Aprender de la historia

en |



Editorial del número de junio de MUNDO NEGRO




Si leen ustedes en inglés con facilidad, merece la pena que consigan un ejemplar de Born in Blackness. Alfonso Armada señala en su reseña que esta obra de Howard W. French establece conexiones, difícilmente rebatibles, entre «la riqueza en la que sobrenadamos» en este poroso espacio que llamamos Occidente y el «sistema de explotación absoluta del hombre por el hombre» que las potencias occidentales aplicaron en África durante siglos.

No se trata de juzgar la tormentosa historia que ha marcado la relación entre África y Occidente, ni mucho menos de condenar a las personas que la llevaron a cabo, seguramente condicionadas por la mentalidad y la cultura de su tiempo. Se trata de no negar la historia y reconocer que muchas de las realidades embarazosas que viven hoy los pueblos africanos y de las bonanzas de que gozan las sociedades occidentales están fuertemente condicionadas por ese pasado, aunque no siempre sea fácil establecer la conexión.

Creemos que Alfonso Armada tiene razón cuando escribe que «sin África y sin los africanos nuestra modernidad, nuestro progreso, nuestro aprovechamiento del trabajo y del comercio, nuestra democracia y nuestra riqueza no serían lo que son». Pero ¿cuál es el precio que ha tenido que pagar África para ello? Durante más de tres siglos Europa practicó la esclavitud en el continente. Millones de personas fueron arrancadas de allí para ser vendidas en América. Este comercio infame fue sustentado sobre ideologías interesadas que consideraban a los africanos «seres inferiores», más parecidos a animales que a personas dotadas de derechos y obligaciones.

El final de la esclavitud se solapó con la expansión del colonialismo, que cambió el normal desarrollo de las sociedades africanas, obligadas a seguir al «carro del vencedor». También la colonización fue legitimada por ideologías que resaltaban el carácter «primitivo» de los pueblos africanos, a los que había que civilizar y evangelizar. En un continente donde muchas fronteras fueron trazadas con tiralíneas, colonos y misioneros se afanaron en esta doble misión, mientras las potencias europeas incrementaban la extracción de parte de las materias primas que consolidaron su revolución industrial en marcha.

Aunque existen diferencias entre la forma de actuar de las diferentes potencias coloniales, en general los europeos mostraron escaso interés en preparar a los africanos para las futuras independencias de sus territorios, y cuando estas llegaron, muchos países sufrieron de mala gestión y se vieron abocados al intervencionismo externo, no solo de Occidente, sino de nuevos actores como China, Rusia o Turquía. África tuvo que abrir sus puertas al neocolonialismo, una solapada forma de explotación que continúa extendiendo sus tentáculos sobre el continente y que tiene como premisa fundamental y secreta evitar que África se desarrolle y se industrialice para que siga siendo un reservorio eterno de materias primas.

Por muchos matices que queramos añadir a esta sucinta historia, siempre confrontada a la ambigüedad, con aspectos que se pueden calificar de positivos y otros no tanto, creemos que ofrece una clave de interpretación de por qué África sigue siendo pobre. Acercarnos a la actualidad del continente considerando que los actores locales africanos, por sí solos, no serán capaces de sacar a sus países de la pobreza es no haber aprendido nada de la historia.


Si quieres suscribirte a MUNDO NEGRO y recibir la revista en tu casa, entra aquí.

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto