos un sistema político, social y económico viable, una producción estadística seria y un sistema electoral que funciona muy bien y que es un ejemplo. También nos hemos convertido en un referente turístico en África. Pero tenemos una población joven y retos pendientes, como el ­desempleo y el fortalecimiento de la educación cívica. El caboverdiano no suele compararse con el resto de África, sino con Europa y Estados Unidos. Es muy crítico, exige salud, justicia o democracia. En las últimas elecciones, el pueblo votó ­contra la arrogancia política. Los caboverdianos no aceptan que haya mucha diferencia social. Nuestro presidente o nuestro primer ministro suelen estar donde estamos, tomándose un café con nosotros. Somos un país sencillo y el caboverdiano no acepta el abuso de poder.



¿Qué papel tienen los medios en la maduración democrática del país?

Los medios tienen un papel fundamental en la consolidación de cualquier democracia. Durante años presenté debates en los que los candidatos recibían llamadas en directo de la ciudadanía. Los medios hacen de contrapeso, escuchan al partido A y al partido B, pero también a la sociedad. Tenemos que revisar temas estructurales: el código electoral, la Constitución… Necesitamos instituciones más autónomas, como el Tribunal de Cuentas o la Comisión Electoral. Los medios tienen que señalar lo que está mal y poner el dedo en la llaga sin miedo, porque son el termómetro de la democracia y los partidos políticos lo saben. 



En un país donde todos se conocen, ¿puede contaminarse la relación entre periodistas y políticos?

Es cierto que todos nos conocemos. A esta playa donde estamos la llaman el Parlamento Mayor, porque aquí coincidimos ciudadanos, diputados, ministros… Yo crecí con muchos de ellos. Pero cuando alguien entra en mi estudio y abro el micrófono, ya no le conozco. Hay un respeto por los límites. Claro que la gente habla, pero no hay complicidad. La sociedad caboverdiana es muy vigilante.

Varias mujeres acaban de comprar alimentos en el mercado del Plateau, en el centro histórico de Praia. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



Me gustaría que habláramos de la emigración. Dos terceras partes de los caboverdianos viven fuera del país. ¿Cómo abordan esto desde los medios?

Siempre hemos sido un país de migración. Crecí viendo cómo por causa de la pobreza la gente abandonaba el interior y se iba en busca de una vida mejor para sus hijos. Pero ahora el fenómeno es muy preocupante. Hay una fuga brutal de jóvenes, muchos de ellos formados, que se van por falta de oportunidades. Huyen del paro o buscan una vida mejor en Europa y Estados Unidos, lo que cada vez es más difícil. El país está perdiendo talento.



En cuanto al turismo, nos han contado que en lugares como la isla de Sal hay un problema real de prostitución.

El turismo es la niña de los ojos de los caboverdianos. Pero sí, la prostitución es un problema serio, sobre todo en Sal y Boa Vista. El abuso sexual que se produce en los hoteles tiene que ver con la pobreza que tenemos y con un tipo de turismo que a veces encubre la explotación. No creo que seamos un destino de turismo sexual como otros lugares, pero no podemos negar que el problema existe. Además, a mí me preocupa también el modelo del «todo incluido», que es nefasto para la economía local: el turista llega en un avión extranjero, se hospeda en un hotel extranjero, consume productos importados… Deja muy poco dinero aquí. El comercio local no se beneficia. Hay que repensar el modelo.



¿Qué visión cree que se tiene de África desde Europa?

Se cuenta una África que no se conoce. Europa ve un continente homogéneo, de pobreza, guerra y enfermedad. Creo que hay mucha ignorancia, disculpen. África es diversa, poderosa, llena de talentos, de universidades excelentes, de culturas fuertes. Hay una nueva generación de líderes, como los presidentes de Burkina Faso [Ibrahim Traoré] o Senegal [Bassirou Diomaye Faye], que ante el saqueo europeo están diciendo «basta, nuestros minerales se quedan aquí». África tiene derecho a negociar de igual a igual y a que se la trate con dignidad. La nueva generación de líderes africanos dice que ahora se va a negociar de socio a socio, no de colonizador a colonizado. Es necesario cambiar la forma de ver a África. Tenemos una sociedad civil que ya está cansada, que quiere una nueva África y está dispuesta a luchar para cambiar el estado de las cosas, con una mentalidad diferente.



Quería preguntarle por otra faceta muy importante en su vida, que fue el trabajo, al que aludía antes, como presidenta del Instituto Caboverdiano para la Igualdad de Género. ¿Por qué dio ese paso?

Quise aportar desde otro lado. Llevaba 19 años en televisión, me invitaron a dirigir el Instituto y acepté. Fue una gran experiencia: empoderar a las mujeres, trabajar en leyes clave como la de violencia de género o la de paridad. También hablar con los hombres para promover una cultura de la igualdad. Viajé a Naciones Unidas, a la Unión Africana, a Europa, trabajé con el Banco Mundial en Angola en un proyecto de empoderamiento de niñas. Fue un crecimiento profesional y personal enorme.

Una vendedora de artículos promocionales de Cabo Verde en un puesto del mercado de Assomada. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



¿Cuál es la situación de la violencia de género en Cabo Verde?

Hemos avanzado mucho. Las mujeres están empoderadas. Ahora el reto es trabajar con ellos. Hemos empezado a ver feminicidios y no tiene sentido trabajar con las mujeres si no lo hacemos con los hombres. Existe esa idea de «si no eres mía, no eres de nadie». Las mujeres ya conocen sus derechos, ahora hay que educar a los hombres. Nuestra ley contra la violencia de género es muy avanzada: el delito de violencia de género es público, hay plazos rápidos y cualquiera puede denunciar.



Para terminar, ¿qué mensaje le gustaría enviar a nuestros lectores?

Que lean, que se informen, que descubran la verdadera África. Esta revista muestra realidades que no suelen contarse y que muchos europeos no conocen. Experiencias buenas y no tan buenas que sirven para que el mundo sepa el potencial que hay en África y que este continente sea visto con otros ojos.  

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