Publicado por Javier Sánchez Salcedo en |
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Luces bajas en la Sala Roja de los Teatros del Canal. Madrid. Septiembre de 2024. Sobre el escenario, decorado como el saloncito de una casa, con sillón, lámparas de pie y plantas, Mayra Andrade, acompañada de Djodje Almeida a la guitarra, termina de cantar «Manga», uno de sus mayores éxitos, y se dirige al público: «Hace unos años me di cuenta de que extrañaba el lugar donde había nacido. Empecé a extrañar mi infancia, mi ciudad, mi país. Me di cuenta de que mucha gente ya no estaba. Que mis padres no tenían los mismos sueños ni la misma fuerza. Y una empieza a pensar en la finitud de la vida. Algunas de las personas que echaba de menos eran cantantes y podía escuchar las grabaciones que habíamos hecho juntos. Los oía cantar, respirar, reírse. Pensaba: “¡Coño, ya no están aquí!”. Pero si cierro mis ojos, el sonido de su voz los hace presentes. Y me di cuenta de que mi voz sería mi pasaporte para la vida eterna». De repente se queda mirando a un espectador de la quinta fila: «¡Guau! ¡Nunca había visto eso!». El espectador la está observando con unos prismáticos. «Solo había visto los chiquitos que se usan en el teatro», añade la cantante mientras suenan risas entre el público. El hombre le explica que es que ve mal. «¡No! Pero aunque no vieras mal, ¡estarías en tu derecho!», le responde Mayra, y prosigue, con ese tono calmado con el que ella habla. «Bueno, les hablaba del pasaporte para la vida eterna… Antes de que el tiempo me lleve a mí también, quiero dejar libre el sonido de mi voz». Y canta «Tenpu ki bai», algo así como ‘el tiempo que se fue’ en criollo.
Mayra Andrade es una de las voces en la diáspora más reconocidas de la música contemporánea de Cabo Verde. El concierto en Madrid formaba parte del que para ella es uno de los proyectos artísticos más importantes de su carrera: reEncanto. Una gira —que luego daría lugar a un álbum en vivo— en la que ha recorrido toda su carrera a través de sus composiciones en su versión más original, a voz y guitarra, y explicando las historias que tienen detrás. Desde su casa en Lisboa, cuenta por videollamada con MUNDO NEGRO cómo nació el proyecto. «Estábamos de gira con banda presentando mi anterior disco, Manga. Yo estaba embarazada y sentía que en mí había dos personas en paralelo: la Mayra del disco, con toda esa energía de la banda, y la Mayra madre que tenía dolor en los pies y que necesitaba un espacio íntimo, un cocoon. Y nació en mí una necesidad muy grande de presentarme a mi público de forma muy desnuda, muy cruda, muy real, y hablar de mí de una forma que nunca había hecho. Era como quitarme toda la ropa y decir “esta soy yo”, con todas las cicatrices, con todos los defectos». A la vez que estaba creciendo su hija dentro de ella, Mayra mostraba cómo habían nacido sus canciones. «El gran público conoce mis discos y me conoce con banda. Pero ¿qué fueron estas canciones antes de todo eso? Yo empecé en Cabo Verde con 14 años, con guitarra y voz».
En un primer momento iban a ser cuatro únicos conciertos en Portugal, durante 2022. Pero la experiencia fue más allá, con muchas más citas en los dos años siguientes y la grabación de uno de ellos, en Londres, que se ha publicado en disco. «Estoy muy feliz de que mi hija, que ahora tiene un año y medio, pueda escucharlo y saber que formó parte de eso, primero en la barriga y luego acompañándome en la gira. Es un disco importante, porque cierra un ciclo muy grande de mi vida y se va a abrir uno nuevo».
El concierto en Madrid fue una experiencia bella, íntima y cercana. Entre canción y canción Andrade habla sobre la génesis de las composiciones en un español perfecto y logra una conexión muy estrecha con el público. Al término de unas de las primeras canciones, viendo que había butacas libres en la platea, Mayra invita a los espectadores sentados en el anfiteatro a que las ocuparan. «Miren, saben qué, voy a pedir a Djodje que toque algo instrumental para que bajen. ¡Pero vengan rápido!». Mientras los de arriba bajan y el guitarrista toca, Mayra canta un fraseado improvisado: «Hay alguno que prefie-re quedarse arriba. / Es okey, es okey».
Hay caboverdianos en la sala. Como suele suceder en sus conciertos. «Hay un lugar pequeño que me encanta. Son mis islas mágicas, Cabo Verde, que me inspiran canciones y la forma de estar en el mundo. Quiero dedicar esta canción a todos los inmigrantes. Y a todos los hijos e hijas de inmigrantes. A los caboverdianos presentes. Y recordad que el mundo es nuestro». Y mientras la gente aplaude, canta «Vapor di imigrason», que dice: «El viento nos esparció por el mundo. En la lucha con el mar fuimos valientes». Y también: «Un día nuestros hijos ya no sentirán más nostalgia».
El viaje es parte integrante de la historia de la cantante. Su padrastro fue embajador de Cabo Verde en Senegal, Angola y Alemania. Aunque ella nació en La Habana, vivió en Cabo Verde durante su infancia y períodos de su adolescencia y juventud. Entre destino y destino de su padre, regresaban a las islas. «Aprender idiomas y darme cuenta de que el mundo tiene varias perspectivas, que en un lugar se baila de una forma, en otro se canta de otra, que aquí se reza de una forma y ahí se come de otra, ha sido probablemente de las mayores oportunidades que he tenido para ver el mundo y darme cuenta de que somos todos muy diferentes pero muy iguales». A los 17 años, empezó a vivir sola en París dedicada a su carrera musical. Tras 14 años en Francia, desde hace diez reside en Lisboa. «He vivido Cabo Verde desde adentro y desde afuera y eso me ha dado una perspectiva interesante sobre mi cultura […]. Me siento caboverdiana pero soy muy libre. Mis raíces están allá, pero tengo una necesidad muy grande de tener mis ramas extendidas».
Nos dice que se emociona cada vez que vuelve a la isla de Santiago para estar con su gente. «Es un pueblo muy resiliente y acogedor. Se ha construido a partir de la nada, a partir de las piedras. Un pueblo muy trabajador que ha sobrevivido en circunstancias muy agrestes. Me siento privilegiada de ser caboverdiana. Somos muy pocos y es un pueblo único, con una cultura muy fuerte».
La penúltima canción del concierto en Madrid es «Téra lonji», otro homenaje a sus raíces, en la que canta: «Vengo de una tierra lejana, / de una tierra lejos de aquí. Ya he recorrido el mundo, / pero no he encontrado un lugar tan hermoso. / Soy hija de las rocas /que el viento del este acaricia en el mar. / Dentro de mí llevo diez islas: Cabo Verde, Cabo Verde». Le preguntamos cómo compone. «De formas distintas. Puedo estar en la prueba de sonido sobre el escenario antes de un concierto y me viene una canción entera. La grabo en el teléfono y después trabajo la letra. O puedo estar sola en mi cuarto, encima de la cama, con una guitarra y componerla. O entrando en un taxi. Soy un poco indisciplinada en mi forma de componer. Las inspiraciones me pueden llegar en cualquier momento. Hace poco estaba en un avión volando a las Azores. Vi que el cielo tenía varios niveles de azul y escribí toda una letra en aquel momento. Me gusta dejarme sorprender por la inspiración. Somos canales y recibimos algo que tiene que existir. Y, si somos afortunados, lo entendemos y lo capturamos».
reEncanto ha supuesto para ella el cierre de una etapa: un viaje íntimo a los orígenes, en el que ha desnudado sus canciones y su historia personal. Ahora se abre un nuevo ciclo, aún por descubrir.
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