El timo de la descolonización

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Boniface ofogo


El imperio de los cautivos (I). Pretérito imperfecto.

Autopublicación.

Bilbao 2023, 276 págs.

La primera virtud de esta novela, que se vuelve adictiva cuando el protagonista vuelve a su país tras 30 años en España, radica en el prólogo. Ha sido un acierto que Boniface Ofogo (Bogondo, Camerún, 1966) se lo encargara al brillante africanista congoleño Mbuyi Kabunda, del que tanto hemos aprendido. Su prematura desaparición se hace más lacerante cuando leemos su síntesis de lo que es El imperio de los cautivos (I). Pretérito imperfecto: «En la línea de la estrategia de las Cartas persas […] un africano se encarga de denunciar la mala gobernanza y las prácticas perversas a manos de los Gobiernos africanos y sus aliados externos en el período poscolonial, sobre todo en el África francófona. Esos países siguen siendo colonias de Francia, disfrazadas de repúblicas». Resalta el humor y las aportaciones didácticas de un libro que va arrojando pistas sobre qué país se esconde tras Titirilandia, aunque el lector puede armar su rompecabezas con la pieza clave: sus kilómetros cuadrados. Tras hacer hincapié en las «cárceles internas» creadas a partir del reparto de África en la Conferencia de Berlín y las «falsas independencias» en las que los titiriteros de las metrópolis colocaron a sus títeres para seguir controlando sus excolonias, Kabunda recalca que esta primera entrega de una trilogía «denuncia sin complacencia ni concesión el racismo y la xenofobia que van de la mano de la negrofobia, generada por la emigración africana hacia los países del Norte». El imperio de los cautivos desarrolla mediante la ficción lo que Jaume Portell clava en ¿Por qué no se quedan en África?

Aunque no deja de tener interés el relato de las penurias de Clément Boete como periodista en Madrid, el narrador se aplica el cuento y enmienda un dictum famoso: «Mientras los leones no sepan escribir, las historias de caza siempre glorificarán al cazador». Yo habría hecho lo mismo que el director de La Lechuza, el periódico de Clément: aprovechar el retorno a causa de la enfermedad de su padre para que cuente un país que la prensa ignora y por qué se la juegan los jóvenes para venir a Europa. A través de personajes fascinantes, el alter ego de Ofogo muestra con datos, color y calor humano la vida africana a pie de obra, un país sometido a los designios de París a través de un tirano que lleva 38 años en el poder: cualquier parecido con muchas realidades no es pura coincidencia.

Ofogo cuenta con eficacia y exactitud, nos lleva de la mano y nos hace compartir las emociones de su protagonista, y nos deja literalmente con la miel en los labios cuando llegamos a la última página de esta primera entrega de El imperio de los cautivos. Clément deja a su padre a la espera de ser operado de una hernia en un hospital que es pandemónium de corrupción, a su recuperada novia tan en ascuas como él y una serie de reportajes (impagable su corajuda entrevista con el general Ateba, mano derecha del presidente, que multiplica su fortuna explotando a niños picapedreros) sobre un reconocible país africano que llevarán al reportero a meterse en la boca de los leones. ¿Para cuándo la continuación? ¿Y cómo es posible que novela tan crítica y amena no haya encontrado editorial que la acoja?

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