«El salto no es una ficción, es una historia por la que están pasando muchas personas»

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Edith Martínez-Val da vida a uno de los personajes centrales de El salto, la nueva película de Benito Zambrano que aborda el drama de la inmigración irregular, el de las personas que intentan llegar a Europa desde el continente africano arriesgando sus vidas. La actriz interpreta a Aminata, una joven empeñada en saltar la valla de Melilla para llegar a España. MUNDO NEGRO habla con ella y con el director del largometraje.



En El salto, la última película del director sevillano Benito Zambrano, estrenada en cines el pasado 12 de abril, Ibrahim (interpretado por el actor francés Moussa Sylla) es un maliense que vive en Madrid con su pareja, Mariama, trabaja como albañil y espera el nacimiento de su primera hija. Un día, al volver a casa después de trabajar, la policía le para y le pide la documentación. No tiene permiso de residencia. Le encierran en el CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) y le deportan. Desde ese momento, su único objetivo es regresar para reunirse con su familia y, en su intento, se une a otras personas que también quieren entrar en Europa, Aminata entre ellas, un personaje interpretado por Edith Martínez-Val, que debuta en la gran pantalla.

–Anteriormente, habías trabajado ya en televisión.

–Mi primer proyecto fue Dos vidas, una serie diaria en Televisión Española. El salto es mi primera película y mi primer papel más protagonista. Estoy muy agradecida por la gente que ha confiado en mí para darle vida a Aminata. He aprendido una barbaridad como persona y como actriz. No podía haber elegido un mejor proyecto para empezar, por el tema que trata la película, por cómo conecta conmigo.

Fotografía: Diego López Calvín


Edith Martínez-Val tiene 22 años, nació en Lanzarote y ha vivido en Madrid durante la mayor parte de su vida.

–¿Siempre quisiste ser actriz?

–Con 12 años ya decidí que quería ser actriz profesional. Mi primer contacto con este mundo fue cuando estuve viviendo un año en Canadá. Donde estudiaba se hacían muchas obras de teatro, muy bien hechas, muy curradas. Todos los alumnos tenían que participar muy activamente y me encantaba cómo se implicaban. Durante todo ese año vi muchísimas series y muchos making of y me obsesioné un poco. Al volver, le pedí a mis padres ir a clases de teatro y allí vi que era lo que más me gustaba y que no quería parar de hacerlo nunca.

–Imagino que tu trabajo en El salto no ha sido fácil. Dar vida a una joven que atraviesa experiencias durísimas en su viaje migratorio y que está decidida a saltar esas tres vallas de alambrada de seis metros que separan Marruecos de España en Melilla, debe de ser un reto físico y emocional grande. Algo delicado sabiendo que lo que se cuenta está ocurriendo en la realidad. ¿Hablaste con personas que han pasado por vivencias similares?

–Fue muy fuerte. No pude hablar con mujeres que hubieran pasado en patera o de cualquier otra forma –hay muy pocos casos documentados de mujeres que hayan saltado la valla–, pero mis compañeros de figuración me contaban las historias de sus madres y de sus hermanas, y con eso pude ir preparando el papel. Me contaron también sus propias historias, porque algunos habían saltado la valla una o varias veces, y otros habían cruzado en patera. Me contaban cómo decidieron en familia emprender el viaje, cómo transcurrió, y pude acércame más a lo que íbamos a representar en la película. Estas conversaciones durante los meses de rodaje me ayudaron muchísimo para darle una historia a Aminata.

–¿Qué responsabilidad siente una actriz cuando le toca un papel como este?

–Cuando me confirmaron que estaría en el proyecto fui consciente de la responsabilidad que iba a tener y lo mucho que me tenía que preparar, porque no estás contando una ficción, estás contando una historia por la que han pasado muchas personas, por la que ahora mismo están pasando otras personas, y quieres ser lo más respetuosa y lo más concreta posible. Era la oportunidad de desarrollar a este personaje, una mujer con toda esta carga, y mi deber era trabajarlo bien, currármelo para que fuera lo más preciso posible.

Fotografía: Diego López Calvín


Benito Zambrano –ganador de dos premios Goya por Solas e Intemperie y director de otras películas como Habana Blues o La voz dormida–, llevaba muchos años queriendo contar lo que ocurre en la frontera sur y sabía, desde que leyó el guion de Flora González Villanueva, que El salto iba a ser la película más necesaria, útil e importante de las que ha hecho.

–Para mí es la más necesaria por lo que cuenta sobre lo que está pasando ahora. Habla del drama y del dolor de muchísima gente.

–¿Sientes mucha responsabilidad cuando te embarcas en un proyecto así?

–Vivo con un gran peso de responsabilidad, porque eso a mí no me ayuda, me bloquea. Lo vivo como qué afortunado soy de poder ayudar a contarlo. Sé la responsabilidad que tengo, pero sabía también que me iba a entregar e iba a dar lo mejor de mí mismo para hacer esta película. Por eso no me asusta lo de la responsabilidad.

–¿Conocías bien el tema?

–Lo primero que le pedí al productor era que necesitaba un tiempo de investigación para conocer en profundidad de qué estamos hablando. Conocía esta realidad como cualquier ciudadano que ve las noticias y que tiene una cierta sensibilidad y empatía por este problema. Estuvimos en Melilla, en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes), me entrevisté allí con chicos, con oenegés, con gente que trabaja al pie del cañón en Algeciras, en Madrid, en Sevilla, con personas que habían saltado la valla, incluso con uno que había sido jefe de campamento con 22 años. En 2020 organizó un salto de 176 personas, consiguieron saltar solo 55 y murieron tres. Leí libros, vi los documentales que pude sobre esta realidad y he tenido conmigo a abogados muy formados en el tema de migración. Una de las cosas que me alegra de la película es que cuando la gente la ve, nadie tiene un pero, porque está muy bien documentada y todos los datos y detalles están muy cuidados. Para mí lo importante era que fuera lo más veraz, lo más documental posible.

–¿Qué te ha dicho la gente que la ha visto?

–La gente que ve la película queda impactada, se queda muy conmovida. Muchísima gente que sabía poco del universo de la migración subsahariana flipa por lo que ha aprendido. Depende del nivel de información y de compromiso que cada uno tenga, a algunos les sorprende mucho y a otros menos. Para mí la película cumple bien su objetivo de entretener, divertir, emocionar y enseñar.

Fotografía: Diego López Calvín


Volvemos con la actriz para preguntarle por lo mejor de participar en este proyecto y por lo más difícil.

–Para mí, como Edith, lo mejor de participar en El salto ha sido la relación que se creó en el grupo que formamos durante los meses de rodaje, la posibilidad de conocer a tanta gente con la que he tenido mucha conexión. Si no llega a ser por esto, no les habría conocido. Eso fue para mí lo más bonito. Creo que en otro proyecto no habría conectado de esta forma.

–Supongo que vivirías de una manera especial participar en un proyecto donde la inmensa mayoría del reparto son personas negras.

–Desde luego. Yo me he criado sin conocer a personas negras, sin amigos ni familiares negros. Me he criado aquí, iba a un colegio muy tradicional de monjas y durante toda mi vida siempre he sido la única negra. De repente, en esta película me vi rodeada de gente negra y para mí la verdad es que fue una maravilla. Era como estar casi en familia. Éramos conscientes de estar haciendo una película de negros para enseñar la realidad a los blancos. Y eso era muy bonito, porque no suele pasar que estemos muchísimos actores negros trabajando juntos durante meses. Tampoco creo que me vuelva a pasar muchas veces. Cada día salía habiendo aprendido algo nuevo. Éramos mucha gente contando una historia que además era la historia de muchos de ellos. Estábamos todos por la misma causa y me sentía siempre como en casa.

–¿Y qué ha sido lo más complicado?

–Lo más complicado era trabajar el personaje de Aminata, una mujer que está todo el tiempo intentando ocultarse, no llamar la atención. Me obligaba a estar todo el rato en tensión, sintiendo muchas sensaciones en torno al horror que viven las mujeres que pasan por esa situación. Imaginarme que me pasase algo la mitad de extremo de lo que está pasando esta niña me dolía mucho, era muy duro y había días que esos sentimientos se quedaban conmigo y era difícil salir de ellos. Mis compañeros de reparto me ayudaron mucho después de algunas escenas para gestionar ese dolor, pero como persona también estaba agradecida de que estuvieran apareciendo todas esas sensaciones tan reales en mí.

Fotografía: Diego López Calvín


La temática que aborda El salto es conocida por cualquier ciudadano que siga mínimamente la actualidad, con mayor o menor profundidad, en función del interés y de la sensibilidad que tenga y de cómo sea el tratamiento de la información, a veces más frío y centrado en los datos y en otras ocasiones con un acercamiento mayor a la historia de sus protagonistas. ¿Qué puede aportar una película a diferencia del periodismo? Para Zambrano, el cine es capaz de mostrar una serie de sentimientos y emociones que son más difíciles de explicar en un reportaje.

–El cine añade emociones fuertes y personaliza el tema a través de personajes. A menudo un reportaje se centra en cuántos llegaron, cuántos murieron, pero sin poner rostro. Está claro que hay gente que escribe artículos muy emotivos en los que cuentan parte de la vida de estas personas, pero el cine llega de una manera muy potente en menos tiempo. Ideológicamente es muy potente, por eso es un sector prioritario, por ejemplo, en el caso de Estados Unidos. Cuando políticos y dictadores quieren utilizar el cine saben que llega de una manera muy potente a las emociones y a la cabeza de la gente. Tiene esa capacidad de emocionar en muy poco tiempo y ayudar a empatizar, y cuenta el lado de los personajes que no ha sido contado en una noticia. Lo puedes hacer en una novela, pero necesitas una semana como mínimo para leerla. En una hora y media fíjate todo lo que te cuenta una película. El cine es el arte que en menos tiempo más emociones te puede provocar.

Después de pasar por los cines, El salto llegará a la televisión y a las plataformas. Zambrano espera que tenga un recorrido largo, que también se vea en centros sociales, en universidades o en festivales especializados en temas sociales como el de la migración.

–Si la película ayuda a concienciar sobre cuál es el drama de estas personas que migran desde África, genial. Me encantaría que tuviera ese efecto. Que ensanche la mirada, que la amplíe. Los que ya lo tienen claro porque ya están sensibilizados, tendrán más argumentos. Obviamente, para el que tenga una postura muy antiinmigración, racista, o que piense que es un peligro para nuestras sociedades, va a ser difícil que cambie de opinión. Pero para el que no lo tenga claro, el que tenga dudas de qué es lo que está pasando, creo que esta película le puede servir.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Una de las miradas que se ha «ensanchado», como dice el director sevillano, es la de la propia Edith Martínez-Val al participar en el largometraje.

–Sí ha habido momentos de mi vida en los que he buscado información sobre algún país africano que me llamaba la atención y había visto alguna noticia sobre este tema, pero no conocía mucho sobre estas experiencias de migración, no sabía nada del monte Gurugú, por ejemplo, ni de otras muchas cosas. Ahora lo conozco desde el otro punto de vista y de una forma más completa, y no es que me meta todos los días a buscar información, pero cuando me encuentro con un titular, necesito saber toda la historia para llegar a una conclusión. Esta es una película que ayuda a ver una parte de la realidad que está pasando pero que no conocemos. Quien la vea, comprenderá el tema de la inmigración de otra manera, más completa y espero que más positiva.






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