Legados

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EDITORIAL DE NOVIEMBRE



Después de siglos de historia compartida, son numerosos los legados que Europa ha dejado en África. Un ejemplo es la arquitectura moderna que, con mayor o menor lustre, sigue luciendo en algunas urbes africanas. No fue un simple trasplante arquitectónico como sí lo fueron ciertas viejas iglesias construidas a principios del siglo XX en la selva congoleña y que, igual que las de Amberes, tienen techos extremamente inclinados para que no los hunda el peso de la nieve. Por el contrario, los arquitectos modernistas intentaron una cierta «inculturación urbanística» y sus edificios se adaptaron a las condiciones sociales y climatológicas del continente.

Otro legado europeo en África es la fe cristiana que llevaron los misioneros. A veces implantada como esas viejas iglesias en medio de la selva, sin dialogar con los destinatarios, pero otras veces presentada tras intentar comprender las culturas africanas, escuchando, dialogando y aprendiendo las lenguas, costumbres y tradiciones para una mejor inculturación. Así busca anunciar el Evangelio en Benín el P. Rafael Quirós, con gran respeto, pero también con asertividad: «Si creo que el mensaje de Jesucristo es universal y puede hacerte feliz, ¿por qué no voy a ofrecértelo?».

Fruto de los encuentros entre África y la Misión, la fe cristiana ha arraigado en el continente, donde han crecido las Iglesias vivas y autónomas. Hoy, algunos de sus pastores se sorprenden de la llegada desde Europa y otros países occidentales de valores contrarios al legado que dejaron los misioneros, aunque sean presentados como pasos importantes para la construcción de sociedades más justas, tolerantes y abiertas.

África, que se enfrenta desde hace siglos a un choque cultural con el exterior, difícilmente dispondrá del tiempo necesario para un sereno discernimiento de los valores vehiculados por esta globalización uniformadora pilotada desde Occidente. Nos duele África, y por ello denunciamos a aquellos trabajadores humanitarios, funcionarios, oenegés, medios de comunicación e incluso misioneros occidentales que pretenden orientar a los africanos sin esforzarse por comprender a fondo sus culturas y desentrañar el sentido de sus tradiciones. No se puede ser negligente en la inculturación de valores e imponerlos de la misma manera que aquellos antiguos misioneros construyeron iglesias en la selva tropical congoleña, ignorantes de que allí nunca nieva.

De manera indirecta, contemplando viejos cayucos vacíos llegados a Canarias, invitamos a nuestros lectores a acercarse al drama de «la ruta migratoria marítima más letal del mundo». Detrás de cada fotografía se adivina el sufrimiento de tantos miles de personas africanas embarcadas en busca de una vida mejor que no siempre encontrarán en Europa.

Nuestro continente sigue construyendo barreras para las personas migrantes. A mediados de octubre, Bruselas abrió el debate sobre la posibilidad de crear centros de deportación para personas migrantes fuera de la UE, algo que Italia ya había comenzado a hacer en Albania hasta que un tribunal obligó al Gobierno de Giorgia Meloni a echar marcha atrás. Europa está cayendo en la esquizofrenia. En virtud de los derechos humanos, pretende exportar valores a otros continentes como África, pero se niega a aplicarlos con todas sus consecuencias dentro de sus fronteras. ¿Qué legado dejará Europa a las generaciones futuras?



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