Procesos inacabados

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Un chaval de 15 años mató a su padre a puñaladas. Cuatro chicos de entre 11 y 14 años violaron a una adolescente. Una alumna de 15 años llevó un cuchillo al colegio con la intención de asesinar a su profesora. Estos actos de violencia juvenil han generado conmoción y debate en Mozambique.

Estos hechos coincidieron con el anuncio del jefe de Estado de incluir al líder opositor Venâncio Mondlane en el Consejo de Estado. Días después se aprobó su partido, la Alianza para un Mozambique Libre y Autónomo (ANAMOLA).

Mientras que la violencia juvenil suscitó un debate que dividió a la opinión pública, la integración de Mondlane en el Consejo de Estado fue consensuada y vista como un acto de pacificación. ¿Será suficiente para apaciguar y reconciliar el país?

La agresividad adolescente reavivó el debate sobre la educación. El hecho de que estos chicos encuentren en la violencia la vía para solucionar sus problemas, la falta de valores, Internet y las redes sociales –que parecen sustituir a los agentes tradicionales de socialización–, volvieron a ser temas de conversación.

Todo el mundo recuerda la última crisis poselectoral. ¿Quién no tiene en mente los disturbios y saqueos que se produjeron, la presencia de niños y adolescentes en aquel contexto y las preguntas que aquello suscitó? La exposición de los más pequeños a la violencia no es algo nuevo. Nuestros hijos vinieron al mundo de padres y madres oprimidos por la pobreza, afectados por un conflicto armado que duró 16 años y que terminó sin un proceso que sanara las heridas. De hecho, estos niños llevan en su carga genética los traumas y la rebeldía de las generaciones que los precedieron.

Si bien es cierto que «la asimilación de una cultura presupone el aprendizaje», la cultura de violencia practicada por los adultos está siendo asimilada por los niños, que responden con ese instrumento cada vez que se enfrentan a un problema.

Tener a Venâncio Mondlane en el Consejo de Estado es un acto que va en la buena línea, pero el proceso de pacificación y reconciliación de Mozambique sigue siendo una necesidad imperiosa.

El país ha puesto en marcha una consulta nacional en la que las personas, de forma individual o a través de diversas organizaciones, tienen la posibilidad de contribuir a los cambios que desean ver en la nación. Se trata de una iniciativa que puede ser verdaderamente reconciliadora. 

Este proceso de consulta, denominado Diálogo Nacional Inclusivo, podría conducir a la pacificación si los mozambiqueños comprenden su importancia, participan en él y se dan cuenta de que cuentan. A pesar de que el objetivo de este proceso es recoger las preocupaciones de la población para «plasmarlas en propuestas de gobernanza y legislación», existe un escepticismo generalizado en torno al mismo. 

Cuando el Fórum Mulher, una organización feminista que coordina las acciones de desarrollo de colectivos de mujeres que trabajan en favor de sus derechos, se dirige al público diciendo: «Basta ya de ser comparsas», en realidad están expresando una exigencia nacional. Lo que manifiestan es su deseo de participar activamente en las decisiones del país, quieren sentir que son importantes. «¡Queremos un Estado inclusivo! ¡Exigimos tener voz y voto!», afirman. 

La no integración de Mondlane en el Diálogo Nacional pone en duda el carácter inclusivo de este proceso, que no debe limitarse únicamente a la integración del líder de ANAMOLA, de las mujeres u otras categorías, sino que debe incluir necesariamente un proceso que cure las heridas en el tejido social, porque solo eliminando la violencia estructural será viable cualquier proyecto político. 



En la imagen superior, una mujer pasa por delante de un refugio para mujeres y niños víctimas de violencia sexual, violencia de género y abandono en Chimoio, capital de la provincia de Manica, Mozambique. Fotografía: Alfredo Zuniga/Getty


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