Lo mejor de dos mundos

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Ocho jóvenes españoles con ascendencia africana relatan a MUNDO NEGRO cómo viven una identidad mixta, el vínculo que mantienen con el territorio y la cultura de sus padres, los temas que les preocupan y lo que esperan del futuro.  


Diadie Soumare Camara (24 años) tiene un negocio de venta en línea, trabaja como modelo y está creando su propia marca de ropa, que espera sea conocida a nivel global. Su madre es de Senegal y su padre de Mauritania. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



¿Migrantes de segunda generación? No, ellos no son migrantes. Los que migraron desde diferentes partes de África fueron sus madres y sus padres. Ellos nacieron y han crecido aquí, aunque mantienen un vínculo fuerte con aquellos territorios y culturas que se encuentran al otro lado del mar. 

Paula de Miguel Corbacho (24 años) estudia interpretación de fagot en el conservatorio, da clases de música y está finalizando su TFG en Sociología. Le gusta la mediación cultural y el trabajo con la infancia. Su madre es española y su padre de Angola. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo
Ángela María Brewah Paz-Albo (25 años) es perito criminóloga adscrita al Tribunal Superior de Justicia y trabaja en una empresa en el sector automovilístico. Su padre nació en Sierra Leona y su madre es española. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


«Tengo un vínculo emocional muy grande debido a que cuando era pequeña mi padre me cocinaba platos típicos sierraleoneses como arroz jollof, plátanos fritos o una salsa picante de receta familiar, y me enseñaba la cultura a través de la música, de fotografías o de películas como Diamantes de sangre», dice Ángela. Arabia también mantiene viva en casa la tradición de cocinar platos saharauis como el cordero al horno, como hablar en hassanía o escuchar el Corán. Para algunos, como Paula, la conexión es más difusa. Hija de angoleño y española, no ha crecido con las tradiciones de Angola. «Me defino como madrileña y claramente española». Beatriz, cuya familia es de Guinea Ecuatorial, tardó en aceptar su identidad: «Me costó mucho aceptarla y abrazarla, pero ahora estoy muy orgullosa de saber quién soy». Fátima se considera una mezcla de la cultura marroquí y la española. «Estoy enamorada de mi cultura madre y España también me gusta mucho. En mi casa se celebra el Ramadán y también la Navidad. El día que me case, me encantaría que mi boda fuese una mezcla de una boda marroquí y española».

Para algunos de estos jóvenes, crecer entre dos culturas y definir su identidad es un desafío. Nadal, con raíces en la República Democrática del Congo, se ha sentido muchas veces atrapado «en tierra de nadie»: «Siempre hay personas que ponen en duda lo español que soy, y otras me dicen que soy un mundele, una ‘persona blanca’, en lingala. Al final, lo único que quiero ser es la persona que mi corazón me invita a ser».  Diadie, de madre senegalesa y padre mauritano, no se siente completamente español: «Me siento una mezcla de culturas. De mis padres mantengo valores como la educación y el respeto, pero mi identidad no está ligada a una sola nación». Jairson, de madre y padre caboverdianos, puede hablar en criollo y disfruta con la gastronomía del archipiélago, pero se considera culturalmente más español: «Diría que soy un 30 % caboverdiano y un 70 % español». 

Arabia Lehsen (29 años) trabaja como gestora de créditos en una financiera. Sueña con formar una familia y tener una carrera profesional exitosa. Sus padres son de Sahara Occidental: su padre de los campamentos de refugiados de Tindouf y su madre de Dajla (Sahara ocupado). Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Algunos han tenido la oportunidad de viajar al país de sus padres. Arabia recuerda con inmenso cariño la vez que con 11 años viajó a los campamentos de refugiados de Tindouf con sus primos y recorrieron el desierto en coche. En cambio, Ángela y Beatriz no han ido a Sierra Leona ni a Guinea Ecuatorial, aunque lo desean. «Cuando era pequeña, el país estaba en conflicto y ahora hay muchos requisitos para viajar», lamenta Ángela. Cuando Diadie estuvo en Senegal, le encantó encontrar lo feliz que era la gente sin tanta tecnología. Nadal visitó el Congo siendo muy pequeño: «Me queda algún flashazo, un olor familiar de alguna comida, las historias de mamá y las fotos. Pero quiero volver cuando la situación mejore». Para Fátima y Jairson, los viajes a Marruecos y a Cabo Verde son frecuentes: «De niña iba todos los veranos. La última vez fue este verano con amigas. Cuando pienso en Marruecos, pienso en mi abuela». 

Beatriz Salim Perelló (21 años) es profesora de baile y ha estudiado mediación y criminología, a lo que le gustaría dedicarse. Es vicepresidenta de la Asociación Sociocultural Bubi. Su madre es de Guinea Ecuatorial y su padre de Líbano, criado en Guinea Ecuatorial. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Preguntamos por lo que les preocupa y sus planes de futuro. A Paula le inquieta la polarización política, la resistencia a la escucha y el auge de las nuevas derechas. Ángela menciona la pobreza, la de­sigualdad, el maltrato animal y la discriminación. Jairson señala el racismo. Arabia está interesada en la salud mental y le intranquilizan la guerra en Palestina, Donald Trump y el cambio climático. Beatriz quiere que se mantenga la relación de las nuevas generaciones con las culturas y costumbres de sus padres. A Fátima le turban las dificultades a las que se enfrentan las personas que migran. La posibilidad de emigrar ellos, como hicieron sus padres, también está en sus mentes. Ángela considera mudarse a Países Bajos, Reino Unido o Canadá. Beatriz valora Portugal. Fátima ha pensado en Suiza y Jairson en Londres o Japón. Estos jóvenes son parte de una generación que está construyendo su identidad en un cruce de caminos. Como dice Nadal, «al final, somos lo mejor de dos mundos». 


Jairson Frederico Pires Da Luz Tavares (23 años) estudia doblaje de voz y trabaja como actor y especialista de acción. Aspira a poder vivir de la interpretación. Le interesa el arte urbano y la cultura japonesa. Sus padres son de Cabo Verde. Foto: Javier Sánchez Salcedo
Fátima Mounsif Hachimi (23 años) estudia Sociología y trabaja en un centro de primera acogida para refugiados. Su sueño es trabajar en alguna organización dentro de la ONU dedicada a personas migrantes como ACNUR o la OIM. Sus padres son de Marruecos. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

 

Nadal Bin (28 años) trabaja como actor e imparte talleres teatrales. Sueña con que su carrera profesional se expanda y con crear un espacio artístico para jóvenes. Sus padres son de la República Democrática del Congo. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo





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