«Las ideas están en la calle todos los días»

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Sol de Carvalho, cineasta


Indispensable del cine mozambiqueño con más de 40 años de carrera, MUNDO NEGRO le entrevista a su paso por el festival Afrikaldia, celebrado en Vitoria-Gasteiz, donde presentó su última película, O ancoradouro do tempo.



Apasionado del cine desde pequeño, en Inhambane (Mozambique), su ciudad natal, se quedaba con los carteles de las películas de la sala de cine que estaba junto a su casa, de la que recuerda que «sin duda, fue un Cinema Paradiso». 

Sus inicios, por las necesidades de la revolución posindependencia, fueron en la radio. La falta de personal cualificado tras el fin del colonialismo portugués le llevó a ser el jefe del Servicio Nacional de Radio con tan solo 20 años. Pero nunca dejó de pedir que le enviasen al Instituto de Cine. En 1979, cuando recibió la autorización, le pidieron que trabajase como editor en una revista dirigida por el afamado escritor mozambiqueño Mia Couto, con quien empezó una larga colaboración. Como reconoce Carvalho, «el periodismo fue muy bueno para mí en el sentido de que aprendí a estructurar las ideas, el conocimiento, a escribir. Aprendí mucho sobre la importancia del sonido, cómo contar las historias a través del sonido». 

Su primer aterrizaje en el mundo del cine fue a través de Kuxa Kanema, un noticiario de 10 minutos distribuido en las salas de cine ante la falta de televisiones. Después de algunas discrepancias con el Gobierno, volvió a trabajar con Couto como editor de libros hasta 1986, cuando regresó al mundo del cine. Y hasta hoy.

El currículum del mozambiqueño incluye la productora ­Promarte, de la que fue fundador, que ya cuenta con más de 40 años de experiencia y ha superado las 200 películas en su haber. 

El propio Sol de Carvalho divide su trabajo detrás de las cámaras en tres grandes bloques. El primero, compuesto por aquellas películas que parten de historias de la vida real en Mozambique, pues, como afirma, «las ideas están en la calle todos los días». Al director le gusta «ir a lo real: beber, comer, hacer la digestión y vomitar», y concluye que «la creación es la transfiguración de lo real». Un segundo bloque tiene que ver con su apreciación de la realidad, en la que el mundo imaginario tiene un gran peso. La historia, por la que tiene un gran interés, protagoniza el tercer bloque. «Quiero escuchar siempre las voces de los vencedores y los vencidos. Me gusta mucho trabajar eso en el cine», indica. En este sentido, señala que se ha inspirado en el trabajo de directores como Oliver Stone, lo que le ha llevado a acompañar muchos de los procesos históricos del país y producir varias series documentales sobre esta temática.

Su último largometraje, O ancoradouro do tempo (2023), estrenado en España el pasado mes de noviembre en el festival Afrikaldia, es una mezcla del segundo y el tercer bloque, según explica Carvalho. Los personajes, dice, «son exportadores del conocimiento y de la historia que pasó en nuestro país y, por otro lado, está también la idea del mundo que no es ­real». La historia, ambientada en Ilha de Moçambique, trata sobre la resolución de un crimen en una fortaleza [la de San Sebastián, situada en esta ciudad] habitada por un grupo de curiosos personajes. 

La película, con una fotografía muy bien trabajada, destaca por la mezcla de luces frías con cálidas, las texturas y la geometría de los espacios. Son tres elementos a los que el director mozambiqueño concede una gran importancia, pues según él, «te obligan a definir una estética», algo que es fundamental: «Las películas no son una hora y media de imágenes y sonidos sobre política. Las películas son una hora y media de imágenes y sonidos sobre política con un propósito visual y sonoro». 

Varios niños juegan en los exteriores de la fortaleza de San Sebastián, en Ilha de Moçambique. Fotografía: José Rebelo



Cine, literatura y música

En esta tarea, además del director de fotografía y del propio Mia Couto –la cinta es una adaptación de su novela A ­varanda do ­frangipani–, Sol destaca el papel de la directora de arte, Cláudia Lopes Costa, a quien le pidió que «la fortaleza estuviera hablando permanentemente con las personas». Otro elemento que sobresale en la película es la música. Como admite el director mozambiqueño, «la uso mucho más de lo normal», un reflejo de lo que es, entre otras cosas, Mozambique para él, «un país de musicalidad». La música está en sintonía con el resto de la historia, lo que se percibe en la ausencia intencional de acompañamiento instrumental, pues «si despojas a la fortaleza de todo lo que es moderno, si pones música instrumental, estarías contradiciendo el concepto». 

La coherencia es clave  para el cineasta de Inhambane. Para él, «la cuestión era muy clara. Toda la música tenía que ser tocada con las manos, golpeando las paredes, en el suelo o donde fuese (…) El desafío fue usar la voz, no tienes nada más para usar que no sea la voz. Hay algún tambor, pero nada más».

O ancoradouro do tempo consigue reflejar la estructura del cuento africano, que, para Sol de Carvalho, funciona por capas y donde el final de las historias tiene una importancia central. De hecho, el cierre de la película es un giro con respecto a la narrativa que mantiene la historia.

Esta no ha sido la primera adaptación de una obra de Mia Couto –ya lo hizo con Mabata bata en 2018–. De hecho, cuando le preguntamos si hay alguna otra novela que le gustaría llevar al cine, su respuesta no deja dudas: «Sí, hay varias novelas, pero con la condición de que consiga trabajar de la misma manera en que trabajé con Mia Couto».



Una cinematografía extensa

Antes que O ancoradouro do tempo, Carvalho dirigió, ­entre otras, A herança da viúva (1997) María, a empregada (1999), A Janela (1995), O Jardim do ­outro homem (2007), As teias da aranha (2007) o Impunidades criminosas (2012). En todas el director abordó la situación de la mujer en Mozambique desde diferentes perspectivas: el contexto de las viudas, la realidad de las empleadas domésticas, el chantaje sexual en las escuelas o la violencia de género en el entorno doméstico. 

Para tratar estos temas, el director y su equipo desarrollan un ingente trabajo detrás de las cámaras que incluye entrevistas –para A herança da viúva hablaron con casi 50 viudas y con 14 adolescentes para O Jardim do outro homem–, o trabajó con asociaciones especializadas en igualdad de género, como en Impunidades criminosas



Más que entretenimiento

El cine juega un papel social clave para Sol de Carvalho: «Su importancia está en la relación que establece con las personas». Junto a ello, destaca uno de los aspectos fundamentales del séptimo arte: «Conectar, ser lúdico y, al mismo tiempo, abrir campos de reflexión y no campos de exclusión». Por este motivo, el realizador apuesta por un cine abierto a los demás. «Cuando haces películas en las que solo tú entiendes lo que estás queriendo contar, en realidad estás diciendo: ‘No me importáis, el que importa soy yo’», señala.

En el proceso creativo, la parte que más disfruta Carvalho es «la producción y los debates con la audiencia. En ese momento de interacción me siento realizado como director, cuando estoy, por un lado, lidiando con un grupo de 30 o 40 personas, con varios egos, gestionando esos recursos humanos, y, por otro lado, cuando estamos conversando y hablando sobre los destinatarios». A ello se suma la realidad concreta de Mozambique que, en el momento de la independencia, tenía un 90 % de analfabetismo y el cine cumplía una misión educativa fundamental, sobre todo en las comunidades rurales, con temas como el VIH o la malaria.



Nuevos caminos

En la actualidad está dilucidando cuál será su próximo paso. Aunque le gustaría seguir explorando su faceta de escultor, está inmerso en un proyecto sobre la guerra en Mozambique para el que ya ha realizado más de 180 entrevistas por todo el mundo. El objetivo, según el cineasta, es contar con «la mejor biblioteca virtual sobre el conflicto». 

Además, ahora prioriza «algunas cosas experimentales más pequeñas, para divertirme», porque cree que ha llegado el momento de otra generación más joven a la que, asegura, está dispuesto a ayudar. Considera también que la producción cinematográfica tiene que cambiar, pues el modelo de financiación europeo en África no es el adecuado. Por ello, buscará experimentar con un modelo que implique a equipos más pequeños, algo posible gracias a la revolución digital. En este contexto, está trabajando en un proyecto de animación con Mia Couto. En su opinión, ante la falta de medios, «la manera de conseguir llevar el mundo mágico a la pantalla es a través de la animación».  

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