
Publicado por Enrique Bayo en |
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La REBAC es una estructura de Iglesia comprometida con la protección de la selva tropical de la cuenca del río Congo, de la misma manera que la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) trabaja por la protección de la selva amazónica. La REBAC está presente en seis países de África central: Camerún, Gabón, Guinea Ecuatorial, la República Centroafricana, la República del Congo y la República Democrática del Congo.
La idea de su fundación se remonta a marzo de 2015 en Windhoek (Namibia), durante el encuentro continental de las comisiones de Justicia y Paz del Simposio de Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM). La REBAC se inspira en la Doctrina Social de la Iglesia y, principalmente, en las indicaciones sobre ecología integral de la encíclica Laudato si’ del papa Francisco. Esta enseñanza está suficientemente consolidada e inspira acciones en favor de la lucha contra el cambio climático. Hoy en día, cualquier trabajo en favor de una ecología integral debe necesariamente recurrir a la ciencia, pero también a la teología, la espiritualidad y la ética. También debe abrirse a acciones concretas para hacer frente a la crisis ecológica, cuyas consecuencias negativas se dejan sentir con fuerza.
Con toda seguridad. Así se decidió durante el taller de consolidación de las estructuras de la REBAC en los países de la cuenca del Congo que tuvo lugar en Kinshasa el pasado mes de marzo. Los participantes se comprometieron a enviar una delegación a la COP30 encabezada por el P. Rigobert Minani, coordinador regional de la red. Queremos hacer oír la voz de nuestras comunidades y de nuestros territorios ante los grandes retos del cambio climático.

El mensaje de la REBAC es claro. No será fácil, pero nos gustaría hacer un llamamiento firme a los dirigentes de la COP30, así como a los responsables políticos mundiales, para que tomen conciencia de su responsabilidad y se comprometan para que la justicia climática ocupe un lugar central en las negociaciones, teniendo en cuenta las responsabilidades diferenciadas y garantizando un apoyo financiero eficaz a los países de la cuenca del Congo. Los estados presentes en la COP30 deberían comprometerse en acciones transformadoras basadas en la dignidad humana, el bien común, la solidaridad y la justicia social, dando prioridad a los más vulnerables. Se debería también poner fin a las devastadoras explotaciones ilegales y fomentar el fortalecimiento de las capacidades locales para garantizar una gestión sostenible de los recursos naturales de la cuenca del Congo de acuerdo con los derechos fundamentales de las poblaciones.
La REBAC elaboró en 2019 una cartografía de los actores, los retos y las oportunidades socioambientales en cada uno de los países de la cuenca del río. El informe puso de manifiesto que nuestros bosques milenarios, cuna de una rica y valiosa biodiversidad, están sufriendo un declive alarmante. La extinción de especies animales y vegetales, el agotamiento de los recursos naturales y la creciente contaminación están provocando una drástica modificación de los ciclos climáticos, debilitan nuestros ecosistemas y afectan a la vida de millones de personas, en particular a las más vulnerables que integran las comunidades locales e indígenas. También se constató que la deforestación está relacionada con la minería ilegal y otras prácticas insostenibles que aceleran esta degradación y ponen en peligro nuestro hogar común.
Yo apuntaría con el dedo a los países occidentales y a las grandes multinacionales. Tienen una gran responsabilidad. Necesitan madera, minerales y otros recursos y favorecen la explotación de nuestra selva sin que se beneficien las comunidades locales.
Por supuesto, hay una responsabilidad compartida. Nuestros Gobiernos a veces definen buenas políticas, pero casi nunca las llevan a la práctica. Además, en ocasiones, sus intereses dominan sobre los de las comunidades locales que deberían proteger.

Muchas. Se organizan sesiones de sensibilización y de educación medioambiental en cada uno de los seis países donde estamos presentes, así como talleres para ayudar a las comunidades a una gestión sostenible de sus recursos naturales y campañas de incidencia política en defensa de las poblaciones locales.
Es una iniciativa nacida desde la red para implicar en particular a los jóvenes en cuestiones ecológicas. Nació en 2023 y por el momento solo está presente en la República Democrática del Congo. Yo formo parte de ella desde su fundación.
Mi servicio consiste en sensibilizar a los jóvenes sobre la ecología integral y promover iniciativas locales de protección del medioambiente. Participo también en la puesta en marcha de proyectos innovadores en colaboración con oenegés asociadas. En Kinshasa, en concreto en el distrito de N’djili, llevamos a cabo el programa Mbabola para la fabricación y venta de un brasero ecológico y muy económico que contribuye a reducir la deforestación y a mejorar la salud de las personas porque no genera humos tóxicos.
Somos un equipo de más de diez personas y organizamos entre todos sesiones de sensibilización y educación medioambiental dirigidas a los jóvenes, especialmente en parroquias católicas, escuelas y centros comunitarios. Son muchos los jóvenes que participan y otros que, aunque no sean miembros de la REBAC-junior, comparten nuestra visión y nos ayudan en nuestras actividades.
Constato que la conciencia ecológica está aumentando entre los jóvenes, pero sigue siendo desigual según los contextos locales y las posibilidades de acceso a la información. En general, los jóvenes muestran un gran interés por las cuestiones climáticas y la protección de su medioambiente, pero se enfrentan a retos como la falta de recursos, la inseguridad económica y el acceso limitado a alternativas sostenibles. Creo con sinceridad que iniciativas como la REBAC-junior contribuyen de manera significativa a ayudar a estos jóvenes a tener conocimientos sobre ecología, a que desarrollen competencias prácticas y a fomentar en ellos comportamientos más responsables con el medioambiente.
Mi fe cristiana me invita a respetar la dignidad humana de todas las personas y a cuidar la creación como hogar común. Me impulsa a actuar con justicia y solidaridad para proteger los bosques, los suelos y las poblaciones vulnerables contra los efectos del cambio climático. En este contexto, la ecología integral guía todas mis acciones con respecto a la educación ecológica de los jóvenes y su movilización para que adopten prácticas más sostenibles.
Por Dario Bossi, misionero comboniano en Brasil.
Uno de los mayores legados del papa Francisco es la perspectiva de la ecología integral, una lectura lúcida, enraizada en la fe y sustentada científicamente ante el grave y urgente contexto de colapso ambiental y climático. La ecología integral es una visión que integra espiritualidad, ética y acción sociotransformadora con el de anunciar el Evangelio de manera que cuestione una economía que mata, ilumine la política y promueva de forma efectiva el bien común.
Estas convicciones justifican la participación activa de la Iglesia católica durante estos últimos años en el proceso de las conferencias de las partes de la ONU sobre el clima, las llamadas COP, que del 10 al 21 de noviembre celebrará su edición número 30 en Belém (Brasil). La Iglesia estará presente a varios niveles, incluso en la llamada Blue Zone –o espacio institucional–, donde los Estados negocian acuerdos globales y buscan un compromiso colectivo.
La defensa de la casa común se ha convertido en un compromiso permanente e irreversible de las comunidades de fe. La religión, en sus diversas expresiones, es una dimensión fundamental para inspirar cambios, unir a los pueblos y fortalecer la responsabilidad común ante la crisis climática. La propia COP30 reconoció este papel al constituir el Balance Ético Global, reuniendo religiones, tradiciones de fe y expresiones culturales en torno a un llamado conjunto por la vida y la justicia climática.
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