El atroz imán ruandés

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Yoan Smadja

CREÍ QUE BORRABAN TODO RASTRO DE TI

Traducción Antonio Roales Ruiz

Armaenia. Madrid 2021, 256 páginas.


Ruanda es un imán tan irresistible como atroz para quienes llevan África en el corazón. Por el espanto, por las preguntas que suscita y por el todavía controvertido relato de lo que ocurrió. El escritor franco-israelí Yoan Smadja (París, 1983) también se dejó atrapar por ese campo magnético envenenado. Creí que borraban todo rastro de ti es su primera novela. Y antes de seguir adelante habría que volver a llamar la atención sobre las hipérboles en las que con frecuencia incurren los que escriben paratextos, como lo que se dice en la contraportada de la, por otra parte, bella edición de la editorial Armaenia: «Es una impresionante novela sobre el genocidio, de un poder y una belleza inusuales». Me temo que no es así, y que el traductor no acierta en lo que respecta al uso de los posesivos; sospecho que no le hace justicia al original decir que «las calles empezaron a concurrirse».

Con el trasfondo del genocidio, que va adquiriendo densidad a medida que la novela avanza, con páginas de genuino estremecimiento, Smadja trata de trenzar dos voces: el viejo recurso de un manojo de cartas que pone en marcha la memoria, y que es la mirada de una ruandesa sobre la desgracia que se abatió sobre su país; y la que sirve de hilo conductor, la afamada periodista francesa Sacha Alona, redactora de Le Temps. En los primeros compases, en Sudáfrica, la avezada reportera (que comete errores de principiante, como el fotógrafo que se le une sobre el terreno) da en un almacén en Ciudad del Cabo con camiones cargados de machetes chinos con destino a Ruanda. Para que no quede la menor duda, y la novela avance mientras suspendemos nuestra incredulidad, un soldado ruandés con un distintivo delator tira un periódico al suelo, que la enviada especial rescata. Allí encuentra, en cómodos titulares, el resumen de lo que se incuba en el país de las mil colinas. La inverosimilitud da un salto mortal cuando, ya en Kigali, el dueño del hotel que hospeda a los periodistas los recibe con un aguacero de críticas sobre el régimen hutu que encabeza Juvenal Habyarimana, no en vano es además ministro tutsi del Gobierno de transición. Al poco hará su entrada otro huésped providencial: el médico personal de Paul Kagamé, líder del Frente Patriótico Ruandés. Para colmo de casualidades –privilegios de la ficción–, cuando están a punto de abandonar Kigali para entrevistarse con Kagamé, es derribado el avión en el que regresaba el presidente Habyarimana y todo se desmorona.

«Voy a deciros lo que me gustaría olvidar». Cuando Yoan Smadja presta su pluma para que el horror cobre vida ante nuestros ojos, su novela se redime. Esas páginas son tan turbadoras como necesarias para revivir la primavera ruandesa de 1994. Creí que borraban todo rastro de ti no despeja los enigmas que rodean el genocidio, pero da buena cuenta de él. Es una novela imperfecta pero honesta, por eso, a pesar de todo, la recomiendo. Porque trata de usar la mejor prosa de la que el autor dispone para que el mal no eche raíces.

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