Publicado por Alfonso Armada en |
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Traducción: Lydia Vázquez Jiménez.
Cabaret Voltaire.
Madrid 2025,
490 págs.
Nadie puede negarle valor personal al periodista y novelista Kamel Daoud (Mesra, 1970), que como reportero cubrió algunas de las matanzas que sembraron Argelia de cadáveres en la década de los 90 del siglo pasado: más de 200000 entre la degollina de los fanáticos de Alá y las expeditivas campañas del Ejército, la guerra civil entre los fundamentalistas islámicos y un régimen cada vez más totalitario, que ha decretado que se borre el pasado incómodo. Esa es la línea argumental y el trasfondo de esta dolorosísima y hermosa novela, Huríes, que le proporcionó a su autor el Goncourt y le ha llevado a exiliarse en Francia ante la controversia desatada en su país. La novela –que nos recuerda el espantoso talento humano para el mal, junto a ejemplos de heroísmo que evitan que nos aplaste la desolación–, arranca con el artículo 46 de una ley que prevé multas y hasta cinco años de prisión para quien «instrumentalice las heridas de la tragedia nacional para socavar las instituciones de la República Argelina Democrática y Popular». Es lo que hace Huríes con crudeza y prosa admirables, que deja con el culo al aire a una república que en su pomposa adjetivación ya muestra de qué carece.
Daoud es un buen lector, y en la recámara de este libro estremecedor me parece vislumbrar la influencia de la Beloved de Toni Morrison y de La carretera hambrienta de Ben Okri. La espina dorsal de Huríes es el monólogo interior de Aube (Alba), la protagonista, con una «sonrisa» de 17 centímetros, fruto del tajo del islamista que intentó degollarla, le arrancó la voz y le dejó una cánula para respirar y comer que horroriza a los que se asoman a esa herida que vela con un fular. Durante todo el libro pregunta a la semilla que dejó en su seno su violador si no sería mejor morir para no vivir así: «¿Qué harías tú con una madre como yo en un país que no nos quiere a las mujeres, o solo de noche?». Además, Huríes narra su viaje por la desgraciada Argelia entre Orán, la ciudad donde Aube vive con su madre adoptiva, y Had Chekala, su pueblo natal, donde 1 000 vecinos fueron asesinados por los fundamentalistas del Frente Islámico de Salvación y su brazo armado, y donde ella trata de reconstruir el lugar donde la marcaron y degollaron a su hermana. En esa búsqueda se encontrará con otro memorioso, Aissa, vendedor de libros, que perdió una pierna y un ojo en la década horrenda, y que es conminado por la dictadura que reina en Argelia a que deje de recordar. Este libro –el collar roto de Argelia– es un gran alegato contra el oscurantismo y en favor de las mujeres y la memoria y la justicia –y de las peluquerías, las escuelas y las librerías frente a las mezquitas–.
Me sumergí en esta impresionante novela con el prejuicio de haber leído antes El extranjero, caso revisado, con el que Daoud intentó enmendar la plana a Albert Camus. Le proporcionó premios y fama mundial, pero demostró que no había entendido nada y se limitó a cargar las tintas contra la supuesta mirada colonial del nobel. El extranjero es mucho más, y más liberador que la revisión que pretendió Daoud. Sin embargo, a mi juicio, el escritor se redime con creces con estas Huríes que se rebelan contra una infamia. Por eso debe ser leído con fervor y compartido.
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