Cada vez más urbanos

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Con un crecimiento anual del 2,3%, las ciudades africanas doblarán su población en 2050


La realidad urbana de África es cada vez mayor. Sin embargo, las características específicas de su crecimiento plantean desafíos para que las ciudades sean espacios sostenibles e inclusivos.



Desde hace miles de años, el ser humano ha buscado aglutinarse en núcleos de población urbanos. Son más dinámicos, fomentan el intercambio e incrementan las oportunidades. Sin embargo, también plantean importantes retos de gobernanza, logística y seguridad. En el continente africano se prevé que su población urbana se multiplique por dos en los próximos 25 años. No obstante, el crecimiento urbano africano –aun con sus disparidades– tiene unas características diferentes al que se ha experimentado en otras zonas del mundo. La cuestión del urbanismo es indispensable para comprender las dinámicas sociopolíticas, culturales y económicas. 

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), junto a otras organizaciones, ha publicado el informe Africa’s Urbanisation Dynamics 2025: Planning for Urban Expansion, un extenso estudio con una gran cantidad de datos que pone el acento en los desafíos y oportunidades que el rápido crecimiento urbano supondrá para África en los próximos 25 años.



En números

A un ritmo medio del 2,3 % anual, se calcula que la población urbana africana pase de 829 a 1 421 millones en 2050, lo que supondrá que el nivel de urbanización media alcance el 65 %. Un dato que varía mucho entre países, pues mientras que en Níger se prevé que la urbanización pase del 20 % al 26 %, en Lesoto pasarán del 50 % actual al 84 % en 2050. Gran parte de la población urbana se concentrará en grandes aglomeraciones, algunas de ellas, como Nairobi (Kenia) o El Cairo (Egipto), cercanas a los 60 millones de personas. Nigeria, que contará con casi 250 millones de habitantes urbanos en un par de décadas, tendrá que gestionar urbes con más de 30 millones de habitantes, como será el caso de Onitsha o Lagos. Estos datos (ver p. 11) muestran unas tendencias significativas sobre el crecimiento urbano en África que, como recoge el informe de la OCDE, será más rápido en el interior del continente. Esto supone un cambio de tendencia, pues en la actualidad las principales aglomeraciones urbanas se encuentran en la costa –una de las muchas herencias del periodo colonial–.

Contraste del barrio de Chicala en Luanda (Angola) con los edificios modernos del distrito financiero de la ciudad. Los suburbios de las ciudades carecen, en gran medida, de servicios públicos básicos como saneamiento, transporte, educación o sanidad. Fotografía: José Luis Silván Sen. En la imagen superior,


Un crecimiento particular

A pesar de ser un continente en el que la realidad rural sigue teniendo mucho peso, el fenómeno urbano en África no es una cuestión actual, como señala la periodista ­Gemma Solés i Coll, pues «mientras Europa permanecía encerrada en sí misma durante un medievo donde la mayoría de la población vivía azotada por enfermedades, los residentes urbanos africanos eran más numerosos». Lo que sí es actual es la velocidad del crecimiento urbano y sus características diferentes con respecto a otras regiones del globo. La profesora e investigadora Ainhoa Marín sostiene que «más que un fenómeno económico progresivo de atracción del campo a la ciudad, lo que sucede en mayor medida es que el crecimiento de la población urbana es consecuencia sobre todo de la fertilidad y del exceso de nacimientos en relación a las defunciones en entornos urbanos». Es por ello que, como afirma Sunday Adedini, de la Universidad Federal Oye Ekiti (Nigeria), es también necesario invertir en programas de planificación familiar como parte de las estrategias de planificación urbana.

La naturaleza de este crecimiento urbano, más biológico que socioeconómico, marca una de las principales características de las ciudades de África: la informalidad. Edgar ­Pieterse, director del Centro Africano para las Ciudades, entrevistado por MN en 2022, afirmaba que en la mayoría de ciudades africanas «la informalidad domina en términos de economía –­entre el 70 % y el 75 % de la fuerza de trabajo urbana está en la economía informal–, y en cómo vive la gente, ya que entre el 45 % y el 65 % lo hacen en suburbios». Esto es algo fundamental pues, como añade a continuación, «cuando la informalidad condiciona cómo te ganas la vida y dónde vives, también conforma lo que sientes y cómo experimentas la vida de la ciudad». Es por ello que el informe de la OCDE señala que «el continuo desconocimiento de estas poblaciones y actividades reduce drásticamente las posibilidades de actuación de los gobiernos», por lo que «la gobernanza urbana debe tener en cuenta e implicar a todos los residentes urbanos». 

Para Bankolay Theodore Turay, experto en desarrollo y gobernanza de la tierra de la Universidad de Makeni (Sierra Leona), «mejorar los asentamientos informales implica un plan de ahorro y crédito, proteger los derechos de las mujeres, ofrecer información y oportunidades a la ciudadanía y desarrollar estrategias de desarrollo para sus habitantes». Chema Caballero, columnista en MUNDO NEGRO, recogía en el Especial África 2022 de MN la historia de tres personas –Papis, Charles y Claire– que pertenecen al sector de la economía informal para ilustrar su importancia, y cerraba su texto afirmando que lo más importante es que «permite que miles de familias salgan adelante en todo el continente», y añadía que «por eso, más que informal, es una economía de vida, porque la genera y la mantiene».

A pesar de que como afirma Marín, «el fenómeno de la urbanización (…), ha sido históricamente una fuerza positiva para la reducción de la pobreza y el crecimiento económico de los países», las características propias del desarrollo urbano en África provocan que no se cumpla esta premisa. La falta de inversión urbana y las insuficientes estrategias de los gobiernos para gestionar el crecimiento de las ciudades no hacen más que acentuar las desigualdades que se reproducen en los entornos urbanos africanos. Sin embargo, los residentes urbanos africanos no son pasivos y, según señala ­Solés i Coll, comparten un rasgo común, la resiliencia, pues «hay infinidad de proyectos ciudadanos que muestran múltiples formas de contener las inequidades que se siguen dando hoy en el territorio urbano africano. Pero especialmente, y cada vez más, hay un reconocimiento de la ciudadanía como pilar para la construcción de ciudades sostenibles». Esto ha derivado en que, como señala Pieterse, «se ha producido una mayor experimentación con los sistemas democráticos a nivel local».



Dilemas de futuro

La principal cuestión en este momento es qué pueden hacer los gobiernos para enfrentar esta problemática. Según el informe de la OCDE, el planeamiento urbano debe estar enraizado en las realidades locales y debe ser adaptable y creativo, apuntando que, a pesar de los numerosos desafíos, «las ciudades africanas pueden convertirse en polos de crecimiento, innovación y oportunidades», pues «planificando ahora, África puede gestionar su crecimiento urbano de forma que se promueva la sostenibilidad, inclusividad y resiliencia, sentando las bases para un futuro urbano próspero».

En la actualidad se está en un punto de inflexión, dado que «la planificación urbana puede limitar o reforzar las desigualdades existentes, como la participación de las mujeres en el mercado laboral, y configura las interacciones de las zonas urbanas con sus ecosistemas circundantes y las zonas del interior». Alhaji A. Aliyu y Lawal Amadu afirman en la revista Annals of African Medicine que «cuando se gestiona con cuidado, la urbanización puede reducir las penurias y el sufrimiento humano; por otro lado, también puede aumentar la pobreza y la miseria». En esa encrucijada se encuentran ahora las ciudades africanas. Para que las urbes del continente sean espacios sostenibles e inclusivos, los gobiernos deben invertir tanto a nivel económico como a nivel político, pues, más que nunca, son necesarias leyes que garanticen una convivencia equitativa y un crecimiento ordenado, así como estrategias urbanas que respondan a las necesidades reales de la población, integren a los sectores más vulnerables y protejan el entorno natural.   



Para saber más



Por Óscar Mateos



África es, de largo, la región del mundo que más rápidamente se urbaniza. En 1960 apenas el 15 % de su población vivía en ciudades. Para 2030 se espera que la mitad de los africanos residan en entornos urbanos. En 2050 la cifra se acercará a los dos tercios. Este fenómeno no tiene precedentes en la historia humana: el continente sumará cerca de 1 000 millones de nuevos urbanitas en apenas una generación. Para entonces, África albergará 159 ciudades con más de un millón de habitantes. Hoy son poco más de 60, lo mismo que Europa.

Lo que está en juego no es solo una cuestión de números. La urbanización africana plantea desafíos colosales –infraestructura, vivienda, saneamiento, transporte, gobernanza, conflictividad–, pero también abre espacios inéditos para la innovación, la inclusión y el activismo cívico. El libro Africa’s Urban Revolution, editado por Susan Parnell y Edgar Pieterse (Zed Books, 2014), es una obra imprescindible para empezar a entender lo que está ocurriendo. No se trata de una mera recopilación de cifras o diagnósticos institucionales, sino de una invitación a pensar lo urbano en África desde el sur global, descolonizando las categorías analíticas y reconociendo que muchas de las formas de vida urbana en el continente no responden a los modelos europeos o norteamericanos, sino a realidades híbridas, a veces caóticas, pero profundamente creativas. 

Entre todas las ciudades africanas, Lagos (Nigeria) brilla con una intensidad particular. Con una población estimada de más de 16 millones de personas, esta megalópolis condensa las contradicciones de un continente cada vez más urbano: riqueza extrema y pobreza abrumadora, innovación tecnológica y exclusión estructural, creatividad desbordante y caos cotidiano. El periódico británico The Guardian ha dedicado diversos reportajes a esta ciudad que vale la pena recuperar para entender la realidad de suburbios como, por ejemplo, el de Makoko, uno de los mayores slums de África occidental.

Una voz imprescindible para interpretar este fenómeno es la de Maryam Abass, analista del Centre for Democracy and Development y una firme defensora de políticas urbanas inclusivas, feministas y sostenibles. Su artículo «La construcción de las megalópolis africanas: el caso de Lagos», publicado en la revista IDEES, ofrece una mirada lúcida sobre cómo la expansión descontrolada de ciudades como Lagos amenaza con consolidar desigualdades si no se apuesta por una gobernanza más participativa, por servicios básicos accesibles y por una planificación urbana sensible a las condiciones de la población. 

Para quienes quieran seguir explorando el fenómeno urbano africano desde los datos y las fuentes primarias, hay tres recursos muy útiles. El primero es el African Cities Research Consortium (african-cities.org), una plataforma que reúne investigaciones aplicadas sobre ciudades clave del continente. Su enfoque es práctico y apuesta por soluciones basadas en el conocimiento local. La segunda es la sección regional de África de UN-Habitat (unhabitat.org/africa-region), la agencia de Naciones Unidas que trabaja directamente con gobiernos y comunidades para promover ciudades sostenibles. Su web ofrece informes, buenas prácticas y recursos valiosos para entender las dinámicas en curso. La tercera, quizás la más sorprendente, es Africapolis (africapolis.org), una herramienta de mapeo y análisis urbano basada en imágenes satelitales, cartografía histórica y datos censales. Africapolis permite visualizar cómo crecen las aglomeraciones urbanas en África, incluso aquellas que no figuran en los mapas oficiales. 

La revolución urbana africana no es tan visible para los medios de comunicación como los conflictos armados, pero está ahí: en cada nueva carretera, en cada mercado informal, en cada barrio periférico que se convierte en ciudad. Y, sobre todo, en cada persona que, al migrar a la ciudad, busca no solo un techo, sino una nueva forma de habitar el mundo.

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